CLAVES

INTERNA EN EL REARMADO DE JXC

Monzó le arruinó a Macri su columna en La Nación: "Tiene que dar un paso al costado, él y los K dejaron un país hecho mierda"

Emilio Monzó, armador de Cambiemos en 2015 y expresidente de la Cámara de Diputados, disparó contra el expresidente Mauricio Macri pidiendo "una renovación y que dé un paso al costado". "Si fuera candidato a diputado nacional por la Capital o de lo que sea en búsqueda de fueros sería un atraso", arremetió. Muy interesante la crítica constructiva hacia el presidente Alberto Fernández y el enorme Gabinete que diseñó, que está desgastado por la pandemia. Todo esto en el marco de la convocatorio de Macri y Bullrich a marchar este domingo 13 de septiembre a las 16.

Emilió Monzó, uno de los que lidera el rearmado de Juntos por el Cambio desde el centro y la moderación, arremetió contra el expresidente Mauricio Macri y la presidente del PRO Patricia Bullrich, el ala dura del frente opositor.

Habló en Perfil, Página 12 e Infobae. Allí dio definiciones en la misma dirección hacia la reconstrucción de JxC mirando la renovación de un sector de la política -algo no menor para los tiempos que vienen-, aseguró que "probablemente" será será candidato en las legislativas 2021 y abrió otra interna, que es por la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires en 2023, algo a lo que aspira también Jorge Macri, intendente de Vicente López y primo de Mauricio.

Recorte en Infobae, que comienza con la pelea personal entre él y Macri:

-Lo tiene anotado. Trasciende que el ex Presidente, en privado, sigue transmitiendo un rencor hacia su figura. ¿Qué fue lo que le molestó?

-Habría que preguntárselo a Macri.

-¿Pero usted tiene alguna explicación? Porque terminó siendo un enemigo interno, y fue un armador principal, de hecho en este living se terminó de formar Cambiemos.

-Pero bueno, eso fue una etapa, y compartimos un gobierno con visiones distintas de cómo había que llevar adelante principalmente los acuerdos políticos, y esa diferencia después se transformó, producto de la tensión que es gobernar, en una diferencia hasta personal. Si él guarda rencores, yo eso no lo puedo resolver.

-¿Usted no guarda rencores?

-Yo no. Estoy desde diciembre en confinamiento. Por eso es bueno hacer pausas. Yo en diciembre me fui de los medios, me fui de todo, me fui a leer, una introspección bastante importante, y después viene el confinamiento obligatorio. Once meses, hasta esta nota, que uno hace una introspección permanente, para curar...

-¿Y el balance de esos cuatro años es positivo o negativo?

-Tiene cosas positivas y cosas que no volvería a repetir. Insisto en esto: a mí me gustaría que en estos tres años y medio que quedan para la próxima elección armemos un gobierno que como consecuencia sea una oposición, no que armemos una oposición que como consecuencia sea un gobierno. Esto es una enseñanza que tuve, pero también es el hombre y sus circunstancias, como dice Ortega y Gasset. A la gente lo único que le importaba era un triunfo contra el kirchnerismo, las circunstancias hoy son distintas, ya tuvo uno la experiencia y creo que no me gustaría volver a repetir un gobierno con las mismas características que el anterior.

-En el acto de Florencia Varela en noviembre del año pasado nos dijo que quería que “Mauricio Macri sea el presidente de todos los argentinos y no que se pinte de amarillo”. No cumplió Macri en lo que usted deseaba de su rol como ex presidente, ¿no?

-Sigo deseando eso de manera general. Lo dije para Cristina en su momento, y para Macri en este momento. Nos cuesta mucho en nuestro país hacer un cambio generacional definitivo. Creo que Cristina y Macri tienen que ser una etapa terminada.

-Para usted tienen que dar un paso al costado los dos.

