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Alertan que el neurólogo de Cristina habría 'falsificado certificados'

Facundo Manes es el reconocido neurólogo y neurocientífico argentino que atendió a Cristina Fernández. El mismo que, según publica el sitio 'MDZ' carga con una causa por mala praxis a raíz de un caso en el que habría emitido certificados truchos en complicidad con las hijas de una anciana que pretendían gozar de la fortuna familiar antes de la muerte de su madre.

El diagnóstico firmado por el neurólogo Facundo Manes, de la Fundación Favaloro, estableció la existencia de una colección subdural crónica en la Presidente: un coágulo entre la dura madre y el cerebro originado aparentemente de un golpe que sufrió el 12/08 que le produjo un traumatismo en esa zona. Pero el motivo de su internación el sábado 05/10 habría sido una arritmia, lo que derivó en otro estudio que le detectó el problema en el cerebro. De allí se pasó a la recomendación de un mes de reposo.
 
eás allá del tema médico, la aparición de Manes remonta a los acontecimientos conocidos el 16/10/2007, cuando la Cámara de Apelaciones falló que Natalia Cohan de Kohen, de 89 años, no padecía demencia, patología diagnosticada por Facundo Manes –actual neurólogo de la Presidenta-. De acuerdo a la Cámara, Manes había actuado de manera incorrecta, en complicidad y por pedido de las hijas de la anciana, quienes pretendían gozar de la fortuna familiar antes de que su madre falleciera.
 
Según cuentan tanto 'MDZ online', como El Informador Público, los días de padecimiento para Natalia, comenzaron en 2005, cuando sus hijas, Nora y Claudia Kohen, la  obligaron a ir a un médico y luego de esto sorpresivamente la declararon insana. Al parecer querían gozar de la fortuna que sus padres durante años habían acumulado.
 
El esposo de Natalia fue el  fundador de “Argentia”, el laboratorio que fue vendido en 1993 por más de 190 millones de dólares, y el cual, durante los últimos años, pasó a ser propiedad de la familia. Argentia estuvo al frente de las hijas de Kohen y dos de sus nietas. Motivo que las llevó a tomar la ambiciosa decisión de declarar enferma mentalmente a la matriarca familiar.
 
Para ayudar a las sucesoras de la herencia a apoderarse del dinero antes del tiempo que corresponde por  ley, el neurólogo Facundo Manes emitió el 7 de junio de 2005 un certificado médico que serviría para promover un proceso de insania contra Natalia Cohan.
 
En dicho certificado, extendido y firmado en un talonario con el membrete del Fleni,  Manes manifestó en puño y letra haber evaluado en secciones de Neurología Cognitiva, Neuropsicología y Neuropsiquiatría a Natalia por un deterioro conductual, patología por lo cual el médico le diagnosticó demencia frontotemporal.
 
En el momento en que se abrió la causa y por lo cual la Justicia pidió pruebas, desde el Fleni informaron que no existía constancia de que Facundo Manes haya evaluado en dichas secciones de la institución médica a Natalia.
 
Luego de esto, se conoció un nuevo certificado, pero esta vez no firmado por Manes, sino por Griselda Russo, una médica que trabajaba en el Fleni y que el 7 de junio de 2005 extendió un certificado médico, afirmando también haberse atendido en el lugar mencionado por Cohan.
 
Dicha constancia médica firmada por la colega de Manes decía: “Si bien la paciente tiene diagnostico previo de enfermedad bipolar, gran parte de la sintomatología actual constituyen síntomas nuevos, en el contexto de TAC de cerebro con atrofia frontal focal, compatible con demencia frontotemporal (variante frontal)".
 
Debido a las incoherencias de los certificados y la información de referencia brindada por el registro formal del Fleni, los abogados de Natalia Cohan promovieron proceso penal en contra de Griselda Russo y Facundo Manes.
 
“Facundo Manes me endilgó una enfermedad que se llama enfermedad de Pick. Pero yo estaba sana. Me hizo internar en un neuropsiquiátrico y en sus declaraciones dijo que me hizo los estudios en Fleni, donde trabajaba antes, pero ahí ni siquiera tienen mi historia. Sólo usó los papeles de esa institución”, escribió Natalia a 'Página/12', en 2006.
 
