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Luis Augusto Huergo: El primer ingeniero argentino, pero también el más ninguneado

Luis Augusto Huergo fue el primer ingeniero argentino y quien diseñó el puerto que Buenos Aires necesitaba. Pero se hizo recién cuando ya no estaba para verlo.

Luis Augusto Huergo fue el primer ingeniero civil argentino y un verdadero adelantado a su tiempo. Aunque sus ideas fueron ignoradas en su momento, como su proyecto para el puerto de Buenos Aires, con los años se demostró que tenía razón y dejó una enorme influencia en la infraestructura del país, aunque hoy pocos lo recuerdan.

El primer ingeniero que ya pensaba en el país del futuro

Luis Huergo nació en Buenos Aires en 1837, en una familia bien posicionada. A los 12 se quedó sin padre, y su hermano mayor decidió mandarlo a estudiar a Estados Unidos. Terminó en un colegio jesuita en Maryland, volvió a los 20 y empezó a estudiar agrimensura. Pero su gran salto llegó en 1865, cuando se abrió la carrera de Ingeniería en la UBA: fue parte de la primera camada y se recibió con una tesis sobre vías de comunicación. No era casual: para él, la infraestructura era la base de todo desarrollo.

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Luis Augusto Huergo fue el primer ingeniero argentino y un visionario de la infraestructura nacional. Diseñó obras esenciales y propuso un puerto moderno para Buenos Aires, pero su plan fue rechazado.

Luis Augusto Huergo fue el primer ingeniero argentino y un visionario de la infraestructura nacional. Diseñó obras esenciales y propuso un puerto moderno para Buenos Aires, pero su plan fue rechazado.

Así, diseñó obras en todo el país: canalizó ríos en Córdoba, proyectó tramos de ferrocarriles, el puerto de San Fernando y hasta el Dique San Roque, clave para el abastecimiento de agua. Se metió también con la minería en Mendoza y el desarrollo de zonas portuarias como Dock Sud. Fue el primer argentino que pensó el país como un sistema conectado, con obras estratégicas en cada rincón.

En 1876 asumió como director de las obras del Riachuelo, donde propuso su idea más ambiciosa: un puerto con dientes oblicuos y un canal desde el Riachuelo para que entraran barcos de gran calado sin tener que esperar mar adentro. Su plan era práctico, escalable y moderno. Pero apareció Eduardo Madero, un comerciante con buenos contactos políticos, y logró que el Congreso aprobara otro diseño, hecho por un ingeniero inglés y financiado por capitales británicos. El puerto se construyó y llevó su nombre… pero no funcionó. En pocos años, quedó obsoleto.

Fue ignorado pero terminó teniendo razón

Aunque lo corrieron del proyecto, Huergo no se quedó quieto. Como decano de la Facultad de Ingeniería siguió insistiendo en que el puerto aprobado era un error caro y difícil de corregir. Mientras tanto, se metió en otros proyectos: diseñó un canal para conectar Córdoba con el Paraná, mejoró los accesos fluviales del país, trabajó en el puerto de Asunción y duplicó la capacidad del Dique San Roque. Todo eso mientras también ocupaba cargos públicos como ministro de Obras Públicas y legislador provincial.

En 1900 dirigió técnicamente la instalación de un frigorífico y un complejo ferroviario en Cuatreros, hoy General Daniel Cerri, una de las obras industriales más grandes del país en ese momento. Pero lo más simbólico fue su rol en el descubrimiento del petróleo en Comodoro Rivadavia en 1910: con más de 70 años, aceptó dirigir el yacimiento para evitar que quedara en manos extranjeras. Fue un adelantado a la idea de soberanía energética que recién tomaría forma con la creación de YPF en 1922.

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Aunque ignorado en su momento, Huergo siguió trabajando en grandes proyectos. Defendió el petróleo argentino, formó instituciones científicas y su diseño de puerto fue finalmente adoptado, aunque demasiado tarde.

Aunque ignorado en su momento, Huergo siguió trabajando en grandes proyectos. Defendió el petróleo argentino, formó instituciones científicas y su diseño de puerto fue finalmente adoptado, aunque demasiado tarde.

También fue docente durante más de 30 años. Promovía una educación con mirada técnica pero también humana, y por eso muchos de sus alumnos lo admiraban profundamente. Fundó el Instituto Geográfico, el Centro Argentino de Ingenieros y la Sociedad Científica Argentina, donde fue el primer presidente.

Murió en 1913, sin ver terminada su gran obra: el nuevo puerto de Buenos Aires, finalmente construido sobre su idea original, cuando ya no había forma de seguir usando el anterior. Hoy lo recuerdan algunas calles, escuelas y una estatua frente a la Facultad de Ingeniería. Pero el verdadero homenaje está en cada barco que entra al puerto que él imaginó, cuando nadie más lo veía.

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