¿QUÉ PASÓ CON LA REVOLUCIÓN?

La metamorfosis de Lula da Silva

En su nuevo libro Os Sentidos do Lulismo, el ex portavoz de Luiz Inácio Lula da Silva, André Singer, afirma que el PT cambió un reformismo "fuerte" por uno "débil", con cambios sociales lentos. Aquí un extracto del capítulo “Será o lulismo um reformismo fraco?”:

 

por ANDRÉ SINGER
 
S. PAULO (Os Sentidos do Lulismo). Debido al retraso secular de Brasil, existía la expectativa de que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, al ser electo en 2002 por un partido de orientación socialista, tomara medidas para provocar la contracción rápida de la brecha social, incluso a costa de tener una confrontación política. Se trataría de la adopción de lo que podríamos llamar " reformismo fuerte", "intensa redistribución de la renta en un país obscenamente desigual", en palabras de Francisco de Oliveira (sociólogo, uno de los fundadores del PT, ahora afiliado al PSOL).
 
Hay que reconocer que la plataforma "reformista fuerte", fue la perspectiva original del PT. En las propuestas del partido hasta 2001, se pueden encontrar varias indicaciones de lo que se concretaría si el alma de Sion (referencia al Colegio Nuestra Señora de Sion, donde fue la reunión de fundación del PT en 1980) hubiera prevalecido en Luiz Inácio Lula da Silva. Desde la garantía de trabajo agrícola mediante la distribución de tierras hasta la tributación del patrimonio de las grandes empresas y fortunas para crear un Fondo Nacional de Solidaridad destinado a financiar proyectos propuestos por organizaciones de la comunidad. Existe un conjunto de elementos que pasan por la reducción de horas de trabajo a 40 horas sin reducción de salario, la creación del Programa de Garantía de Renta Mínima, revisión de las privatizaciones, que diseñan la perspectiva de cambios fuertes...
 
Era clara la referencia histórica de ese programa. En el texto de 1994, el impuesto de emergencia sobre el patrimonio era comparado con "lo que fue hecho en la mayoría de los países europeos en la 2da. post-guerra". El hecho de que tal propuesta resurgiera medio siglo después en la plataforma de un partido de la periferia capitalista, presenta el tipo de cambio que tenía en mente. "Los años de guerra proporcionaron una ética de colectivismo que resonó durante otras tres décadas", dice Geoff Eley (historiador británico). Ese fue el momento en que la reducción de la desigualdad evolucionó a través de la implementación del Estado de Bienestar social en Europa y en el Reino Unido. En la formulación original del PT, el partido estaba destinado a producir cambios estructurales similares en Brasil.
 
La política de expansión de los derechos universales con miras a la rápida reducción de la desigualdad debería ser impulsada con la misma visión, a través de una intensa movilización popular. Las organizaciones de base tendrían que reemplazar, en Brasil, la conmoción igualitaria provocada por la guerra en Europa como palanca de la ruptura. La convicción sobre el camino a recorrer sonaba tan fuerte que hubo quien se preparó para, desde el gobierno, construir lo que serían las anclas del "poder popular". Frei Betto informa que, en 2003, el Fome Zero (Hambre Cero) implantara "comités de gestión" en casi 2.400 municipios. Estos comités, integrados por representantes de las organizaciones de la sociedad civil organizada local, podrían haber sido la fuente de movilización por debajo para cambiar la correlación de fuerzas y preparar el terreno para un proceso acelerado de reducción de la desigualdad. Con el lanzamiento del plan Bolsa Familia, en septiembre de 2003, en el que la tarjeta de beneficio era un acuerdo entre el gobierno federal y los gobiernos locales, los comités de gestión comenzaron, sin embargo, a perder utilidad. La propuesta de auto-organización para la lucha política de clases, que estaba en el corazón de los grupos que formaban el PT en la década democrática (1978-1988), no fue asumida por el gobierno de Lula.
 