Previo a un proceso indagatorio, de forma particular y ante el escribano José Scarso, la Dra. Russo, reconoció no haber evaluado ni conocido a la paciente en cuestión, pero sí emitido los certificados por pedido del Dr. Manes.
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Debido a la denuncia presentada por los abogados de la damnificada y la declaración de Russo, la querella criminal apuntó contra Manes, quien sería responsable por la emisión de certificados médico falsos para la promoción del proceso de insania, seguido de internación psiquiátrica y toma de medicación contra la voluntad del paciente, lo que indicaría mala praxis.
 
Además, hubo instigación sobre Griselda Russo, por complicidad y emisión de certificados médicos falsos, lo que indicó una intervención de la Justicia Criminal en su momento.
 
“Sobre las denunciantes de insania, mis hijas, tendrían responsabilidad penal por la utilización de un certificado médico falso, y se solicitaría la investigación sobre la persona que las habría alentad según sus propios dichos, a cometer los ilícitos mencionados”, expresó Natalia Cohan en ese momento.
 
“Con profundo dolor, después de haber soportado innumerables y dolorosos estudios, resuelvo poner en evidencia todas las irregularidades y vejaciones que realizaron contra mi persona. Y llego a la triste conclusión de que los móviles obedecen únicamente a intereses económicos. He recurrido a la justicia penal para denunciar todas estas violaciones a mis derechos. A pesar de gozar de un notorio perfecto estado de salud, tengo a mis espaldas un curador al que se facultó a censurar mis denuncias", dijo con tristeza Natalia.
 
La Dra. G. A. Carminatti, a cargo del Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 77, tuvo a cargo el proceso de insania y nulidad articulada. El cual en 2007 falló a favor de Natalia Cohan, declarándola sana.
 
Acerca de Manes, Guillermo Cherasnhy hizo una recopilación muy interesante de una investigación de Andrea Ferrari para le diario Página/12:
 
"(...) Da la casualidad que el Dr. Manes, que atendió a Cristina en la Favaloro, es el mismo que, en un episodio confuso, le detectó a la pintora y escritora de 88 años Natalia Kohen el síndrome de Pick. Manes ordenó la internación de ésta, que sirvió para desapoderarla judicialmente de sus bienes en beneficio de sus dos hijas mujeres. Por ese entonces, este neurólogo trabajaba en el sanatorio FLENI y utilizó la documentación de ese instituto para diagnosticar el síndrome de Pick.
 
“–Facundo Manes me endilgó una enfermedad que se llama enfermedad de Pick”, relató Kohen. “Pero yo estaba sana”, continuó, “me hizo internar en un neuropsiquiátrico y en sus declaraciones dijo que me hizo los estudios en FLENI, donde trabajaba antes, pero ahí ni siquiera tienen mi historia. Sólo usó los papeles de esa institución. Pero además, a una colega de él, la doctora Griselda Russo, le dijo que también me hiciera un diagnóstico y ella lo hizo, con unos términos muy científicos, sin haberme visto nunca. Yo no la conozco. Después admitió ante escribano que lo hizo para hacerle un favor al doctor Manes. Creo que todo esto tiene que servir para amparar a otra gente como yo, expuesta a estos médicos”.
 
Manes terminó denunciado por los abogados Ana Rosenfeld y Ricardo Gil Lavedra. Los cargos que éstos plantean son que se emitieron “certificados falsos que permitieron que se privara de su libertad a una persona y que se la medicara contra su voluntad” e “instigación sobre Russo para que emitiera un certificado falso”. Esto se debe a que la doctora Russo admitió ante un escribano que no vio a la paciente, sino que produjo el certificado “a requerimiento expreso” de su jefe, el doctor Manes, y exclusivamente sobre “manifestaciones clínicas y diagnósticas que el doctor Manes le refirió verbalmente en esa oportunidad” y un estudio tomográfico que le facilitó.
 
Manes fue echado del FLENI por usar la papelería sin permiso y después recaló en la Favaloro.
 
