DESPEDIDA DE UN DOCENTE

3 textos que cuestionan a los futuros periodistas del siglo 21

En diciembre de 2015, el profesor de Comunicación en la Universidad ORT, de Montevideo (Uruguay), Leonardo Haberkorn, escribió un post ya famoso: "Me rindo, no puedo contra los celulares, contra Whatsapp o Facebook". Él anunció que ya no volvería a dictar clases a universitarios indiferentes. Su post devino en un reclamo global. Por supuesto que él plantea un caso de desinterés y de carencia de información (ignorancia) de sus estudiantes pero también queda en evidencia un problema más complicado: el gran desinterés de muchos millennials por la agenda colectiva. Lo que tuvo menos trascendencia es que ocurrieron 2 posts más del colega Haberkorn con referencias a su texto original. Aquí va toda la documentación:

 

El 03/12/2015, el profesor, periodista y escritor Leonardo Haberkorn subió su post famoso con su rendición ante la decepción que le provocaban sus estudiantes de Periodismo en la Universidad ORT de Uruguay: "Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales".

Hubo escándalo. El 07/12/2015 él escribió un 2do. texto, titulado "Algunas aclaraciones y respuestas", que intentó reproducir las preguntas que le llegaban y las respuestas que se le ocurrían:

"(...) -¿No será que le faltan conocimientos pedagógicos?

-Seguramente, sí. Soy periodista, esa es mi profesión, mi oficio y mi principal medio de vida. Llegué a dar clases a través del periodismo, sin estudios docentes. Obviamente, no es el ideal. De todos modos, creo que los más indicados para calificarme como docente son los que han sido mis estudiantes.

-¿No podría sencillamente prohibir que usen las computadoras y los teléfonos?

-Las computadoras son imprescindibles en un curso de periodismo, porque se práctica escribiendo en clase, simulando los plazos y tiempos de una redacción, y se leen noticias. También las correcciones las hacemos en la pantalla, de modo que todos puedan aprender de los trabajos de todos. Entonces tenemos la computadora, le sacamos mucho jugo, pero al mismo tiempo está encendida y es una tentación muy grande usarla en otro sentido. Más de una vez pensé en dictar clase en un aula sin computadoras, pero siempre lo descarté por considerarlo un retroceso y un sinsentido.

-¿Y los celulares?

-Los teléfonos no tienen una aplicación concreta en el curso, salvo cuando hacemos ejercicios en la calle, cuando les pido que los usen para grabar y sacar fotos. La regla es que los teléfonos no pueden sonar en la clase, y eso se respeta. Pero, unos más desimuladamente que otros, comienzan a usarlos en el salón para chatear y responder mensajes. Y son un porcentaje alto. Podría echar a quien los usa en clase, es cierto. Pero me resisto a ser docente en esos términos.

-¿No se puede implementar que se los deje en una canasta al ingresar al aula y que los recogieran al salir?

-Sí, se podría. En algunos lugares se hace. A mí me parece una buena idea. Pero considero que no corresponde que la imponga un docente aislado, sino la institución, para todas las clases.

-¿Por qué estudiantes de periodismo están tan desinformados?

-Estos dos cursos eran del ciclo básico de la carrera, donde los estudiantes aun no optaron por la orientación que seguirán: periodismo, publicidad, audiovisual o comunicación corporativa. Es decir, no todos, ni siquiera la mayoría, quiere ser periodista. Eso podría justificar en algo el asunto de la desinformación. De todos modos, no creo que una sociedad democrática sea viable con ciudadanos tan desinformados, sean o no periodistas o futuros periodistas. Y el bache que los muchachos arrastran en este sentido es alarmante.

(...) -¿Las redes sociales tienen la culpa? ¿Acaso no tienen elementos positivos?

-Claro, son herramientas maravillosas. Yo las uso en mi vida personal y profesional, como periodista y también como docente en las clases. Desde hace muchos años siempre creo un grupo de Facebook del curso, donde compartimos materiales de interés y se cuelgan los trabajos, que luego todos pueden ver en la pantalla y corregir en conjunto. Pero, claro, tener el Facebook abierto refuerza la tentación de prestar atención a otras cosas.