-Para mí sí, para mí ya tuvieron la oportunidad. Yo quiero un país normal donde los ex presidentes puedan viajar por el mundo, quiero ex presidentes como Fernando Henrique Cardoso, como Julio María Sanguinetti, como Felipe González. Quisiera eso de los ex presidentes de Argentina. No me gusta esto que pasa, que tienen que seguir peleando con temas judiciales, que tienen que seguir muchas veces por esos motivos. Nos cuesta en Argentina, y ahí apuesto para lo que viene, el cambio generacional, el momento en que la generación de la democracia tenga que gobernar nuestro país. Estuvimos a punto con Sergio (Massa) en el 2013. Ha venido una generación política, y que la incluyo a Cristina Kirchner como el último eslabón, de esa generación política predemocrática, que tiene sus razones, sus prejuicios y virtudes. Pero es una generación muy distinta a la generación política de la democracia, del diálogo, la tolerancia. Esa generación política no alcanzó todavía a gobernar la Argentina.

-¿Y por qué?

-Lo que pasa en el 2001, 2003, retrasa al país a estación anterior. Si (Fernando) De la Rúa hubiera tenido un gobierno normal en el propio radicalismo hubiera habido una renovación, hubiéramos tenido otro tipo de dirigentes políticos. Pero ocurrió lo que ocurrió y volvimos a ir para atrás en lugar de mirar para adelante. A partir de ahí vivimos con la historia de reivindicar el pasado. Hasta Macri y Daniel Scioli, que son dos emergentes de la frivolidad, de un lugar distinto a la política, que se convierten en el nexo de la generación política que tendría que haber reemplazado hace mucho tiempo y la generación política que tiene que dejar el gobierno. Se recurre a dos personajes que vienen de otro sector. Si en el 2013 Sergio Massa hubiera transitado bien el camino del 2013 al 2015 hubiera sido la primera representación de esa generación política. Por diferentes motivos no llega a hacer el recambio. Y Mauricio, o el macrismo, o Cambiemos, también para sostenerse políticamente hace una contrastación con el pasado. Termina triunfando otra vez el pasado y postergando esa generación que mira hacia el futuro. Por supuesto que hay una crítica a nosotros que especulamos sobre eso y no nos animamos a formar algo distinto. Y ahí volvemos a Cristina, que hace un maquillaje, lo pone a Alberto Fernández, arregla con Sergio Massa y tiene un triunfo y volvemos a la estación anterior. Nunca vamos a la estación que viene. La salida es que Martín Lousteau, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Cristian Ritondo, Diego Santilli, Pablo Javkin, Rogelio Frigerio, esa generación política tiene que desprenderse del macrismo, del PRO, de Juntos por el Cambio, de esos nombres que para mi ya son del siglo pasado.

-¿Y cómo hace eso? Porque hoy pareciera que no hay espacio para eso.

-Con voluntad. Hay mucho espacio. Lo que no ha habido es huevos para juntarse, para reunirse.

-¿Y hoy hay huevos y ovarios para eso?

-Tiene que haber. En el 2011 al 2015 nosotros tuvimos que recurrir a fenómenos populares, porque muchos de estos actores no eran conocidos popularmente. Estos actores que acabo de nombrar son actores conocidos por la sociedad. Falta que se reúnan, que tengamos la humildad de dejar de lado las vanidades en pos de un objetivo en común. La moderación, la mesura, que caracterizan a esos cinco, seis dirigentes que acabo de describir, lo que da expectativa electoral es el volumen. Para la moderación y la mesura necesitas sinfonía, necesitas una orquesta. Los otros son solistas, Patricia (Bullrich), Macri, “Lilita” Carrió, son solistas. Acá necesitas una orquesta. Esa orquesta, si vos juntas esa mesa, automáticamente genera expectativa electoral y automáticamente uno de esos actores va a ser el próximo presidente de la Nación.

-Entiendo por lo que dice que a esa orquesta y a esos solistas es difícil juntarlos en una mesa.

-Sí...

-Pero en términos electorales o de volumen político, ¿qué pesa más, la orquesta o los solistas? Porque hoy pareciera que esos solistas en un concierto juntan más gente que la orquesta.

-Hacen más ruido. El que toca un instrumento, y no le importa el director de orquesta, por supuesto que siempre llama la atención. Pero la característica es que no pueden organizar un equipo y no pueden gobernar. Tienen resonancia pero no tienen capacidad de gobierno. Acá hay que armar un equipo con volumen político para gobernar, no armar un rejunte como hicimos la otra vez. Que tenía una justificación, acá pasa lo mismo: la gente te para en la calle y te dice “¡únanse!”. ¡No, para mi es un error! Primero hay que dar una identidad y hay que hacer una alternativa de gobierno, no una oposición. Para ganar una elección, perfecto, tengo que tener a los extremos adentro porque el resultado electoral va a ser de mayor cantidad, por lo tanto mayor posibilidad de triunfo. Pero la conducción de ese espacio electoral lo tiene que hacer este grupo de personas que acabo de decir. Los Horacio Rodríguez Larreta, que hoy tiene una gran oportunidad, tiene que conducir...