Cuando, en el final del acto de homenaje a Natalia Kohen, China Zorrilla subió al escenario con un ramo de flores, probablemente muchos pensaron en Elsa y Fred, esa película que protagonizó, donde a una pareja mayor se le daba por enamorarse y pasarla bien, para escándalo de la familia, que temía que dilapidaran sus bienes. La propia Zorrilla lo puso en palabras: “Si se filma tu historia –le dijo a Natalia– me gustaría hacer de vos”. No hay duda de que la historia de Kohen tiene aires de película. El acto que llenó la platea del Teatro Maipo pretendía rendir homenaje a esta artista plástica y escritora de 88 años, viuda de un poderoso empresario, en momentos en que enfrenta el juicio por insania iniciado por sus hijas, proceso que la llevó a estar casi un mes encerrada en un neuropsiquiátrico con el cuestionado diagnóstico de demencia frontotemporal firmado por Manes. “Aprovecho para decir que a esta altura de mi vida necesito que se haga justicia –dijo Kohen en el escenario–. Y que si llega cuando ya no estoy, ustedes me recuerden en este momento, en que soy muy feliz.”
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Con estos antecedentes, hay elementos suficientes como para dudar de la precisión del nuevo diagnóstico sobre la presidente. Y más teniendo en cuenta que los médicos presidenciales Luis Bonomo y Marcelo Ballesteros y varios médicos del Hospital Austral le habían detectado un cáncer en la tiroides a fines del 2011, que luego de operación, se comprobó que no existía.
 
El caso es que la arritmia de CFK podría estar generada por el uso de la Lebotiroxina, la droga para estabilizarla luego de una operación de tiroides. Usada en demasía, permite bajar de peso, o sea los 10 kilos que perdió para usar las calzas y el viernes pasado en La Matanza un pantalón gris elastizado. En fin, todo indica que no ingresó a la Fundación Favaloro por un golpe pero en el diagnóstico se habla de caída y traumatismo craneal. Bastante confusión por cierto en el diagnóstico de un médico que viene de prestarse a una maniobra dolosa para traspasar una fortuna familiar.
 
Todas estas contradicciones hacen pensar en un relato para dar parte de enferma y no enfrentarse al espejo de la derrota del 27 de octubre. Pero también puede ser que se quiera conseguir un “efecto lástima” que aumente los votos del Frente para la Victoria y hasta un operativo clamor, para un regreso triunfal a la Casa Rosada. Parece raro que el viernes la presidente estuviera espléndida al mediodía en La Matanza luciendo su figura delgada, quizás extremadamente, porque nunca estuvo así, lo que podría hablar de un estado de debilidad. Esto seguramente no lo sabremos, no sólo por no ser médicos sino por el secretismo y los confusos y falsos partes médicos de Bonomo y Ballesteros sino también por el oscuro pasado de Manes. Sería conveniente que se aclare el panorama, ya que el país está al borde una grave crisis de falta de dólares.
 
Página/12: Una batalla con varios frentes
 
“Es más fácil internar a una persona que volverla a la vida normal –sostiene la abogada Ana Rosenfeld, que representa a Natalia Kohen–. Ahora Natalia tiene que demostrarle a todo el mundo que está sana.” Rosenfeld asegura que el proceso fue viciado desde el momento de la internación: “Para hacerla por la fuerza, debería haber habido una orden judicial o bien ella tendría que haber estado sufriendo un brote psicótico”. Por el contrario, sostiene, fue la misma Natalia la que organizó, desde la clínica, la estrategia para que sus amigos se movilizaran para obtener su libertad.
 
Los pasos de la abogada incluyen su defensa en el juicio por insania, el reclamo de sus bienes, la revocación de una donación de cuadros a sus hijas y un juicio contra los médicos que firmaron los certificados que permitieron la internación.
 
- Juicio por insania: Aún está sin resolver. Según fuentes judiciales, en su informe, los peritos médicos Ricardo Beres, Carlos Díaz y Fabiana Zylber, designados por la jueza, diagnosticaron un “síndrome psicoorgánico” y hablaron de “peligrosidad por indefensión”. Allí aconsejan un “tratamiento psicoterapéutico y psicofarmacológico a cargo de un médico psiquiatra, con una frecuencia de una vez por semana” y no consideran necesaria al momento la internación. El informe fue cuestionado por ambas partes y se pidieron aclaraciones, que aún no han sido respondidas por los peritos. Sin embargo, hay un curador designado al que Kohen debe recurrir para resolver cualquier asunto.
 
