GUERRA ANTI-NARCOS EN FILIPINAS

La larga purga que ha iniciado Rodrigo Duterte

La Purga es una producción independiente del cine estadounidense que va por su 3ra. parte. En esa ficción cinematográfica, la purga es un evento que ocurre cada año desde las 10:00 del 21/03 hasta las 7:00 AM del 22/03, durante el cual cual se puede asesinar a casi cualquiera. Durante ese tiempo, todo crimen conocido es legal, y todos los servicios (policía, bomberos y hospitales) están cerrados. Se dice que actúa como una catarsis para los ciudadanos, pero en realidad, se utiliza como método artificial de control poblacional, en el que las personas más pobres y sin hogar son eliminadas. Ya se sabía por lo que había hecho como alcalde, organizando un cuerpo parapolicial de ejecución de delincuentes sin juicio previo: Rodrigo Roa Duterte llegó a la Presidencia de Filipinas e inició su propia purga de delincuentes.

Rodrigo Roa Duterte, también conocido como "Rody" o "Digong", asumió la Presidencia de Filipinas el 30/06/2016. Desde entonces, ha comenzado una guerra contra el narcotráfico con medidas polémicas en extremo, tales como el regreso de la pena de muerte por ahorcamiento, abolida desde el año 2006 en el país, explica Wikipedia.

Además, se ha dedicado a envalentonar a la población para que tome justicia por mano propia contra los narcotraficantes. La administración de Duterte ha hecho además que Filipinas, uno de los principales aliados de Estados Unidos en el contintente, se alejara del país en un cambio decisivo de su política exterior. Duterte apunta en cambio a forjar lazos más cercanos con China y con Rusia.

Un estimado de 6.000 personas han sido asesinadas en la guerra contra el narcotráfico desde el 1/7/2016, según la polícia nacional. La policía dice que por lo menos 2.000 personas fueron asesinadas por oficiales en defensa propia durante operaciones anti-droga. Alrededor de 33 personas fueron asesinadas por cada persona herida, convirtiendola en la guerra anti-narcos más mortífera de la historia. Otras 38.000 personas han sido arrestadas, desatando una crisis en las prisiones superpobladas del país. El Presidente filipino se jacta de las ejecuciones sumarias.

En diciembre dijo que en su tiempo como alcalde de Dávao, al sur del país, solía matar a los sospechosos con sus propias manos.

"Duterte tiene un hábito sucio de jugar con los datos y estirarlos. En un intento de dar crédito a su guerra contr las drogas, su equipo exagera e inventa datos. Por ejemplo, Duterte infló el número estimado de consumidores de drogas en el país, diciendo que hay actualmente 4 millones de usuarios - con una proyección de 10 millones para 2020. Sin embargo las propias autoridades de narcóticos del país dicen que el número de consumidores de drogas duras es mucho más bajo", escribió Robert Muggah del diario británico The Guardian. "La tasa corriente de uso de drogas de los filipinos está de hecho cerca al 2,3%, aproximadamente la mitad que el promedio global. La retórica enardecida y los datos dudosos tienen consecuencias en el mundo real. No solo pueden incitar a la violencia, pero también pueden determinar la forma de la política del Gobierno."

Duterte se jacta de haber asesinado cuando era alcalde

"Aquellos que siguen al Presidente filipino Rodrigo Duterte pueden agregar una nueva frase feroz a su larga y colorida lista de controversias. Durante un discurso el martes (27/12/16), Duterte amenazó con tirar a los gobernantes corruptos desde helicopteros, aclarando que ya lo había hecho en el pasado", escribe Robbie Gramer de la revista Foreign Policy. "Si sos corrupto, te llevaré en helicoptero a Manila y te tiraré afuera", dijo Duterte. "Lo he hecho antes, ¿por qué no lo volvería a hacer?".

Dos días después, Duterte se retractó (más o menos). En una entrevista con ABS-CBN, dijo: "No es cierto que yo haya tirado personas desde helicopteros, no tengo un helicoptero como para hacer eso. Si fuese verdad, no lo admitiría", dijo Duterte. Pero si de hecho fuera verdad, no sería la primera vez que admite matar gente.

El 12/12, el líder filipino dijo que había matado gente durante su tiempo como alcalde de Dávao. "Yo patrullaba las calles, buscando problemas. Estaba realmente buscando una confrontación para poder matar", dijo el líder filipino.

Luego de los dichos, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad al-Hussein, dijo que el país debería abrir una investigación por los supuestos asesinatos del Presidente, ya que las acciones de Duterte "violan la ley internacional". Esto propulsó una reacción explosiva del filipino.

"Este hombre (Zeid) es chistoso o está loco. Ustedes, oficiales de la ONU sentados sobre sus colas, nosotros pagamos sus salarios. Idiota, no me digas qué debo hacer... ¿Quién te dio el derecho?", atacó Duterte.

Esto solo se agrega a la larga lista de bizarras provocaciones de Duterte. Ha llamado al Presidente Barack Obama y al Papa Francisco "hijos de puta", interrumpió los ejercicios militares conjuntos entre Filipinas y USA, y anunció un intento de forjar lazos más cercanos con China y Rusia.