-¿Usted culpa a las maestras?

-No. Es evidente que el problema está en muchos lados al mismo tiempo y eso es lo que lo hace difícil de solucionar. Solo aludí a aquellas maestras que no corrigen las faltas de ortografía, por nombrar a uno de los muchos eslabones de la cadena que no están funcionando. Pero hay maestras que corrigen las faltas y otras que no. Las que yo más conozco, porque han sido las de mi hija, siempre las corrigieron. Y cuando en algún momento tuve dudas, inmediatamente fui a hablar a la escuela. Pero hay otras que no lo hacen: cuando dirigía el suplemento Qué Pasa hicimos un informe sobre este tema, con datos alarmantes. Sobre todo porque hay una corriente intelectual que defiende este tipo de posturas, con la justificación de no estigmatizar a los niños."

Nueva polémica y el  21/02/2016, él escribió un 3er. texto sobre el asunto, titulado "Qué lo parió, Mendieta":

"A propósito de mi a esta altura famosa renuncia a dar clase en una universidad, me veo obligado a hacer un par de aclaraciones respecto a ciertas críticas que he oído.

Pensé que era evidente, pero al parecer no lo es: no estoy en contra de internet, ni de Google, ni de Facebook, ni de Twitter ni de Whatsapp.

Los uso todos. Tengo este blog y lo sostengo desde hace muchos años. Trabajo en un portal. Soy muy activo -y me va bastante bien- en Facebook y en Twitter. Tengo cuenta en Instagram y estoy en unos cuantos grupos de Whastapp.

A todas estas herramientas les saco muy buen provecho como periodista.

También las usaba como profesor. Y enseñaba a usarlas mejor. A obtener temas e información a partir de ellas. Todas son instrumentos que permiten potenciar el trabajo del periodista.

Claro, si se las usa adecuadamente.

Si estás entrevistando al presidente y te distraés mirando el último mensaje de whatsapp de tu grupo de pilates, la entrevista no va a salir muy bien.

Si estás escribiendo una nota, o mirando una película que tendrás que comentar en un obligatorio, y sentís urgencia en ver la penúltima selfie de la novia del hermano del primo del vecino del rancho que alquilaste en Punta del Diablo, algo está mal.

No te va a ir bien en el obligatorio.

Eso es lo que conté, lo que escribí.

Parece que no estaba claro.

Hay algunos mayores de 40 que tienen menos comprensión lectora que los muchachos de 18.

El otro gran argumento con el que me castigan algunos es el de haber osado mostrar a los jóvenes de 2016 la entrevista de Oriana Fallaci a Galtieri, que es de 1982.

Parece que la apatía y la falta de curiosidad -que son peores y más graves que el abuso del celular- son culpa mía y de la italiana.

La entrevista es vieja, dicen las mentes esclarecidas.

Hablan de las Malvinas y de la dictadura en Argentina. Temas viejos.

Los grandes temas de la entrevista son la democracia y los desaparecidos.

No hablemos más de los desaparecidos. Es viejo.

(...) La entrevista a la Fallaci se usa en clases de periodismo como ejemplo de entrevista confrontativa. Es clara la preparación previa de la periodista, su conocimiento a fondo del entrevistado, sus dichos y actos. Conoce y tiene información detallada de las circunstancias que rodean a su entrevistado. Tiene un punto de vista, pero está muy atenta a lo que le responde el dictador. Repregunta. Avanza. No se achica. El resultado es brillante. Se podría decir que es al periodismo lo que una composición de Mozart es la música. ¿A Mozart también hay que dejarlo de lado?(...)

Como Fontanarrosa hacía que Mendieta le dijera a Inodoro Pereyra:
Qué lo parió
."

El comienzo

 

Los jóvenes nativo digitales tienen, en la tecnología, en el frenesí de las redes sociales, algunas ventajas pero también muchísimas deficiencias que tendrán que ver cómo las corrigen para no descarrillar en la sociedad de la información que, curiosamente, parece que tiene empatía con sus usos y costumbres.