- La disputa de los bienes: El estudio de Rosenfeld inició un proceso contra la hija mayor de Kohen por “simulación”. Esto se refiere al traspaso de acciones de la empresa Argentia, fechado “una semana antes del fallecimiento de Mauricio Kohen y firmado por un apoderado”, según explica la abogada. En ese acto “se decidió un aumento del capital de la hija mayor, Nora, quien pasó de tener el 3 por ciento de las acciones al 97 por ciento”, agrega. “Natalia no sabía nada de esto: el acuerdo entre ellas había sido siempre que todo era de las tres.” También iniciaron acciones para revocar la donación de una importante colección de cuadros que hizo Natalia a favor de sus hijas. “Pero el juez dijo que primero debe resolverse el juicio por insania, lo cual puede llevar mucho tiempo.”
 
- Proceso contra los médicos Facundo Manes y Griselda Ruso: Este proceso también se detuvo por la misma cuestión, pero tras la apelación la Cámara permitió que avanzara. En este caso, quien representará a Natalia será el abogado Ricardo Gil Lavedra. Los cargos que los abogados plantean son que se emitieron “certificados falsos que permitieron que se privara de su libertad a una persona y que se la medicara contra su voluntad” y en el caso de Manes, “instigación sobre Russo para que emitiera un certificado falso”. Esto se debe a que la doctora Russo admitió ante un escribano que no vio a la paciente, sino que produjo el certificado “a requerimiento expreso” de su jefe, el doctor Manes, y exclusivamente sobre “manifestaciones clínicas y diagnósticas que el doctor Manes le refirió verbalmente en esa oportunidad” y un estudio tomográfico que le facilitó.
 
Página/12 también intentó conocer la posición de las hijas de Kohen a través de su abogado, pero éste prefirió no hablar. No sólo eso: también se negó a que su nombre fuera mencionado en estas páginas.
 
Página/12: Una mano para Natalia 
 
 
Un Maipo repleto homenajeó a Natalia Kohen, una pintora y escritora de 88 años a quien sus hijas recluyeron contra su voluntad en un instituto neuropsiquátrico. La historia.
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Cuando, en el final del acto de homenaje a Natalia Kohen, China Zorrilla subió al escenario con un ramo de flores, probablemente muchos pensaron en Elsa y Fred, esa película que protagonizó donde a una pareja mayor se le daba por enamorarse y pasarla bien, para escándalo de la familia, que temía que dilapidaran sus bienes. La propia Zorrilla lo puso en palabras: “Si se filma tu historia –le dijo a Natalia– me gustaría hacer de vos”. No hay duda de que la historia de Kohen tiene aires de película. El acto que el martes por la noche llenó la platea del Teatro Maipo pretendía rendir homenaje a esta artista plástica y escritora de 88 años, viuda de un poderoso empresario, en momentos en que enfrenta un juicio por insania iniciado por sus hijas, proceso que la llevó a estar casi un mes encerrada en un neuropsiquiátrico con un cuestionado diagnóstico de demencia frontotemporal. “Aprovecho para decir que a esta altura de mi vida necesito que se haga justicia –dijo Kohen en el escenario–. Y que si llega cuando ya no estoy, ustedes me recuerden en este momento, en que soy muy feliz.”
 
El abundante y variado público fue un reflejo de su actividad en el mundo de la cultura. Estaban la secretaria de Cultura del gobierno porteño, Silvia Fajre, el director Hugo Urquijo, el actor Jorge Luz y el poeta Fernando Noy –quien compuso para la ocasión un acróstico, poema donde la inicial de cada verso formaba el nombre de Natalia–, y llegaron adhesiones de personajes como Sandro, Bergara Leumann, Pinky y el diputado Norberto La Porta. También había caras reconocidas del mundo científico, como el neurólogo Ramón Leiguarda, director de Fleni, justamente la institución adonde pertenecía hasta hace algunos meses el médico que hizo el diagnóstico que permitió la internación forzosa de Kohen.
 
