El levantamiento del cepo ya se convirtió en una exigencia del mercado, pero el gobierno de Javier Milei insiste en que la transición debe ser "gradual" y evitar un salto brusco en el tipo de cambio. Para ello, se plantearon tres condiciones esenciales:
DÓLAR EN LA MIRA
Los 3 sí necesarios para la salida del cepo (cada vez más cerca)
El levantamiento del cepo ya se convirtió en una exigencia del mercado, pero el gobierno de Javier Milei insiste en que la transición debe ser "gradual".
41. Inflación objetivo
El gobierno busca que la inflación converja a una tasa mensual de 1,5%, equivalente a la suma del ritmo actual del crawling peg (1% mensual desde febrero) y la inflación internacional proyectada de 0,5%. Según estimaciones, este objetivo podría alcanzarse en mayo.
Sin embargo, el panorama futuro genera incertidumbre. Existe la posibilidad de ajustar el crawling peg hacia un ritmo del 0% (es decir, el fin de la minidevaluación diaria), lo que, en teoría, llevaría la inflación mensual a 0,5%.
Este escenario, de materializarse, podría cumplirse recién en 2026, siempre que las condiciones económicas sean favorables.
2. Base monetaria equilibrada
El segundo requisito plantea igualar la base monetaria actual a una meta de $47 billones. En este punto, el objetivo está lejos de cumplirse, ya que la base monetaria vigente ronda los $30 billones. Si se considera la base monetaria ampliada —que incluye letras del Tesoro (Lefis) y depósitos en pesos—, el total asciende a $46 billones, aún por debajo de la meta establecida.
Este desafío podría resolverse hacia 2026 mediante un proceso de re monetización sostenido. Sin embargo, el incremento necesario del 50% en la base monetaria conlleva riesgos si no se acompaña de estabilidad macroeconómica.
3. Fondos frescos para el BCRA
El tercer pilar apunta a la obtención de recursos externos para recapitalizar el Banco Central. En este aspecto, el gobierno está cerca de lograr avances significativos. Se especula con un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que podría concretarse antes de abril, por un monto de 11.000 millones de dólares.
Dicho acuerdo no implicaría necesariamente una devaluación abrupta ni la implementación de bandas cambiarias, manteniéndose el esquema actual de crawling peg. Este ingreso de divisas fortalecería las reservas y brindaría mayor margen de maniobra para reducir restricciones cambiarias.
El trasfondo político y el canje de deuda
El debate en torno al cepo se enmarca en un contexto político y económico marcado por incertidumbres electorales. Desde el lanzamiento de un reciente canje de deuda, surgieron especulaciones sobre si esta medida busca sentar las bases para levantar el cepo. Según esta hipótesis, el canje serviría para reducir la cantidad de pesos en circulación, disminuyendo así el riesgo de una corrida cambiaria.
No obstante, el análisis sugiere que el objetivo central del canje es descomprimir los vencimientos de deuda en pesos, especialmente aquellos que se concentran entre mayo y noviembre, totalizando $26 billones. ¿El resultado? $14 billones despejados
Y es que, con esta jugada, el equipo económico liderado por Luis Caputo evitó un colapso inmediato en el mercado de deuda local, ganando aire político y financiero en pleno año electoral.
La zanahoria de Caputo: Premios y cobertura para tentar al mercado
Para garantizar el éxito del canje, Caputo diseñó una oferta irresistible. En lugar de enfrentar el riesgo de un default técnico en pesos, el funcionario apeló a la seducción del mercado financiero ofreciendo premios extras. Reconoció un precio superior al que los bonos se negociaban en el mercado secundario, traduciéndose en un incentivo adicional de entre 10 y 15 puntos básicos de rendimiento, según cálculos de la city porteña.
Como parte de la estrategia, los inversores recibieron nuevos bonos duales, diseñados con cobertura contra aumentos inesperados de la tasa de política monetaria, un seguro atractivo para quienes desconfían de la estabilidad económica del país.
Alivio temporal sin atacar el problema de raíz
El calendario de vencimientos entre mayo y noviembre representaba una verdadera bomba de tiempo para el Gobierno. Este período, marcado por tensiones políticas y económicas, podía generar un descalabro cambiario si los pagos no eran reprogramados. Con el canje, el oficialismo despejó el horizonte inmediato, pero al costo de trasladar los problemas al próximo mandato.
Esta decisión, que algunos califican como una patada hacia adelante, no elimina el problema estructural de la deuda pública, sino que simplemente gana tiempo. En un contexto donde los mercados exigen señales de seriedad, el canje resuelve el urgente, pero deja intacta la crisis de fondo.
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