Para reconstruir la historia aquí va completo aquel texto que tituló "Con mi música y la Fallaci a otra parte", en su blog El Informante el 03/12/2015, cansado de la indiferencia de sus estudiantes en la Universidad de Montevideo:

Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez.

No dictaré clases allí el semestre que viene y no sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en comunicación.

Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla.

Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies.

Claro, es cierto, no todos son así.

Pero cada vez son más.

Hasta hace tres o cuatro años la exhortación a dejar el teléfono de lado durante 90 minutos -aunque más no fuera para no ser maleducados- todavía tenía algún efecto. Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo e hiriente que es lo que hacen.

Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado.

Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en 20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. A las cansadas, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿no era el canciller?

Así con todo.

¿Qué es lo que pasa en Siria? Silencio.

¿De qué partido tradicionalmente es aliado el PIT-CNT? Silencio.

¿Qué partido es más liberal, o está más a la "izquierda" en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos? Silencio.

¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí!

¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno.

Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales.

En un ejercicio en el que debían salir a buscar una noticia a la calle, una estudiante regresó con esta noticia: todavía existen kioscos que venden diarios y revistas.

En la Naranja Mecánica, al protagonista le mantenían los ojos abiertos con unas pinzas, para que viera una sucesión interminable de imágenes, veloces, rápidas, violentas.

Con la nueva generación no se necesitan las pinzas.

Selfies Facebook Naranja MecánicaUna sucesión interminable de imágenes de amigos sonrientes les bombardea el cerebro. El tiempo se les va en eso. Una clase se dispersaba por un video que uno le iba mostrando a otro. Pregunté de qué se trataba, con la esperanza de que sirviera como aporte o disparador de algo. Era un video en Facebook de un cachorrito de león que jugaba.

El resultado de producir así, al menos en los trabajos que yo recibo, es muy pobre. La atención tiene que estar muy dispersa para que escriban mal hasta su propio nombre, como pasa.

Llega un momento en que ser periodista te juega en contra. Porque uno está entrenado en ponerse en los zapatos del otro, cultiva la empatía como herramienta básica de trabajo. Y entonces ve que a estos muchachos -que siguen teniendo la inteligencia, la simpatía y la calidez de siempre- los estafaron, que la culpa no es solo de ellos. Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo.

Entonces, cuando uno comprende que ellos también son víctimas, casi sin darse cuenta va bajando la guardia.

Y lo malo termina siendo aprobado como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante.

No quiero ser parte de ese círculo perverso.

Nunca fui así y no lo seré.

Lo que hago, siempre me gustó hacerlo bien. Lo mejor posible.

Justamente, porque creo en la excelencia, todos los años llevo a clase grandes ejemplos del periodismo, esos que le encienden el alma incluso a un témpano. Este año, proyectando la película El Informante, sobre dos héroes del periodismo y de la vida, vi a gente dormirse en el salón y a otros chateando en WhatsApp o Facebook.

¡Yo la vi más de 200 veces y todavía hay escenas donde tengo que aguantarme las lágrimas!

También les llevé la entrevista de Oriana Fallaci a Galtieri. Toda la vida resultó. Ahora se te va una clase entera en preparar el ambiente: primero tenés que contarles quién era Galtieri, qué fue la guerra de las Malvinas, en qué momento histórico la corajuda periodista italiana se sentó frente al dictador.

Les expliqué todo. Les pasé el video de la Plaza de Mayo repleta de una multitud enloquecida vivando a Galtieri, cuando dijo: "¡Si quieren venir, que vengan! ¡Les presentaremos batalla!".

Normalmente, a esta altura, todos los años ya había conseguido que la mayor parte de la clase siguiera el asunto con fascinación.

Este año no. Caras absortas. Desinterés. Un pibe despatarrado mirando su Facebook. Todo el año estuvo igual.

Llegamos a la entrevista. Leímos los fragmentos más duros e inolvidables.

Silencio.

Silencio.

Silencio.

Ellos querían que terminara la clase.

Yo también.