El apoyo expresado en el acto es seguramente un reconocimiento del que ella misma prestó a muchos artistas cuando dirigía la Fundación Argentia. Profesora de Letras, había ejercido muchos años la docencia antes de dedicarse a la pintura, carrera que empezó visitando museos cuando viajaba con su marido, el industrial Mauricio Kohen, dueño de la farmacéutica Argentia y de una cuantiosa fortuna.
 
La vida de Natalia Kohen sufrió un quiebre en uno de esos viajes, cuando su marido tuvo un infarto y murió mientras dormía en un hotel de Madrid. A partir de entonces, su hija mayor, Nora, se hizo cargo de la empresa y ella siguió al frente de la fundación diez años más, hasta que la farmacéutica fue vendida. Para entonces ya había expuesto muchas veces sus pinturas y había escrito también varios libros. El cuento El hombre de la corbata roja, que fue luego convertido en ballet, le da título a uno de ellos.
 
–Esa historia empezó cuando fui a buscar un cuadro de Antonio Seguí para regalarle a mi hija menor –le contó a este diario en una larga conversación, días atrás–. Hubo uno que me llamó mucho la atención, donde uno de los hombrecitos que él dibuja corría con una corbata roja volando. El día en que compré el cuadro soñé que el hombre de la corbata roja me perseguía y me quería matar. Le escribí a Seguí una carta diciéndole: “Hacé algo para exorcizar a este personaje que vos creaste porque aparece en mis sueños”. El, siguiendo el chiste, me mandó un grabado de dos gauchos enfrentándose con puñales: dijo que se preparaban para matar al hombre de la corbata roja. Después se me ocurrió escribir un cuento con esa historia y salió en el libro. Elio Marchi se lo leyó a Julio Bocca y lo adaptamos para el ballet que se dio en el Maipo.
 
Pero los gauchos de Seguí no llegaron a defenderla el día en que Natalia Kohen pidió auxilio porque unos hombres con guardapolvo blanco querían llevársela por la fuerza.
 
Dice Kohen que con sus hijas siempre se había llevado bien, aunque “nunca estuvimos pegoteadas, cada una tenía su vida”. El punto de fricción se dio en 2005, cuando ella quiso aportar dinero a un proyecto dirigido por Clorindo Testa destinado a crear un centro cultural en el Paseo de la Infanta. Sus hijas manifestaron su desacuerdo.
 
–Mi hija mayor decía que otra gente me quería estafar y que yo no iba a tener ese dinero. Y entonces me enteré de que toda la fortuna estaba a nombre de ella, algo de que yo no sabía. Después de eso me empezaron a decir que me encontraban cambiada y querían que viera a algunos médicos. Primero fue un psiquiatra, que me encontró bien. No conformes, buscaron un neurólogo.
 
Al mismo tiempo, Natalia había decidido consultar a una abogada para discutir su situación.
 
–Esa abogada me dijo que si no tomaba una determinación rápida mis hijas me iban a encerrar. Yo me reí y dije “mis hijas jamás me van a hacer eso”.
 
Días más tarde, esperaba a una amiga para salir a pasear cuando se abrió la puerta.
 
–Entró Claudia, mi hija menor, con su llave, junto con su marido y seis enfermeros vestidos de blanco con una caja de inyectables y una silla de ruedas. Yo creí que me moría. Fue algo muy brutal. Mi hija estaba delante de mí, yo pidiéndole auxilio y ella sólo me miraba. Y mi yerno me gritaba “usted tiene que ir porque está muy enferma”. Los enfermeros se habrán dado cuenta de que no era una loca furiosa porque les pedí que me dejaran un ratito, que estaba muy nerviosa, y accedieron. Después me llevaron en una ambulancia a Ineba.
 
Por una curiosa vuelta del destino, Natalia Kohen ya había estado en esa clínica: allí había dictado un taller literario para los pacientes. De modo que sus propios libros estaban en la biblioteca. Ese día, recuerda, hacía frío.
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–Mi llegada fue traumática. Me había puesto un saquito de piel, estaba bastante fresco. Me dejaron en un lugar sola, yo estaba terriblemente abatida y cansada. Escuchaba en otro cuarto las voces de mis hijas. Vino una enfermera, me dieron algo y se ve que me durmieron. A la mañana siguiente me desperté, todavía vestida con el saquito, en un dormitorio.
 
