CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Desde hace 24 horas, la versión pulula por los corrillos empresariales: hay cuestionamientos severos a José Ignacio de Mendiguren, presidente de la Unión Industrial Argentina, de parte de sus representados. No de todos ellos sino de algunos, básicamente identificados en la Copal (Coordinadora de Productos Alimenticios) y en Adefa (Asociación de Fábrica de Automotores).
CONFLICTOS EN LA UIA
Cuestionamientos a José de Mendiguren
José Ignacio de Mendiguren le ha prometido a sus representados en la Unión Industrial Argentina, mucho más de lo que pudo cumplir. En verdad, ni tope salarial ni prórroga en el nuevo sistema de importaciones. Tanto en la industria alimentaria como en la automotriz han comenzado los reparos a la dirigente empresario preferido de Cristina Fernández de Kirchner.
Mendiguren llegó nuevamente a la presidencia de la UIA presentándose como un abrepuertas, en el difícil vínculo entre los empresarios de las industrias manufactureras y el Frente para la Victoria.
Mendiguren ya había exhibido ese rol en el pasado, cuando la alianza entre Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín debilitaba a Fernando De la Rúa/Domingo Cavallo y su convertibilidad. Así, Mendiguren condujo la devaluación del peso, la pesificación asimétrica y fue ministro de Producción hasta que Roberto Lavagna le impuso a Duhalde el despido de Mendiguren porque no quería concentrar poder.
Mendiguren se presentó, en los nuevos días ladriprogresistas, como quien enderezaría la relación entre la UIA y Cristina Fernández.
Juan Carlos Lascurain, de los metalúrgicos de Adimra, era el más cercano al Frente para la Victoria pero no podía regresar a la conducción de la UIA precisamente por eso.
avier Madanes Quintanilla, presidente de Aluar, tenía ambiciones pero que no superaban obstáculos formales, y no obtenía el apoyo de Techint, que reclamaba su supuesto derecho a designar al reemplazante de Héctor Méndez.
Mendiguren surgió como una alternativa que Techint tuvo que terminar aceptando.
El problema es que Mendiguren ha prometido mucho y concretado nada. Las dificultades en la relación entre la UIA y Guillermo Moreno, el Nº1 de la política económica de Cristina Fernández, son crecientes. Mendiguren tampoco tuvo éxito en el lobby ante Ricardo Echegaray, jefe de los recaudadores de la Afip, por debajo de Moreno en el organigrama real de la cartera económica.
En el interín, Mendiguren realizó gestos elocuentes de apoyo a Cristina Fernández, al Frente para la Victoria y a sectores puntuales de ese movimiento. Por ejemplo, la agrupación La Cámpora.
Mendiguren fue quien les informó a sus representados que la Presidente de la Nación les había prometido convenciones colectivas de trabajo con tope para 2012, y deslizó el famoso 18% que otros estiraron a 20%, y que sería no solamente un desacelerador inflacionario sino también una forma de recomponer capital en las empresas.
Ahora en la UIA se comprende que no solamente no se pudo diferir la nueva reglamentación sobre importaciones sino que tampoco habrá límite alguno en la renegociación salarial 2012.
Por lo tanto, ha comenzado un debate acerca de la conveniencia del oficialismo de Mendiguren para una relación donde la Confederación General del Trabajo se encuentra lanzada a una ofensiva, por la conducción de Hugo Moyano, y parece en condiciones de imponerle algunas cuestiones a Cristina Fernández. Por ejemplo, del 18% ya ni se habla. De hecho, la convención colectiva que se cerró será homologada en un mínimo de 24% aunque hay otras mejoras en el escalafón. Y en breve llegan otras convenciones colectivas que, mediante presión sindical, cerrarían en los niveles equivalentes a 2011 cuando la actividad económica se presume menor.
Éste es el nudo del cuestionamiento a Mendiguren: si los ajustes salariales 2012 son equivalentes a los de 2011 pero con menor actividad económica, y por lo tanto menor rentabilidad, y todo para compensar los ajustes tarifarios que inició el Ejecutivo Nacional para reducir los subsidios, en verdad hay una transferencia de riqueza de las empresas al Estado vía los asalariados.
Entonces, ¿de qué sirve la genuflexión permanente de Mendiguren ante los funcionarios del Estado si estos están promoviendo una transferencia de riqueza desde el sector empresario, sin beneficio alguno para estos ya que ni siquiera les garantizan una 'paz social'?
Todavía no se trata de la caída de Mendiguren sino de cuestionamientos a su rol y a su falta de éxito. Pero es problable que el final de Mendiguren se encuentre muchísimo más cercano que el de Hugo Moyano al frente de la CGT.