También dijo a fines de diciembre que llevaría a China a un tribunal internacional si perforaba en busca de petróleo o gas en la disputada región del Mar del Sur de China, 2 semanas después de haber declarado que haría lo contrario.

"Filipinas era uno de los pilares del pivot de la administración Obama hacia Asia en 2011. Como resultado, además del financiamiento para reducir la pobreza, la asistencia militar y la ayuda extranjera enviada hacia Manila desde Washington en los últimos años ha sido sustancial. En 2015, Filipinas recibió aproximadamente US$ 175 millones en asistencia al desarrollo de USA, y un total de US$ 50 millones en financiamiento a los ejércitos extranjeros", publicó el portal Frontera News.

Pero luego de que el Presidente filipino declarara el 12/12/16 que personalmente procuraba a los sospechosos para matarlos en su sangrienta guerra contra las drogas, Estados Unidos decidió no renovar un programa de ayuda financiera para reducir la pobreza que expiró en mayo de 2016. Los dichos de Duterte podrían costarle aún más caros económicamente.



La guerra contra los narcos erosionará el Estado de derecho

Políticos importantes de la oposición, como el senador Leila de Lima, han pedido el juicio político a Duterte, explica Robbie Gramer, de Foreign Policy. Sin embargo hay que aclararlo: a los filipinos no les desagrada la guerra contra el narcotráfico que libra su Presidente. La mano dura de Duterte va bien con los filipinos, explica Robert Muggah, de The Guardian.

"Su uso del 'bisaya' (dialecto popular que utiliza en lugar del tagalo o el inglés) lo marca como uno del pueblo, y sus ratings de aprobación están superando el 85%, aunque esto es típico del primer año de los presidentes. Sin embargo, hay signos de que la oposición está empezando a movilizarse, con algunos senadores llamando a que se le haga impeachment", escribió Muggah.

Sus tendencias autoritarias están comenzando a preocupar a los expertos en libertades civiles. En una conferencia de prensa, Duterte respondió así a un periodista: "Solo porque seas periodista no quiere decir que estés extento del asesinato", y el mes pasado amenazó con matar a los activistas de derechos humanos por sus críticas a su guerra contra los narcos.

"La lección de las guerras conta los estupefacientes en América Latina, y las guerras sucias anteriores, es que la violencia extrajudicial no resulve nada y empeora las cosas. Gente inocente será asesinada, y las denuncias también serán usadas para ajuste de cuentas y serán explotadas por las pandillas para eliminar rivales. El deseo de los filipinos de retribución instantánea se convertirá, seguramente, en horror, odio y venganza. El estado de derecho se erosionará. Los inversionistas, que han hecho de Filipinas uno de los ganadores de la globalización en los años recentes, se irán", advierte el semanario británico The Economist.

Dávao, capital del asesinato del país

Duterte se ha forjado en la política violenta de Mindanao, la isla grande al sur, la más peligrosa del archipiélago. Fue elegido Presidente bajo la promesa de erradicar el crimen un pueblo muy afectado por la pobreza y el crimen. Mindanao es una región que históricamente ha estado bajo la influencia del islam, explica The Economist, a donde se fueron estableciendo progresivamente los cristianos. Ha visto insurgencias comunistas y musulmanas florecer.

Los asesinatos y las cuadrillas de la muerte se han vuelto endémicas. "Duterte asegura haber limpiado Dávao siendo el hombre más malo de la ciudad. Pero su mandato está lejos del éxito que él dice: las tasas de crimen son altas y la ciudad es todavía la capital del asesinato del país", explica The Economist.

Por otro lado, advierte la revista, más allá de la brutalidad de Duterte, el presidente filipino tiene otra característica aún más alarmante: su volatilidad.

"Tiene poca experiencia en política nacional, ni hablar de asuntos internacionales, habiendo sido alcalde de Dávao, una ciudad de alrededor de 1 millón y medio de personas, desde 1988 (además de su corto empleo como vicealcalde de su hija y 2 años como congresista). Desde que se convirtió en Presidente, ha amenazado con irse de las Naciones Unidas y declarar la ley marcial. Idolatra a Ferdinand Marcos, un ex dictador que impuso de hecho la ley marcial", explica The Economist. "Todo esto, naturalmente, asusta a los inversionistas locales y extranjeros y amenaza con socavar el estatus recientemente adquirido de Filipinas como la estrella económica del sudeste asiático." Duterte asumió en un país que estaba mejorando económicamente, pero "desafortunadamente, el amor de Duterte por los linchamientos y su propensión a insultar a las madres de los dignatarios extranjeros están poniendo nerviosos a los inversores."

Para Ram Reyes, filipino y estadounidense, los medios occidentales que critican a Duterte, hablan sin saber la gravedad de la situación en Filipinas, en referencia a su extrema pobreza y la falta de ley en un país tomado por el narcotráfico. Así lo escribió en el portal del diario estudiantil del Fresno City College (USA), The Rampage Online. Según el censo de 2015, Filipinas tiene una población de 100 millones de personas. De ese total, según cifras oficiales, alrededor de un cuarto (26 millones) son pobres, con casi la mitad de ellos (12 millones) viviendo en la extrema pobreza.

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