–¿Cómo fue su estadía allí?
 
–Era una vida bastante reglamentada, con horarios para levantarse, desayunar… Me medicaron como si estuviera enferma, pero yo estaba sana, de manera que me estaban idiotizando. Y uno convive con gente enferma. Había una muchacha de unos 35 años y una mentalidad de ocho que se pasaba llorando y pidiendo por la mamá, gente que gritaba de noche, una que se quería cortar las venas…
 
Fue ella misma quien empezó a moverse para conseguir dejar el lugar. Primero obtuvo –regalo de la visita de otra paciente– una tarjeta telefónica que le permitió hablar con algunos amigos. Luego les envió una carta, que también salió de la mano de una visita, sugiriéndoles estrategias para que el tema se hiciera público. Salió un artículo en este diario y tuvo repercusión en otros medios.
 
–Después de la nota me sacaron de Ineba, porque se vieron obligadas. Cuando salí se me trababa la lengua por la medicación. En mi casa colocaron redes en el balcón, sacaron los cuchillos y tijeras y me pusieron un acompañante terapéutico todo el tiempo.
 
Natalia vuelve a indignarse cuando habla del diagnóstico que permitió internarla en Ineba.
 
–Facundo Manes me endilgó una enfermedad que se llama enfermedad de Pick. Pero yo estaba sana. Me hizo internar en un neuropsiquiátrico y en sus declaraciones dijo que me hizo los estudios en Fleni, donde trabajaba antes, pero ahí ni siquiera tienen mi historia. Sólo usó los papeles de esa institución. Pero además, a una colega de él, la doctora Griselda Russo, le dijo que también me hiciera un diagnóstico y ella lo hizo, con unos términos muy científicos, sin haberme visto nunca. Yo no la conozco. Después admitió ante escribano que lo hizo para hacerle un favor al doctor Manes. Creo que todo esto tiene que servir para amparar a otra gente como yo, expuesta a estos médicos.
 
–¿Por qué cree que sus hijas tomaron esa actitud?
 
–Yo creo que ellas tenían miedo de que a mí se me ocurriera casarme. Habrán pensado que podía tener un marido que empezara a escarbar en los antecedentes, que viera cómo mi hija consiguió hacerse de las acciones de la empresa tras la muerte de mi marido.
 
–¿Y pensaba casarse?
 
–No –sonríe–, en ningún momento pensaría en volver a casarme. Yo viví con mi madre, que tenía un carácter fuerte. Después viví 38 años con mi marido, que también tenía un carácter fuerte. Y dije basta, no me caso más. Si he tenido algún compañero ha sido completamente libre.
 
Actualmente su abogada, Ana Rosenfeld, inició un proceso contra una de sus hijas por “simulación” en el traspaso de acciones de la empresa y otro para poder revocar la donación de cuadros que hizo Kohen a favor de ambas. También avanzaron en la demanda contra los médicos que permitieron su internación, juicio donde será representada por el penalista Ricardo Gil Lavedra. A ella le han hecho muchos estudios. Muchísimos, dice.
 
–Me estrujaron el cerebro. Me hicieron contar de atrás para adelante, dibujar… cincuenta mil tests. Salió todo bien, estoy bien. De modo que estoy esperando que la jueza me declare sana. Pero con el agregado de que dicen que tengo que tener un curador para que me controle. Yo quiero que mis bienes me sean devueltos.
 
Falta un buen trecho, sin embargo, hasta que Kohen pueda salir de ese laberinto de papeles y estudios en que ha quedado encerrada, ya que el juicio por insania está lejos de cerrarse. Por eso, el acto del Maipo fue una pequeña revancha donde recibió palabras afectivas, flores, aplausos de la platea de pie, un plato brillante con una inscripción y hasta una invitación de Jorge Luz a comer en ese mismo plato un guiso de lentejas. Que no dudó en aceptar.