El tema sobre el poder comunicacional a través de las redes sociales no deja de estar en el centro del debate. El presidente Donald Trump estos días ha dictado una orden ejecutiva dirigida a regular las compañías de redes sociales después que Twitter había señalado a dos de sus tweets como “potencialmente engañosos” (“potentially misleading” en inglés) y básicamente que no parecerían ajustarse a los hechos.
TRUMP VS. TWITTER
Poder Comunicacional y Redes Sociales
Urgente24 tiene una posición muy firme en esta cuestión: no es libertad de expresión sí o no. Es discurso del odio sí o no, tal como lo afirman los ejecutivos de Facebook que reinvidicaron a Twitter y le pararon la empresa a Mark Zuckerberg el lunes 01/06 para que tomara nota de su posición y consecuencia de conocerse que Zuckerberg había hablado telefónicamente con Donald Trump antes de escribir su 1er. comentario en Facebook, parcialmente ractificado luego del reclamo que fue difundido por The New York Times. Donald Trump, quien nunca condenó a los 'supremacistas', no ha revertido la erosión de la libertad de expresión que sucede desde la Patriot Act de 2001. Múltiples organismos internacionales tal como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) advierten la escalada regional de los discursos de odio e instan a los Estados a implementar medidas para su prevención y sanción. A su vez, resaltan que el fenómeno debe ser regulado con la suficiente especificidad para delimitar su interpretación y evitar avasallamientos contra la libertad de expresión. De todos modos, se acepta el debate amplio sobre un tema tan sensible. Por ejemplo, la siguiente opinión muy calificada:
Pero Trump fue mas allá en sus dichos al sostener que tales compañías tenían un poder sin control para“… censar, restringir, editar, moldear, esconder, alterar virtualmente cualquier forma de comunicación entre ciudadanos privados y largas audiencias públicas”.
El objetivo de la orden ejecutiva es limitar el poder de las mas importantes plataformas de comunicación social que gozan, mediante la protección de la ley de Decencia de la Comunicación 47 U.S.C. § 230,contra eventuales reclamos en base a los contenidos expuestos a través de ellas.
En efecto, la Sección 230 dice que "Ningún proveedor o usuario de un servicio informático interactivo será tratado como el editor o el orador de cualquier información proporcionada por otro proveedor de contenido de información".
La orden acusa a las plataformas de redes sociales de "invocar justificaciones inconsistentes, irracionales e infundadas para censurar o castigar el discurso de los estadounidenses aquí en casa". En sus fundamentos la orden señala que Twitteraplica un política "selectiva" de etiquetas de advertencia a "ciertos tweets", de manera que editorializa y pierde neutralidad de red.
Luego, la orden evoca sentimientos nacionalistas para identificar el mal del que hay que protegerse con un enemigo extranjero, en este caso China, al culpar a Twitter por difundir su propaganda, a Google por ayudar a su gobierno a vigilar a sus ciudadanos, y Facebook por beneficiarse de su publicidad.
Mediante la orden ejecutiva se intentá cambiar la interpretación que otras agencias federales tienen sobre el alcance de la Sección 230. Así pide a la Comisión Federal de Comercio, que tiene a su cargoproteger a los consumidores y promover la competencia, para que mediante nuevas regulaciones se aclare cuándo la conducta de una empresa podría violar las disposiciones sobre buena fe de la Sección 230, y así facilitar las demandascontra las empresas tecnológicas de comunicación con el propósito de disciplinarlas.
Las empresas tecnológicas venían hace tiempo discutiendo de qué manera podrían autoregularse para hacer frente al fenómeno de las fake news.
Jack Dorsey, principal ejecutivo y fundador de Twitter, ha establecido una política clara de sumprimir contenido que importe violencia directa a una persona determinada o grupo de personas o que glorifique la violencia y en esa línea actuó respecto de las manifestaciones de Trumpal sostener que a las protestas y saqueos le seguirían los disparos.
