Un estudio reciente de Morgan Stanley proyecta que para 2030, el 45% de las mujeres en edad laboral serán solteras y sin hijos. Algunos celebran esta tendencia, interpretándolo como un signo de empoderamiento femenino y de avance económico, pero otros advierten sobre sus posibles repercusiones sociales y hasta cuestionan el papel del feminismo en este fenómeno.
¿EMPODERAMIENTO O CRISIS?
El futuro de las mujeres: Para 2030, 45% estarán solteras y sin hijos según estudio
Morgan Stanley proyecta que el 45% de las mujeres serán solteras y sin hijos para 2030. Aunque algunos celebran empoderamiento, el costo social sería muy alto.
Más mujeres solteras: Un precio social muy alto
El informe de Morgan Stanley, publicado en 2019, estima que el 45% de las mujeres de entre 25 y 44 años estarán solteras y sin hijos para 2030, un aumento considerable respecto al 41% registrado en 2018. Este fenómeno, en parte, es resultado del número cada vez mayor de mujeres en el mercado laboral, quienes ponen sus carreras por delante de formar una familia, y se estima que este porcentaje va a seguir aumentando en un 1.2% anual, en contraste con el aumento del 0.8% en la población general.
Esta tendencia va en línea con el cambio cultural que se está produciendo en nuestra sociedad, donde se valoriza el éxito profesional y la independencia personal. Economistas como Ellen Zentner subrayan que una mayor representación mujeril en la fuerza laboral contribuye al crecimiento económico, a potenciar los salarios y subir la tasa de participación en el mercado laboral entre las mujeres.
Desde un punto de vista económico, esta tendencia puede tener varias ventajas: las mujeres que no tienen pareja ni hijos tienden a tener un mayor poder adquisitivo y gastar más en ellas (salen más, viajan más, se cuidan más, etc.) y su participación en la fuerza laboral también ayuda a cerrar la brecha salarial, ya que permite que haya mayor competencia y más oportunidades profesionales para todas las mujeres.
Claro que la independencia económica y el empoderamiento de las mujeres es motivo de celebración, pero no podemos ignorar las consecuencias sociales de este cambio, que deberían ser motivo de preocupación. Menos nacimientos y menos familias tradicionales (la base de cualquier sociedad saludable) implicaría una mayor carga sobre los sistemas de apoyo social para reemplazar el rol que éstas desempeñaban en el cuidado de los individuos. Además, algunas investigaciones, como la de la Universidad de Cambridge realizado en Argelia en 2020, sugieren que las mujeres solteras y sin hijos son más propensas a problemas de salud mental, como la soledad y la depresión, en comparación con aquellas que forman parte de una familia.
El rol del feminismo y cómo destruyó las familias tradicionales
Durante décadas, el movimiento feminista desempeñó un papel clave en la reconfiguración de las normas sociales y la redefinición del éxito femenino, promoviendo, entre otras, la idea de que las mujeres no necesitan una familia para sentirse realizadas a nivel personal y profesional. Partiendo de esta base, muchas mujeres priorizaron sus carreras sobre el matrimonio y la maternidad, pero al mismo tiempo, creó una dicotomía entre el éxito profesional y la vida familiar, obligando a las mujeres a elegir entre una u otra en lugar de ofrecer un verdadero equilibrio.
Lo cierto es que, en su afán por promover la independencia femenina, el movimiento desalentó a las mujeres de considerar la maternidad y el matrimonio como opciones válidas para una vida plena, lo cual claramente contribuyó a que las estructuras familiares entraran en crisis, desincentivando (o demonizando) el rol tradicional de madre y esposa. Incluso, a pesar de los avances en la igualdad de género, la presión por alcanzar el éxito profesional llevó a muchas mujeres a sentir culpa por querer tener un rol tradicional.
En resumen, el aumento proyectado de las mujeres solteras y sin hijos refleja los cambios profundos que ocurrieron en el paradigma social y económico, que mientras algunos lo pueden ver como un avance hacia el empoderamiento, también pone en peligro de extinción las estructuras sociales y familiares. Y el feminismo, en su lucha por la igualdad de género, también atacó las figuras del matrimonio y la maternidad, señalándolos como lo que "esclavizó" a las mujeres durante siglos. Lo cierto es que, mientras las mujeres siguen decidiendo sobre sus vidas, es necesario equilibrar el progreso económico con lo que implica a la sociedad a largo plazo, para asegurarnos que el avance hacia la igualdad no venga acompañado de un costo social no deseado.
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