MUNDO Ucrania > Rusia > Andrés Reggiani

CHARLA: 1ERA ENTREGA

Rusia-Ucrania: "Veo otro Cáucaso en ciernes"

Andrés Reggiani: "Dudo que los rusos cedan fácilmente a la creación sobre su frontera de un estado muy importante que, tras haber estado tantos años incorporado a la Unión Soviética, le sea hostil".

Como telón de fondo a la invasión de Rusia a Ucrania (y desde mucho antes), existe un conflicto étnico-político al seno de Ucrania, que ha llevado a la radicalización de ciertas posturas nacionalistas y al surgimiento de una extrema derecha que hoy, en el contexto de la guerra, se ven reforzadas, advirtió el historiador Andrés Reggiani durante su exposición en una mesa redonda sobre el tema organizada por la Universidad Torcuato Di Tella.

Ucrania no es diferente de sus vecinos en su composición multiétnica pero sí es particular en un punto: esa división multiétnica se ha visto reflejada en el comportamiento electoral desde 1991 a esta parte. Cada vez que desde el Centro/Oeste del país surgen tendencias más nacionalistas o europeístas, planteó el historiador, en el Este -donde vive la mayor parte de la población rusoparlante- hay apatía o surgen contramanifestaciones.

El Este del país es donde está radicada la mayor parte de la industria y es la zona que más integrada estaba a la economía soviética. Por lo tanto, es una población que se muestra más desconfiada ante cualquier política que arriesgue romper el vínculo con Rusia, explica.

El historiador describió el proceso reciente de creciente nacionalismo y las expresiones que surgieron de extrema derecha (que, aclara, no tienen mayoría de votos pero sí una presencia fuerte en las calles) como, en parte, una consecuencia del desencanto político.

Más allá de la amenaza que sí representan las fuerzas reaccionarias ucranianas para la identidad rusoparlante, Reggiani no cree que existiera el riesgo de que la extrema derecha impusiera un régimen de tipo nazi en Ucrania, tal como citó Vladímir Putin al justificar la invasión (el mandatario dijo que pretendía "desnazificar" el país).

Pero, y ya adentrándonos en el tema de la guerra actual, Reggiani llama la atención sobre un punto: desde una posición realista, la tendencia europeísta en los años recientes, dada la ubicación geográfica de Ucrania, es difícil de aceptar para Rusia. Si estas tendencias se continúan afirmando, Reggiani vislumbra "un Cáucaso en ciernes": una frontera muy volátil en la que, independientemente de cómo se desarrollen los acontecimientos, es probable que haya conflicto permanente: "Como historiador yo veo un problema de difícil resolución y es este: dudo que los rusos cedan fácilmente a la creación sobre su frontera de un estado muy importante que, tras haber estado tantos años incorporado a la Unión Soviética, le sea hostil".

Aquí, fragmentos de la exposición de Reggiani:

"El conflicto interno de Ucrania es leído desde Rusia, desde la Unión Europea y los Estados Unidos, y sirve como escenario local para los enfrentamientos más globales", entró en tema el historiador. "En realidad yo tengo más preguntas que respuestas y lo que voy a plantear es una posibilidad de leer lo que está ocurriendo dentro de Ucrania, la dinámica interna, a partir de lo que Claus Offe denominó la triple transición de Europa Oriental, la triple transición poscomunista de los países del exbloque soviético".

"En 1991, las tres repúblicas soviéticas deciden separarse y Ucrania obtiene la independencia. Al mismo tiempo que se separan, Bielorrusia, Rusia y Ucrania, forman una asociación muy laxa que es esta comunidad de estados independientes. El enfoque de Offe hacía referencia a la necesidad de recorrer tres caminos para las exrepúblicas soviéticas:

-la construcción de una sociedad democrática,

-una economía de mercado

-y una identidad nacional.

Tres cosas que estaban prohibidas o bajo muchas restricciones durante el período soviético".