Las condiciones para el programa de lucha contra la pobreza provendrían de la neutralización del capital a través de concesiones, no de la confrontación. La continuidad de la tríada de tasa de interés alto, superávit primario, y tipo de cambio fluctuante, jugaría el papel de calmar el capital. Por otra parte, la simpatía pasiva de los trabajadores, para quienes la activación del mercado interno y la recuperación del mercado laboral representaban beneficios reales, garantizó la paz necesaria para que no hubiera radicalización. Después del escándalo del "mensalão" y la emergencia del lulismo, especialmente en el 2do. periodo, con el apoyo social formado por los votos del subproletariado, Lula pudo implantar la fórmula "orden y cambio" con mayor libertad y mejores resultados.
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El proyecto de lucha contra la pobreza terminó firmándose sobre 4 pilares: transferencia de ingresos a los pobres, ampliación del crédito, valorización del salario mínimo, lo que resultó en un aumento del empleo formal. Si discernimos con dignidad, percibiremos quekis 4 pilares son, de forma atenuada, las mismas propuestas del "reformismo fuerte", pero en versión homeopática, diluidas en dosis homeopáticas, para no provocar enfrentamientos.
 
El Bolsa Familia no es más que el primer paso del Programa de Garantía de Renta Mínima. El texto de 1994 del PT esperaba que el programa de ingreso mínimo "podrá introducirse gradualmente, de manera compatible con las finanzas públicas de las regiones más pobres a las más ricas, empezando por los ciudadanos que tienen patria potestad sobre los menores en edad escolar". Las similitudes con el plan Bolsa Familia son evidentes.
 
En el ámbito financiero, también hay similitudes. La expansión de los préstamos hipotecarios y de crédito rural; la mejora de los bancos públicos para que constituyeran "instrumentos eficaces para la financiación de la producción"; el fortalecimiento de las entidades de crédito de apoyo a micro, pequeñas y medianas empresas; e incluso la institución de fondo para financiar proyectos sociales fueron, de alguna manera las propuestas contenidas en el proyecto original (1994) y contempladas en la importante expansión del crédito que ocurrió bajo Lula, de R$381 millones (US$ 187,4 millones) en 2003 a R$ 1,4 billon (US$ 688.000 millones) a principios de 2010, según datos del gobierno. Lo que no sucedió fue el impuesto de riqueza o reforma fiscal que volvería el impuesto más progresivo y directo o el condicionamiento de los préstamos a las empresas a mantener y aumentar el nivel de empleo, según lo previsto en el documento de 1994.
 
En cuanto a la valoración del salario mínimo -bandera histórica del reformismo fuerte en Brasil-, apareció en la redacción en 1994 como una propuesta de "aumento gradual y permanente" para lograr el objetivo de "duplicar su valor actual en el menor tiempo posible" y, en el periodo subsiguiente, alcanzar el nivel indicado por Dieese (Departamento Intersindical de Estatística e Estudos Socioeconômicos).
 
El gobierno de Lula, a partir de 2005, promovió el aumento gradual del salario mínimo, alcanzando un valor real 50% mayor en 2010 con respecto a 2002. Por otra parte, en febrero de 2011, el Congreso aprobó el proyecto ejecutivo fijando una política pública de valuación del mínimo: el incremento real del salario mínimo entre 2012 y 2015 será en referencia a la variación del PIB de los dos años anteriores.
 
En otras palabras, se aseguraron aumentos reales, siempre que la economía creciera por lo menos hasta la mitad de la década. Pero, siguiendo al ritmo anterior, el valor del salario mínimo debería alcanzar el doble de lo que era en 2002 solo a finales de 2010. Y, aún así, estaría lejos de lo indicado por Dieese: R$ 2,227.53 (US$ 1.097) en diciembre de 2010 (cuando el salario mínimo en vigencia era de R$ 510 -US$ 251-, aproximadamente el 23% de lo que debería ser, de acuerdo con Dieese). El destino del salario mínimo en el lulismo se puede tomar como otro paradigma del reformismo débil.
 
Para alcanzar el valor de Dieese, objetivo de Sion, el reformismo débil adoptado en Brasil tomará por lo menos 2 décadas más.
 