-¿Y hoy está conduciendo?

-Hoy está en un gran problema. Está conduciendo la pandemia, y como consecuencia de esa buena conducción, con la respuesta con mucha mesura que llevó en el día de ayer seguramente va a ser una de las personas que hoy potencialmente tiene mayor responsabilidad y posibilidad de conducir un espacio de esa características.

-Así como se hablaba en su momento de Cristina cuando estaba “en el llano”, algunos dirigentes del PRO hoy dicen que con Macri no alcanza, pero que sin Macri no se puede. ¿Coincide con eso?

-Sí, ¡pero se traban en eso, se quedan ahí mirando ese espectáculo, y no avanzan con ninguna otra cosa! A nosotros cuando armábamos esto hubo muchas propuestas que si las escuchábamos nos quedábamos: “No se puede Lilita Carrió con Mauricio Macri”. Y sí, no se puede, es incompatible, pero si me quedaba con lo que me decía todo el mundo, no hacías el esfuerzo para hacerlo. Si me quedo mirando de quiénes no pueden quedar afuera, me quedo prestando atención más a esa figura que al volumen político propio, nuevo.

-Pero el problema es que todo eso que usted menciona ya gobernó.

-Por eso quiero que gobiernen otros.

-Está bien, ¿pero usted no cree que se rompió algo? ¿Cómo hace para amalgamar de nuevo todo eso?

-Pero no quiero amalgamar nada de todo eso. Destrucción creativa, como (Joseph) Schumpeter. Esto tiene que comenzar de nuevo. Si nos basamos en la misma identidad que tuvo lo anterior va a volver a fallar.

-¿Sin tirar a nadie por la ventana?

-A nadie por la ventana. Y si se quieren ir por la ventana, hay algunos que se tiran por la ventana...

-¿Por ejemplo?

-No sé, pero hay muchos que se van a tirar. Cuando vos querés parir algo en la política tocás muchos intereses. Muchos intereses ideológicos, pero muchos intereses particulares. Y mucho más cuando querés hacer un cambio que en el fondo hay un cambio darwiniano. Hay generaciones que resisten la perdurabilidad en el poder. Y cuando armás un volumen de la característica generacional que te estoy detallando, seguramente muchos de ellos van a resistir porque va a venir naturalmente una jubilación de muchos actores. El principal punto del éxito del Pacto de la Moncloa es que posterior a ese pacto vino un cambio generacional en la política de España.

-Pero acá no se jubila nadie.

-¡En España tampoco, en ningún lugar se jubilan! Ahora, si vos no tenés los huevos para avanzar, y estás siempre mirando a que tengamos cuidado con este, o tengamos cuidado con el otro, bueno, entonces esa generación política se va a perder y va a venir otra generación política que va a jubilar a las dos, a nosotros y a la generación política que se tiene que ir.

-¿Podemos interpretar eso como un reproche a Rodríguez Larreta, para que se decida a hacer el “parricidio” del que incluso el propio Macri se queja en privado?

-No. Lo que sí, y lo hablo bastante, y estamos muchos políticos, y lo vimos a Martín Lousteau muy fuerte defendiendo la posición de Rodríguez Larreta, estamos todos para bancarlo en una gesta de estas características. Está en un timing muy difícil. No puedo pedirle a Rodríguez Larreta más de lo que está haciendo. Horacio Rodríguez Larreta no es un cordón umbilical. Hoy el cordón umbilical de Rodríguez Larreta es la pandemia en la ciudad de Buenos Aires. Hay que esperar que esto termine y pospandemia, en un clima electoral que falta un siglo todavía, ver que posición pueda tomar. Estamos todos dispuestos a ayudar a este cambio generacional.

