A PROPÓSITO DE UN ANIVERSARIO

Urquiza y Frigerio, desarrollistas argentinos

Justo de Urquiza, empresario, autodidacta y político como Rogelio Frigerio, y además militar y caudillo: interesante idea desarrolla en la siguiente columna el autor de "Frigerio, el Ideólogo de Frondizi".

 

por MARIO MORANDO 

PARANÁ (U24 Entre Ríos). El 2 de noviembre de 1914 nacía Rogelio Julio Frigerio, quien sería el ideólogo de Arturo Frondizi. Su mutua simbiosis generó las acciones de gobierno 1958/1962, caracterizadas por el refinamiento intelectual, el coraje operativo y la efectividad. 

Justo de Urquiza, empresario, autodidacta y político como Frigerio, y además militar y caudillo. Su humildad para reducir al mínimo indispensable el enfrentamiento entre argentinos, lo hizo renunciar al poder en beneficio de la integración nacional, convirtiéndolo en el primer integracionista argentino.

Pero, además, su interés en la instalación de molinos hidráulicos, en la protección y mejora de los planteles ganaderos, su política de construcción de terraplenes para disponer de aguadas y regadío, la severa persecución del contrabando, su política de préstamos (no de subsidios) para levantar fábricas de ladrillos, carpinterías, herrerías, curtiembres, y tantas otras iniciativas en el campo educativo y cultural, lo convierten en nuestro primer desarrollista.

Todo lo contrario a lo que afirma la historiografía convencional, tildándolo de liberal económico. 

Resulta también fascinante la personalidad de Rogelio Frigerio, una especie de James Bond de la política: formado de niño en un seminario católico, luego de una disputa familiar transferido de adolescente a una escuela evangélica y de joven en el Partido Comunista. Es decir que sus ídolos fueron, sucesivamente, Jesucristo, Martín Lutero y Karl Marx; pensadores de doctrinas originales. Al salir del colegio fue activista estudiantil y luego se ganó la vida durante casi 25 años como empresario, muy exitoso. Pero, al mismo tiempo, mantenía en funcionamiento un grupo de estudios multidisciplinarios. Frigerio era una topadora de pensamiento y de acción. Tal como si hoy apareciera un funcionario que en 2 años terminara con el déficit energético. 

La importancia de Frigerio hace que su biografía sea la historia del desarrollismo argentino; al recorrer una estamos recorriendo la otra. Ambas son historias apasionantes por lo original, por su ímpetu, por lo relativamente desconocidas actualmente y porque nos dejan una pista de cómo seguir lo que quedó inconcluso: el proceso de integración y desarrollo argentino. 

Frigerio enfatizó la importancia de contar con una doctrina, con un cuerpo ordenado de creencias y propuestas políticas enhebradas entre sí. No para ganar elecciones, pero sí para aunar un cuerpo gubernativo. Para darle coherencia y mística. Frigerio, al igual que Juan Perón, eran doctrinarios de primer nivel. 

La contribución más importante que hicieron Frigerio y Frondizi a la doctrina político-económica argentina no fue sólo el desarrollismo, que es un dispositivo económico para disponer los medios, sino el integracionismo, que plantea los fines de la política. Integrar la geopolítica nacional; el campo y la industria; la cultura nacional; y a los partidos populares principales en un movimiento nacional. Éste fue su programa. 

El desarrollismo no fue sólo la sustitución de importaciones de industrias pesadas, cerrando la economía. Esa parte quedó desactualizada.

La lección de Frigerio y de Frondizi es que el liberalismo económico puro no nos llevará a los argentinos al desarrollo, porque pretende ignorar la necesidad de una estrategia nacional comandada desde del Estado, pretende ignorar las imperfecciones de mercado, que básicamente provienen de las desigualdades en el poder económico y en el acceso a la información; y, esto hay que decir, que nunca se preocupó por los pobres, a quienes considera como un mal necesario para reasignar eficientemente los recursos; tampoco el populismo nos servirá, pues trata vanamente violar las leyes del mercado (que siempre se terminan vengando); y por lo tanto endiosa a los funcionarios públicos como seres superiores y arrogantes (siempre sucedió esto con el populismo), y se conforma con darle limosna a los necesitados sin ofrecerles un futuro de real progreso. 

El integracionismo desarrollista viene a establecer un planteo superador de la antinomia liberalismo-populismo, basándose no sólo en la economía sino en la cultura nacional. 

No debemos caer en la falacia en que cayeron tantos, incluyendo Frondizi y Frigerio, de pensar que si solucionamos lo económico e impulsábamos lo cultural, todo lo demás se daría por añadidura. Cuando lo económico marcha circunstancialmente bien, las mejoras políticas no parecen necesarias. Y cuando la economía marcha mal, no parecen posibles.

Nosotros sabemos que nuestro subdesarrollo no es sólo económico (1 de cada 4 argentinos son pobres) sino que también tenemos una democracia subdesarrollada. Luego de 30 años es muy poco lo que ha progresado. El trabajo que nos espera por delante es enorme. Económico, institucional, cultural. 

Desde 1955 los argentinos buscamos una síntesis que nos una, que nos organice, para trabajar de manera efectiva a fin de dejar atrás no sólo el subdesarrollo económico sino el político. Todos los gobiernos desde 1955 han fracasado en construir esa síntesis. El integracionismo desarrollista puede iluminar el camino donde otras doctrinas han fracasado; bajo el lema: “Ni liberales ni populistas; desarrollistas”. 

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