De manera parecida fue contemplado "el derecho al trabajo para todos", elemento clave, dejando de lado los aspectos radicales. Las directrices de 1994 proponían una "gran movilización nacional" en torno a la cuestión. Para llegar a la meta, se sugería la creación de puestos de trabajo mediante la expansión de servicios tales como la salud y la educación, inversión pública en el área de infraestructura económica y social, reducción de la jornada laboral, condicionamiento de la financiación del mantenimiento y aumento de empleo y apoyo a cooperativas y microempresas
 
El PAC (Programación de Aceleración del Crecimiento) aumentó el empleo en el sector de la construcción a través de obras de infraestructura "económica y social" (especialmente después de creación del Programa Minha Casa Minha Vida), según lo establecido en el documento de 1994. La disminución del desempleo a 5,3% en diciembre de 2010 fue, en cierta medida, la consecuencia de esas políticas, porque la construcción constituyó un elemento esencial en la creación de puestos de trabajo después de la crisis de 2008.
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El primer año del gobierno de Dilma dio continuidad a esa orientación, generando 1,9 millón de empleos, terminando con una tasa de desempleo del 4,7% en diciembre de 2011. La investigación Seade / Dieese, sin embargo, señalaba casi el doble de desempleo (9,1%) en la misma fecha, en parte por incluir como desempleados a quienes, con empleos precarios + los que son sin trabajo, no buscaban ubicación en el mes más reciente. La propuesta del reformismo era una fuerte reducción de la jornada laboral, acompañada de la prohibición de las empresas de achicar la nómina de pagos, resultando en una absorción rápida de la parte aún no formalizada de la población económicamente activa, contribuyendo, al mismo tiempo, a la mejora en relación a aspectos precarios del propio trabajo formal, tales como en la construcción. Pero eso está fuera del modelo del reformismo débil.
 
Al tomar las propuestas originales del PT, aquello que no implicaba enfrentar el capital como sería el caso de la tributación de las riquezas, revisión de las privatizaciones, reducción de la jornada laboral, expropiación de las grandes propiedades o negociación de precios a través de los foros de las cadenas productivas, el lulismo mantuvo la dirección general de las reformas previstas, a pesar de aplicarlas muy lentamente.
 
¿Será el reformismo suficientemente débil como para dar cuenta de los impases legados por la formación del país? Desde el punto de vista de la reducción de la pobreza monetaria absoluta, hubo un aumento del 2% del valor del PIB de las transferencias de ingreso a las familias con resultados tangibles. Datos de IPEA muestran una disminución consistente del número de brasileños que viven por debajo de la línea de pobreza (monetaria), 36% a 23% entre 2003 y 2008, con una proyección virtual de la erradicación de la pobreza (monetaria) hasta el final de la década de 2010.
 
Se trata, sin embargo, más que del simplemente acceso a los recursos financieros.
 
A través de diversos mecanismos, tales como el Bolsa Familia, junto con la seguridad alimentaria, la expansión del crédito, la valorización del salario mínimo y el aumento de la inversión pública, especialmente en la construcción y la generación de empleo, sobre todo en el noreste, donde fueron liberadas energías sociales. La proliferación de iniciativas "moleculares" para la superación de la pobreza apunta a lograr cambios estructurales. Por otro lado, si nos fijamos en la pobreza del ángulo de Amartya Sen (un economista indio, premio Nobel de Economía, 1998) y José Eli da Veiga (economista, profesor de la Universidad de São Paulo), como "privación de capacidades básicas", identificamos otra vez la lentitud del lulismo.
 
Considerando, por ejemplo, el acceso a la red de alcantarillado como índice de pobreza, el reformismo débil pospondrá para otra generación (unos 25 años), el momento en que todos los brasileños puedan disfrutar de este servicio básico y así dejar atrás la pobreza, ya que el número de hogares conectados a la red aumentó de 34% a 46% entre 2000 y 2008, con una proyección de mucho camino por recorrer hasta la universalización de ese derecho.
 
Lo mismo ocurre con la disminución de la desigualdad. El reformismo débil fue capaz de combatir la falta de equidad en Brasil a un ritmo comparable al de la implantación del Estado de Bienestar en Gran Bretaña y USA. Pero el punto de partida brasileño era mucho más bajo que el de los referidos países y se necesitaría sostener políticas de reforma durante más de dos décadas para lograr un nivel de vida "similar" al de ellos, tal como la imagen Rooseveltiana de Paul Krugman (economista estadounidense, premio Nobel de Economía de 2008). Lo que estamos viendo, por lo tanto, es un ciclo reformista de reducción de la pobreza y de la desigualdad, un ciclo lento, teniendo en cuenta que la pobreza y la desigualdad han sido y continúan siendo inmensas en Brasil. Esto explica el aspecto ideológico del imaginario del New Deal que se instaló en el país, ya que no está en el horizonte real del reformismo débil producir, en "pocos años", un estándar general de vida "decente" y "similar". 

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