Mark Zuckerberg, contraparte en Facebook, quien hace un tiempo se manifestó a favor de regulación sobre el contenido en sus redes, en este caso,se diferenció de la política adoptada por Twiteer sobre la supresión de contenido y en un comunicado especial sostuvo: “Estas son decisiones difíciles y, al igual que hoy, el contenido que dejamos a menudo me resulta profundamente ofensivo. Tratamos de pensar en todas las consecuencias, y mantenemos nuestras políticas bajo revisión constante porque el contexto siempre está evolucionando… La gente puede estar de acuerdo o en desacuerdo sobre dónde debemos trazar la línea, pero espero que entiendan que nuestra filosofía general es que es mejor tener esta discusión abierta, especialmente cuando hay mucho en juego. No estoy de acuerdo con la forma en que el Presidente habló sobre esto, pero creo que las personas deberían poder ver esto por sí mismas, porque en última instancia, la responsabilidad para aquellos en posiciones de poder solo puede ocurrir cuando su discurso se analiza de manera abierta” .
Así es que el debate sobre la amenaza que representa para la libertad de expresión al establecer cualquier mecanismo de regulación previa del discurso y el fenómeno de la tecnologíava adquiriendo mayor densidad.
La discusión parece ser si una de estas plataformas, debería o no tener la facultad de determinar cuál información puede ser engañosa y etiquetarlo o simplemente restringirlo.
O bien, si es posible establecer algún tipo de regulación que garantice neutralidad y, a su vez, evite la proliferación de información que es fácticamente falsa, sea discurso del odio o incite a la violencia. Múltiples son las preguntas que podemos hacernos:
¿Necesitamos que alguien nos proteja de estos engaños o amenazas?
¿La mentira, el odio y la violencia deben tener o no el mismo tratamiento?
¿Es fácilmente rebatible esas manifestaciones falsas con mas discurso que las confronte o debemos restringir su proliferación?
¿Debe ser igual el tratamiento que merezca el discurso “oficial” que emane del gobierno que aquel que no lo sea o lo desafíe?
¿Es lo mismo etiquetar lo falso que suprimir el odio o la violencia?
El poder de la tecnología en la comunicación y su velocidad de circulación es un factor de la era digital pero cuando está además asociado al conocimiento que hoy se tiene, a través de la neurociencia, sobre como nuestros pensamientos están determinados por impulsos nerviosos y las sensaciones que los acompañan, el problema adquiere otra dimensión.
En efecto, nuestras respuestas y conductas están condicionadas por las emociones a partir de reacciones de nuestro sistema nervioso a los flujos de información.
William Davis, director del Centro de Investigación de Economía Política de Goldsmiths, University of London, afirma que, a diferencia de la comunicación anterior a la era digital donde los medios informaban hechos y luego editorializaban, ahora con la comunicación digital y el empleo de algoritmos sofisticados para almacenar y orderar datos, se informan hechos pero se ordenan de manera de sincronizar la atención y canalizar las emociones de un público que está observando en cada instante y en tiempo real.
Las personas tienen múltiples alterantivas diversas de atención al alcance de su mano en la propia red y la información es una de ellas. Así entonces, la información es presentada y ordenada para captar la atención.
Es en esta dinámica que la veracidad de los hechos, que se nos presentan cocinados en las usinas de las redes digitales de la comunicación, se hace menos relevante que el impacto que su presentación provoca para mantenernos atentos.
La defensa natural a esta abrumadora cantidad de información, que atraves de los algoritmos de datos personales nos selecciona en todo momento qué y cómo informarnos para captar nuestra atención, es refugiarse en aquello que confirma nuestro sesgo y nos evita descanzar del esfuerzo de chequear los hechos y otras opiniones alternativas.
No hay duda alguna del riesgo de cualquier regulación de los flujos de informaciónque puede derivar en gobiernos intentando manipular a las personas y controlar las voces disonantes al discurso propio. La reciente orden ejecutiva de Trump en los EE.UU. es un claro ejemplo.
Otros populismos catalogables como de izquierda o de derecha son presa de la misma tentación. Pero también,
¿Es acaso mejor un consejo asesor de iluminados que seleccionen las empresas de tecnología para hacer las advertencias sobre contenidos y/o la veracidad de los hechos?
¿Será eso suficiente frente a las fake news, el odio y la violencia?
¿Es acaso mejor no hacer nada?
La alternativa de ninguna regulación también tiene sus riesgos. El ejemplo de la manipulación electoral con Cambridge Analytica lo demuestra.
Entonces, esto nos interpela a preguntarnos, si para sostener la defensa de la sociedad abierta debemos encontrar los mecanismos para proteger la libertad de pensamiento y de expresión de manera robusta o permanecer inertes ante la realidad tecnológica de las comunicaciones en la que nos encontramos y las amenazas a la que como sociedad libre nos enfrenta.