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¿DISOLUCIÓN EN MARCHA?

Euroescepticismo o cuando reina la decepción por la UE

Euroescepticismo, concepto del que se hablará en los próximos días. Con Giorgia Meloni el tema se introduce en la UE, el G7, la OTAN y el Banco Central Europeo.

El euroescepticismo es un movimiento político y social. Su eje es el rechazo de la Unión Europea (UE) por parte de los ciudadanos europeos. El Brexit fue una victoria del euroescepticismo. Ahora, Giorgia Meloni, flamante ganadora de los comicios en Italia.

El euroescepticismo viene avanzando en la medida en que la Unión Europea provoca diversas insatisfacciones, al igual que los gobiernos de cada país que respaldan e integran la UE.

En los meses venideros, la tarifa del gas natural que se pagará en Europa, por el conflicto con Rusia que alentó la UE, será un tema muy difícil. Muchos envidiarán a Hungría, Türkiye y Serbia, que siguen recibiendo el gas de Rusia y a precio preferencial. Meloni ya dijo que irá a Bruselas, sede de la UE, a pedir que le reembolsen el diferencial de tarifa de gas entre lo que pagaría a Rusia y lo que paga por importar GNL de otros productores. Será una disputa intensa.

Existen 4 pilares del euroescepticismo:

  1. La defensa de la soberanía estatal por encima de la europea.
  2. La defensa de los intereses económicos nacionales por encima de los comunitarios.
  3. El rechazo por las posturas 'imperialistas' de la Unión Europea y de la OTAN.
  4. El reclamo de una política económica que tenga una orientación más social que la ejecutada por la UE.

Lo interesante con Giorgia Meloni en el poder es que el euroescepticismo se introduce en la UE, el G7, la OTAN y el Banco Central Europeo. Será un tema creciente, al menos es la expectativa de Marine Le Pen, quien conserva su ambición en Francia. Y preocupa muchísimo a Alemania, hasta ahora baluarte de la UE. Si el euroescepticismo se afirmara en la OTAN, Washington DC tendría un problemón. Por ese motivo ya le envió negociadores a Meloni para acotar su euroescepticismo.

Emilio Ordiz es periodista. Máster en Unión Europea, especializado en el estudio de los populismos y los discursos euroescépticos. En El Orden Mundial, él publicó un interesante análisis de la situación titulado 'La derecha euroescéptica ya no quiere salir de la UE, sino cambiarla desde dentro':

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Giorgia Meloni.

Giorgia Meloni.

Análisis

“Debemos plantear el debate de la soberanía sin tener que decir que nos vamos de la Unión Europea”, aseguró en un debate la ultraderechista Giorgia Meloni, probable nueva primera ministra de Italia.

Marine Le Pen fue más allá en abril: “No puede haber una UE porque no hay pueblo europeo”. Pese a sus críticas al bloque, ambas saben que abandonarlo o quitarle competencias no es fácil. El brexit, que pudo haber inspirado a los euroescépticos, ha sido un fracaso.

Por eso la pregunta de Le Pen en Francia, Meloni y Salvini en Italia, Orbán en Hungría o Abascal en España no es Europa sí o no, sino qué Europa se quiere.

Los euroescépticos ya no buscan abandonar la casa, sino cambiar el decorado e incluso el nombre: proponen una “alianza de naciones”. Es decir, que los Estados recuperen la soberanía que les habría arrebatado la UE.

Su objetivo es que el poder de decisión recaiga siempre sobre los Gobiernos y no en mandatos de la Comisión Europea. Mientras crecen los llamados a una Unión con más capacidades, la crisis migratoria y la energética, la pandemia o la guerra en Ucrania también han sido excusas perfectas para el discurso euroescéptico.

Boris Johnson
Boris Johnson terminó de hundir la confianza en el Brexit entre los ingleses.

Boris Johnson terminó de hundir la confianza en el Brexit entre los ingleses.

Brexit

Un terremoto sacudió la Unión Europea en junio de 2016. Contra casi todo pronóstico, el 52% de los británicos apostaron por el Brexit y dieron quizás la mayor victoria al euroescepticismo. Cuando Londres ponía un pie fuera, en otros países se consolidaban los discursos contra Bruselas.

Le Pen ya había hablado en 2014 de preparar a Francia para salir de esa “prisión” y alegaba que otros países estaban “muy bien fuera”. En Italia, el líder de la Liga y entonces ministro Matteo Salvini dijo en 2018 que el país tendría que buscar “una alternativa al euro”.

Sin embargo, mientras los Gobiernos británicos de Theresa May y después de Boris Johnson negociaban con Bruselas, el proceso tornaba la euforia en cautela y los discursos euroescépticos empezaron a mutar de abandonar la Unión a reformarla.

Los llamados a salir quedaron reducidos a momentos muy concretos. Salvini, por ejemplo, dejó caer un posible referéndum como el británico al inicio de la pandemia, cuando buscaba canalizar el descontento italiano con la gestión europea de la crisis.

