OPINIÓN

2019, ELECCIONES

Tensión: Los 2 L agitan las internas de Cambiemos y del panperonismo

"Mientras La Doctora (CFK), en Tribunales, mantiene la centralidad en adversidad, Martín Lousteau joroba a Mauricio Macri tal como Roberto Lavagna a Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey", sostuvo Jorge Asis Digital. Ni aún considerando la convocatoria que logró Sergio Uñac durante el fin de semana para Roberto Lavagna, el cronista de Jorge Asis cree que Lavagna sea una opción mejor que los de Alternativa Federal. Pero Lavagna sigue provocando convocatorias que no consiguen los otros. En cuanto a Lousteau, con nada le complicó el escenario a Macri, Marcos Peña y Jaime Durán Barba, dejando en evidencia que hay fragilidad extrema en la Casa Rosada.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Jorge Asis Digital). A Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, y a Roberto Lavagna, La Esfinge, los unifica la preferencia por evitar el trámite de la elección interna.

Para el Ángel, el desafío del radical reciente, Martín Lousteau, El Personaje de Wilde, arranca como una impertinencia. Lo joroba.

Es una falta de respeto institucional del radicalismo a su investidura.

Pero tarda en comprender que es peor. Es el reflejo exacto y frío de su caída.

Con benevolencia reconocida, durante tres años, El Ángel llevó de paseo a los radicales por los patios del poder.
Les sirvió churrascos en la Quinta. Los fotografió en el jardín con Marcos Peña, El Pibe de Oro.

Debieron admirar las postales de Billiken, de cuerpo entero o perfil, del Ángel junto a Obama, Macron, la Reina Máxima o Xi Jinping.

Pero fueron los radicales que devaluaba quienes lo diplomaron como candidato real a la presidencia. Durante la Convención de Gualeguaychú, cuando brotó la sustancia estructural de Cambiemos.

El Ángel aportaba la imagen del excelente producto de exportación.

Los radicales aportaban la historia y el territorio. El esqueleto de brillantes psicopedagogas y honestos farmacéuticos en cada pueblo.

Y la ONG de la señora Carrió, La Demoledora, aportaba el insumo de la transparencia. Con las sicarias implacables que aún ejecutan sus instrucciones.

Pero los radicales de Ernesto Sanz, Eterna Esperanza Blanca, dejaron de ser dóciles cuando llegó el otro sucesor mendocino. Alfredo Cornejo, El Cuyano Ríspido.

La amabilidad de Sanz coincidía con el magisterio del Ángel en las encuestas. La economía ya era un delirio, pero Sanz -solidario- les ponía el hombro.

La rispidez de Cornejo, en cambio, coincidía con la declinación de Mauricio, hasta extremos alarmantes.

Destino distante y cruel

La elección interna de La Pampa mostró de pronto que, como el rey del cuento, el Ángel estaba casi desnudo. El dominio carecía de legitimidad. Era trucho.

Con el viento de la llanura pampeana, los radicales experimentaron el hartazgo del renacimiento moral.

Cambiemos podía dejar de ser la concordancia frívola para derivar en una asociación verdadera. Ya no querían ser los guitarreros complementarios de la interpretación del solista.

El Ángel se transformaba en la antítesis del dicho popular que alude a Gardel. “Éste, cada día canta peor”.


Perfectamente Lousteau, el presentable radical flamante, podía postularse para afinar las serenatas. Y mantener su vigencia de perturbador.

Primero, poco faltó para que el Personaje de Wilde, en 2015, le arruinara la fiesta del Maxi Quiosco a Horacio Rodriguez Larreta, el Geniol.

Después, el angelismo pudo impresionarlo con la embajada imperial. Y en el retroceso de 2017 fue pan comido para Carrió y las sicarias.

En 2019 asume de nuevo el plácido rol del fantasma. Para asustar a Macri, justo en el lapso sin retorno de su vulnerabilidad.

Los que hasta hace seis meses lo consideraban el líder imbatible, de repente dudan como tías entre los anaqueles del supermercado.

Se preguntan, incluso, si corresponde cambiar de jinete para la próxima campaña.

Con perversidad lo comparan con Sor María Eugenia Vidal, La Chica de Flores de Girondo.

Para colmo, cualquier amarillito desorientado ya discretamente se atreve a cuestionar la estrategia del Pibe de Oro. Que aún sostiene que ganan, con el Ángel, en primera vuelta.

Aunque el destino haya dejado de ser el aliado perpetuo. Y hoy se muestre distante y cruel.

Que el correligionario Kroneberger, en La Pampa, le haga un caño a Mac Allister, el marcador de punta, vaya y pase.

Como que el correligionario Mestre, en Córdoba, pretenda florearse con Mario Negri, El Zorro Gris, radical integrado que complementa el histórico Héctor Baldassi, El Soplapitos.

Pero que el Personaje de Wilde, justamente en la India armonizadora, se atreva a palpar las nalgas del Ángel Exterminador, ya es demasiado.

El Señor Presidente está coucheado por el pensador Durán Barba, El Equeco, y por el Pibe de Oro, para ganarle, en segunda vuelta, a La Doctora. Sin competir con nadie más.

La agarrada interna con Lousteau sirve sólo para desperdiciar energías.

El Ángel Exterminador sólo concibe el combate de fondo contra La Doctora sentada en los Tribunales. Aunque disfrute técnicamente de la centralidad, en adversidad.

Nuestro Adenauer

Mientras tanto la Esfinge, Lavagna, Nuestro Adenauer, se prepara para combatirlo al Ángel.

Según el humo blanco de los artesanos de los números, en segunda vuelta tiene altas posibilidades de vencerlo.
Siempre y cuando pueda acceder a la dichosa segunda vuelta.

Si Nuestro Adenauer es nomás el candidato, hoy El Equeco, El Pibe de Oro y las sicarias temibles saltarían de algarabía.

Porque consolida la permanencia del Ángel, aunque esté “hecho percha”.

Corresponde, entonces, continuar con el aporte de aire y de gas para mantener la postulación tácita de Lavagna. Quien, con su reconocida modestia, se dispone a ser la figura superadora para el teleteatro del consenso de la “unidad nacional”.

“Si quiere ser Lavagna que compita”. Al cierre del despacho, ni Juan Manuel Urtubey, El Bello Otero, ni Sergio, El Titular de la Franja de Massa, ambos postulantes jorobados por la irrupción de Lavagna, tienen la menor intención, ante la majestuosidad de su figura, de apartarse.

Registran las súplicas republicanas para que los jorobados den el republicano paso al costado.

Así como a todo Macri le llega su Lousteau, a todo Sergio y/o Juan Manuel les llega también su Lavagna.

Debe aceptarse, sin perplejidad, que Nuestro Adenauer, con un par de postales, supo armar en el aire un proyecto político.

Brindó muestras de fortaleza política que debieran producir admiración.

Sobrevivió a la prueba incendiaria de las sandalias con medias. Salió indemne del asado de homenaje de Luisito Barrionuevo, El Bandeja.

Nuestro Adenauer se encuentra vigoroso y rozagante. Rejuvenecido, pese a ser promovido por la pensadora Beatriz Sarlo, que le brinda la pátina de estrategia intelectual.

Y viene respaldado por Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas), que intenta influir entre los anaqueles de la justicia. A los efectos de intervenir, otra vez, el papelón del Partido Justicialista.

Para blindar el aire de Lavagna con el plomo ritual del sello partidario.

Martín Lousteau joroba a Mauricio Macri tal como Roberto Lavagna a Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey.

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