¿En qué medida pudo Ucrania recorrer el camino hacia la democracia?

"Con respecto al primer desafío, la construcción de la democracia, Ucrania tiene la particularidad de ser, de las repúblicas postsoviéticas, aparentemente la sociedad más liberal o en todo caso más plural, si la comparamos con Azerbaiyán, Kazajistán, Rusia misma o Bielorrusia. Hay una discusión entre los analistas sobre si Ucrania es una verdadera democracia o si se trata más bien de una sociedad en donde compiten distintas formas de autoritarismo, donde se disputan el poder distintos oligarcas y empresarios, una elite heredera del sistema soviético que salió ganando con la oleada de privatizaciones posterior a 1991".

Lo cierto es que este sistema político mantuvo una continuidad democrática, por lo menos desde el punto de vista electoral, plantea Reggiani, con elecciones periódicas, aunque con ciertas fracturas, como el caso del Maidán(Euromaidán o la Revolución de la Dignidad, serie de manifestaciones de índole europeísta y nacionalista que derrocaron al presidente Víktor Yanukóvich en 2014).

"Al menos, la democracia electoral parece funcionar", plantea Reggiani. "Habría que ver, de todos modos, si los partidos políticos son verdaderas organizaciones comparables con las de Occidente o se trata, como algunos sostienen, esencialmente de maquinarias electorales en torno a un jefe".

En este escenario, el historiador señala una excepción: las organizaciones de extrema derecha, que sí "tienen organizaciones de base. Particularmente el partido Svodoba, (que tiene) células bien implantadas en ciertos sectores. En algunos casos, armadas. Muchas de estas células hoy están integradas a las fuerzas de defensa en el combate contra Rusia. Un tema es: ¿hasta qué punto el gobierno de Volodímir Zelenski depende, para la defensa, de organizaciones de extrema derecha que han sido incorporadas a las fuerzas armadas ucranianas y luchan ante los invasores rusos?"

Para Reggiani, el nacionalismo surge como la "expresión de un malestar identitario y por otro lado, para llenar el vacío dejado por un descontento político. Esto no necesariamente se traduce en votos en el Parlamento, pero sí en una visibilidad y una presencia, sobre todo en la calle. Por ejemplo en el movimiento del Maidán, del 2014. La primera fase de ese movimiento es un movimiento ciudadano pro-europeo. Tras la represión policial, el movimiento entra en una segunda fase, y ya la composición social de los manifestantes que están en la plaza empieza a ser de un carácter más popular, populista, y comienzan a aparecer bandas armadas".

¿Y la economía?

"La economía ucraniana estaba integrada en un 80% a la economía soviética", explicó Reggiani. "Eso da una idea del colapso que representó la independenci,a y el hecho de que a partir de 1991, los ucranianos tuvieron que importar todo lo que necesitaban para su economía, en particular los recursos, pero también insumos industriales, a precios de mercado.

"La Unión Soviética vendía su petróleo hacia adentro, incluyendo a Ucrania, al 19% del precio del mercado mundial. Y el gas, al 21%. Ese subsidio se termina en el '91, donde Ucrania pasa a tener que importarlos a precios internacionales, salvo algún período de acuerdo con Rusia.

"La transición económica, en el caso de Ucrania y de muchos otros países, se traduce en un proceso de desindustrialización. A esto hay que sumarle el hecho de que, a diferencia de Rusia, Ucrania no tiene ningún recurso energético. Lo que cobra en relación a la energía es el derecho de paso de los gasoductos y oleoductos que la atraviesan.

"El período posterior al fin de la Unión Soviética se tradujo en una terrible situación social y económica. Desempleo, desindustrialización. Hubo una emigración masiva de ucranianos que intensifica una ya grande diáspora de ucranianos en otros países. Esa diáspora va a jugar un rol importante tanto en la política del acercamiento a la Unión Europea como, en algunos casos, en la motorización del nacionalismo".