La salida ya ni es rentable:

  • casi la mitad de la sociedad británica considera que el Brexit ha sido negativo, y el respaldo a la UE en muchos países aún es alto.
  • Por ejemplo, el 81% de los españoles se sienten europeos. Eso sí, el debate de la integración está más abierto.
  • En Francia solo un 29% de la gente dice estar a favor de reforzar el proyecto europeo, justo al contrario de lo que promulga el presidente Emmanuel Macron.
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Mateusz Morawiecki, euroescepticismo en Polonia.

Mateusz Morawiecki, euroescepticismo en Polonia.

Polonia, Hungría, Francia, Italia

El plan del euroescepticismo, por tanto, es contra la integración europea. La teoría es que la Unión roba poder de decisión a los países, así que defienden el regreso de la soberanía a los Estados miembros. El plan del euroescepticismo, por tanto, es contra la integración europea. La teoría es que la Unión roba poder de decisión a los países, así que defienden el regreso de la soberanía a los Estados miembros.

Le Pen, por ejemplo, propone que la Comisión quede subordinada a los Gobiernos, pero muchas de sus posturas son contrarias a los Tratados, como la prioridad nacional para el empleo, que va contra el mercado único, o el cuestionamiento de la Política Agraria Común.

La derecha radical francesa también defiende la primacía del derecho nacional sobre el comunitario, un punto en común con Polonia.

El Gobierno ultraderechista del PiS, liderado por Mateusz Morawiecki, se apoyó en 2021 en el Tribunal Constitucional, que controla directamente, para cuestionar un pilar de la UE al poner por delante las leyes nacionales sobre el derecho de la Unión.

Frente a ello, Bruselas multó a Polonia con un millón de euros al día por vulnerar la independencia judicial.

Polonia, junto con Hungría, son los países que han puesto más empeño en erosionar el proyecto europeo en los últimos tiempos.

Ambos tienen procesos abiertos bajo el artículo 7 de los Tratados, que en última instancia puede dejarles sin voto en el Consejo. Eso sí, juegan con la ventaja de que esa suspensión necesita unanimidad entre los Veintisiete, y Varsovia y Budapest se protegen mutuamente.

El caso húngaro es más complejo. El Ejecutivo de Víktor Orbán, que en 2022 revalidó su mayoría absoluta, ha seguido tensando la cuerda con una norma anti-LGTBI o medidas para controlar los medios de comunicación.

Tras años de pulso, la Comisión Europea ha puesto en marcha el proceso para dejar a Hungría sin fondos de recuperación por vulnerar el Estado de derecho. Orbán rechaza cualquier tipo de integración de la UE: ha cuestionado la primacía del derecho europeo, se niega a una política migratoria común y rechaza las sanciones al petróleo ruso.

Orbán y Morawiecki mantienen el poder con firmeza y son un espejo para Le Pen, Abascal o Giorgia Meloni. Esta última, nueva figura de la ultraderecha italiana y probable nueva primera ministra, defiende una Europa “confederal” en la que la soberanía recaiga sobre los Estados.

Meloni no habla de Unión, sino de “cooperación” entre naciones, y ha calificado a la UE como una especie de Unión Soviética. Desde España, Vox también pretende que los Estados “recuperen soberanía”.

“No queremos una Europa federal en la que todas las decisiones se tomen en Bruselas”, afirmaron en un documento conjunto. Consideran que la UE no tiene nada que ver con la que se fundó, y por eso su hoja de ruta consiste en andar hacia atrás.

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Viktor Orban y Vladimir Putin: el ruso, por ahora, divide a los euroescépticos.

Viktor Orban y Vladimir Putin: el ruso, por ahora, divide a los euroescépticos.

Una nueva familia, de momento dividida

Las formaciones euroescépticas han consolidado su discurso. Sus votos han pasado del 1,1% en los años '80 a superar el 50% en Hungría o el 40% en Francia.

La sucesión de crisis les ha abierto la puerta del todo, pero les falta compenetrarse en el Parlamento Europeo. Están los Conservadores y Reformistas Europeos, con el PiS y Vox, e Identidad y Democracia, con la Liga y la Agrupación Nacional francesa.

Fidesz, mientras tanto, sigue en el grupo de No Inscritos tras su salida forzosa del Partido Popular Europeo por la deriva iliberal en Hungría. Pero Salvini y Orbán ya han acordado crear un nuevo grupo.

Un frente único se convertiría en el 3ro. más grande de la Eurocámara, por delante de los liberales, pero por ahora son dos familias no siempre tan bien avenidas.

El mejor ejemplo es el choque entre Polonia y Hungría tras la invasión rusa de Ucrania, pues Polonia rechaza al Kremlin, mientras que Orbán ejerce como caballo de Troya de Rusia en la UE.

La derecha radical europea parece todavía lejos de cerrar sus brechas, pero de conseguirlo podría poner en marcha sus planes de desintegrar la Unión.

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