Recorte en Página 12:

Lo primero que hay que hacer es salir de la permanente reivindicación del pasado y empezar a hablar del futuro. Nuestra mayor responsabilidad es armar una dirigencia con volumen político donde la moderación sea el factor común y que esté integrada por Martín Lousteau, Rogelio Frigerio, María Eugenia Vidal y Cristián Ritondo, entre otros. Si logramos formar esa mesa y que esa mesa conduzca la alternativa política creo que es un paso muy importante para nuestro país. Son todos dirigentes producto de la democracia, producto de la tolerancia y el diálogo. Si Cambiemos o Juntos por el Cambio pasa a ser una posición reivindicadora del pasado yo siento que no voy a ser parte. A diferencia de 2015, estos dirigentes – y por eso hay que animarse – tienen conocimiento en la opinión publica. En 2015 los dos partidos más grandes tuvieron que postular a dos candidatos producto de la frivolidad, que no venían de la política, como son Daniel Scioli y Mauricio Macri. A diferencia de esa situación creo que ahora podemos entre diez dirigentes políticos generar un volumen sin tener que acudir a personalidades públicas cuyo conocimiento tiene que ver con otros motivos. Creo que ahora hay cuadros políticos que pueden generar el volumen para tener una expectativa electoral que los lleve al triunfo. Esa mesa es la que hay que parir en los próximos meses tanto para el 2021 como para el 2023. Creo que eso va a ser sano tanto para el oficialismo como para la oposición y para el país. Si el oficialismo tiene enfrente a dirigentes con este volumen y con esta posición seguramente negociar cuestiones de Estado será más fácil. Negociar a mediano y largo plazo va a ser mejor con una dirigencia de centro que con una dirigencia de extremo.

--Esa mesa política convive dentro de un espacio que tensionan Carrió, Bullrich y Macri ¿Cómo se resuelve eso?

--Alberto Fernández también convive con gente que extrema las posiciones del otro lado. Se resuelve poniendo lo que hay que poner. La solución tiene que ver con alguna crisis y con alguna rotura. Yo tomo la expresión de (Joseph) Schumpeter, destrucción creativa. Hay que destruir lo construido que está parido con la génesis equivocada y parir algo nuevo con una conducción distinta. Lo mismo apuesto a que haga Alberto, que transite hacia el centro y junte ese volumen político que no lo extreme.

--Usted tiene diálogo tanto con Larreta como con Alberto Fernández y los conoce hace mucho tiempo. ¿Cree que van a tomar ese camino?

--Los dos sienten que la moderación es el camino. De ahí a que lo puedan hacer y como lo hacen ya hay una distancia.

--¿Cuánto tienen que ver las figuras de Cristina Fernández y de Macri?

--Mucho, porque son posiciones mucho más fuertes y extremas. Eso es lo que tienen que resolver ambos. Los dos tienen que generar volumen para transitar hacia el centro. El gabinete de Alberto (Fernández) es un gabinete de moderados. Wado de Pedro, Mario Meoni, Gabriel Katopodis, son figuras que conozco de toda la vida y son moderados. Del otro lado tenés a Ritondo, Vidal y Rogelio Frigerio. Cuando vos ves eso decís: ¿cómo mierda no nos podemos poner de acuerdo? Cómo puede ser que no nos podamos sentar en una mesa y comenzar a dialogar en el corto plazo, cómo no nos podemos poner de acuerdo de acá a diciembre. Son dirigentes que se conocen entre ellos desde hace 20 años. No entiendo cómo no se produce el encuentro, pero hablo del encuentro de la confianza, no para los medios.

--¿Puede ser el miedo a que lo moderado fracase a la hora de ir a las urnas?

--Hay algo que los moviliza, quizá la inmediatez de los medios. En especial las redes hacen un gran daño en esto. Como en otros ámbitos generan cosas muy interesantes, en la política las redes sociales ocasionan un ritmo y un vértigo que no permite la pausa ni el entendimiento. El mundo de las redes es vertiginoso. Cuando vos jugás para el Twitter, estás jugando para la tribuna. Hoy nos estamos manejando por el Twitter y no por la comunicación personal. La política de Twitter no nos va a sacar adelante.

--¿Alberto Fernández todavía cuenta con el crédito que le dio el triunfo electoral?

--Yo creo que sí. Creo que por la pandemia la gente le va a extender el crédito y todavía va a estar a tiempo de convocar a un pacto.

--¿Convocar un pacto es la única alternativa?