La cuestión de la identidad nacional: Centro/Oeste versus Este

Ucrania, como muchos otros países de la región, tiene un carácter multiétnico. Quizás su particularidad está dada, explica Reggiani, por el hecho de que estas características multiétnicas coinciden en varios casos con el comportamiento electoral. Hay un marcado contraste, en todas las elecciones desde 1991 a esta parte, entre el Centro/Oeste del país, y el Este, que es la región donde reside la mayor parte de población rusoparlante.

El Este "es la zona que más integrada estaba a la economía soviética. Gran parte de la producción de esa región de Ucrania encuentra su salida en el mercado ruso y, por lo tanto, es una población que se muestra más desconfiada ante cualquier política que arriesgue romper el vínculo con Rusia.

"Todos los episodios de movilización expresando posturas pro-occidentales o anti-rusas en grandes ciudades como Kiev, por ejemplo, van a generar una contramanifestación o bien apatía donde hay una mayoría de población rusoparlante. Hay también, al mismo tiempo, y esta es la tragedia, un alto grado de mezcla, de matrimonios mixtos".

Las leyes de la lengua y la ley de descomunización

"En algún momento, se produce un proceso de intensificación de un nacionalismo étnico en Ucrania", describe Reggiani. Surge "la preocupación, no de organizaciones sino ya de parte del Estado, de reforzar la identidad ucraniana en un sentido que a veces explícitamente y a veces de manera implícita, tiene un tono marcadamente anti-ruso.

"Por un lado, estuvieron las leyes de la lengua, que no necesariamente prohibieron el ruso pero marcaron una clara preferencia por el ucraniano. Incluso, podían darse situaciones -esto en teoría, porque en la práctica nunca llegó a efectivizarse pero la ley decía eso- de que cuando uno llegaba a un comercio o lugar público, tenía que ser saludado en ucraniano, salvo que la otra persona pidiera que se le hablara en ruso. Si no lo hacía, supuestamente había una multa. Yo no he visto casos en los que se haya aplicado pero lo que me interesa acá es que todo esto son señales, gestos, que más allá de traducirse en leyes, son leídos de determinada manera desde el otro lado de la frontera, o desde el lado de la población rusoparlante en el Donbás, donde están estas dos repúblicas que se han separado y que están ahora sometidas a una especie de régimen especial bajo ocupación rusa.

"Lo mismo de con las cuotas de contenidos en idioma ucraniano en los medios audiovisuales. La radio y televisión recibieron una serie de normas al respecto, como pasó aquí durante la guerra de las Malvinas, cuando había que pasar una determinada cantidad de música en castellano y no en inglés. Algo parecido a eso.

"Luego están lo que se llamó las leyes de descomunización, desovietización. A alrededor de sesenta mil calles, plazas y edificios públicos, que tenían algún nombre vinculado con la historia comunista, se les cambió el nombre. Hoy día, por ejemplo, no queda ningún monumento de Lenin. En Ucrania había 5.500 monumentos de Lenin en 1991. El último fue derribado hace 3 o 4 años".

Rehabilitación del nacionalismo ucraniano de los años '30 y '40

"También hubo una especie de rehabilitación del nacionalismo ucraniano de los años '30 y '40, un nacionalismo fascista y anticomunista", explica Reggiani, "a través de la palabra de dirigentes políticos que rehabilitaron figuras como Stepán Bandera o Simon Petliura, figuras nefastas de la historia europea porque están asociadas con los pogromos antisemitas, con limpiezas étnicas de comunidades no ucranianas.

"Acá lo importante a señalar es que los partidos moderados no se han distanciado claramente de estos fenómenos. Justamente porque son fenómenos que están asociados a movimientos de extrema derecha que tienen mucho impacto, que son muy visibles en la calle y al mismo tiempo, se presentan como los baluartes de la defensa de la identidad. Obviamente, en medio de la guerra con Rusia, es mejor tener de amiga a la extrema derecha que espantarla y quedar asociado a una postura antipatriótica. Estas expresiones, con la guerra, obviamente, han crecido".

La extrema derecha, potenciada por la guerra

"Las organizaciones de extrema derecha no son las que tienen mayoría de votos, pero son las que ocupan la calle", explica Reggiani. La única de estas organizaciones que logró escalar en la política ucraniana, explica el historiador, es Svodoba, organización que nació con el nombre de Partido Nacional Social y después cambió a Svodoba, que significa libertad: "Tiene 4 ministerios. En 2010 llega al 10,5% de los votos. Tiene 37 diputados".

"El problema es que a la clase política, incluso al propio Zelenski, le va a costar separarse de estas organizaciones, especialmente durante una guerra, porque son las que están más comprometidas e incluso las que lograron instaurar los eslóganes, las consignas: 'gloria a los héroes', 'gloria a Ucrania'. La guerra potencia estas posturas porque se trata de una minoría muy organizada, que está armada, un poco porque se han quedado con los abastecimientos del Ejército ucraniano y otro poco porque están financiados por los propios empresarios. Parte de las fuerzas ucranianas que están peleando contra Rusia es gente que viene de los Ejércitos privados de algunos oligarcas. Una especie de guardia armada al estilo mafioso.

Más allá de la amenaza que sí representan las fuerzas reaccionarias ucranianas para la identidad rusoparlante, Reggiani no cree que existiera el riesgo de que la extrema derecha impusiera un régimen de tipo nazi en Ucrania, tal como citó Vladímir Putin al justificar la invasión (dijo que pretendía "desnazificar" el país): " Yo no creo que sea una situación comparable a la de Alemania en 1932, no hay un partido fascista con capacidad para tomar el poder en Ucrania. Lo que hay son varias organizaciones de extrema derecha con capacidad de intervenir políticamente en una situación que justamente le crea el espacio, porque son los que están organizados y dispuestos a salir a pelear aprovechando un vacío político que deja una ciudadanía muy desencantada con el sistema político".

Ucrania significa frontera: el dato clave de la ubicación geográfica

Reggiani señala este punto: este proceso de creciente nacionalismo y europeísmo no se da en cualquier país. Ucrania tiene un significado muy importante para Rusia. "No es un dato menor la ubicación geográfica", apunta.

"Como historiador yo veo un problema de difícil resolución y es este: dudo que los rusos cedan fácilmente a la creación sobre su frontera de un estado muy importante que, tras haber estado tantos años incorporado a la Unión Soviética, le sea hostil".

Contrariamente a lo que dice Putin de que Ucrania no es un estado, no es una nación, "Ucrania es una nación que se crea a fines del siglo 19", plantea el historiador. "Los ucranianos comienzan a llamarse a sí mismos ucranianos y a su tierra, Ucrania. Hasta ese momento estaban divididos, desparramados por varios lados. Ucrania significa frontera o confín.

"Pienso lo siguiente, desde una posición realista (aunque nunca lo he sido): yo entiendo a los ucranianos, absolutamente, pero también, (N de la R: mirándolo desde el otro lado de la frontera) es el segundo país en extensión de la región, es un país que tiene recursos -aunque haya quedado su economía devastada por el colapso de la Unión Soviética-, y es un país que es la vía de tránsito entre Rusia y Europa Central, con costas en el Mar Negro".

A largo plazo, apunta el historiador, si la tendencia europeísta y pro-OTAN de Ucrania se mantiene y se concreta, "lo que va a suceder es que Europa va a tener una frontera muy inestable, porque dudo mucho que la dirigencia rusa se quede sentada con los brazos cruzados con una Ucrania muy grande, y ni que hablar si queda adentro de la OTAN y de la Unión Europea. Veo otro Cáucaso en ciernes, otra situación de gran volatilidad, porque Ucrania no es Bélgica ni Luxemburgo, es un territorio inmenso, es lugar de paso de oleoductos y de gasoductos y tiene potencial económico".