--Sí, lo pedí para Macri, lo pido para Alberto (Fernández) y lo voy a seguir pidiendo. Porque es la única alternativa. La diferencia es que hoy Alberto tiene siete u ocho actores de la oposición que están dispuestos a sentarse en una mesa seria que tenga políticas públicas claras a mediano y largo plazo.

--¿De esa manera no se cae en la lógica del veto opositor? ¿No se cae en el discurso de querer señalar al Gobierno que si no acuerda con la oposición es autoritario?

--¿Y quiénes son esos? Cuando vos planteás eso estás pensando en determinadas personas en la que yo también estoy pensando. Esos, se convierten en actores porque el Gobierno está teniendo acciones que provocan la legitimación de esos sectores. Si el Gobierno no hiciera esas acciones, esa gente no tendría lugar. Cuando el Gobierno abraza a Rodríguez Larreta, el 80 por ciento de la sociedad empatiza con eso. Cuando nos vamos de esa mesa, la sociedad comienza a mirar a los extremos. Hay que consolidar el centro. Si Alberto (Fernández) se corre hacia el centro va a tener una gran recepción en los dirigentes de este lado. Hay algo raro, la gente consume conflicto, pero vota moderación. La gente consume personas beligerantes en televisión, pero cuando vos los encuestás la gente elige moderados. Esto no pasa sólo acá, pasa en todo el mundo. Alberto ganó porque era el candidato más moderado. Si Macri se hubiera corrido y la candidata hubiera sido Vidal no tengo dudas, ya sé que es contrafáctico, de que hubiera ganado ese espacio. Alberto es el moderado que gana la elección, por eso quiero que Alberto siga siendo el moderado que generó esa expectativa.

Muy interesante lo que dijo en Perfil sobre la falta de firmeza del gobierno actual para gestionar y resolver, por ejemplo, el final de los planes sociales sin una prestación de servicio a cambio:

—Vuelvo a la pregunta inicial. ¿Qué pasó con la Policía Bonaerense? ¿Qué relación hay con las tomas de tierras en la interna entre un Kicillof cristinista y Alberto Fernández?

—Primero está la capa nacional. Hay una continuidad de un esquema de gobierno equivocado, en el que prima lo cuantitativo sobre lo cualitativo. Hay gran cantidad de ministerios sin volumen y sin autoridad. Cuando uno asume un rango, la primera conclusión a la que debe llegar es cuánta autoridad se tiene. Cuanta menos autoridad se tenga, menos responsabilidad se asume. Es un gabinete horizontal, no vertical. Una coalición puede tener distribución vertical. Pero cuando es horizontal, y un ministro es diferente de su viceministro, pasa lo que ocurrió con Desarrollo Social con Daniel Arroyo, con las compras irregulares. Arroyo no era el responsable, y era el ministro. Eso pasó porque sus colaboradores eran de afuera.

—¿Es la situación en la que Alberto nombra un ministro y Cristina un vice?

—Alberto nombra buscando un equilibrio. Le da a Cristina, le da a Sergio. Esto se puede hacer. España es un gobierno de coalición. Pero debería dar ministerios completos. Así se otorga autoridad y responsabilidad.

—¿Brasil sería otro ejemplo?

—Claro. El ministro es la autoridad, el responsable y el que vuela si pasa algo. Pero cuando todo está distribuido horizontalmente no se sabe quién es responsable.

—El ministro responde a una parte de la alianza, el viceministro a otra y el secretario a otra.

Y todos con concepciones ideológicas distintas. La gestión se torna carente de ejecutividad. Mucho más para las demandas específicas y de productos en un contexto de pandemia. Los actores no se conocen, se sospechan y responden a una autoridad que está fuera del ministerio. Impide ejecutividad y una buena gestión. En el espacio anterior también había un esquema cuantitativo amplio. Con una sola dirección, pero sin autoridad de los ministros. No tenían capacidad de ejecución. Tiene que haber ocho ministros en Argentina. A lo sumo, diez. Hay que aglutinar las diferentes carteras, con mucho volumen político y mucha delegación de la autoridad. Este es el primer inconveniente. Luego llega la pandemia. En un período disimula, pero luego desnuda. Todavía estamos en la parte de contención. Se está terminando. Y viene la segunda parte, que es la compensación de daños, donde se le exige al Estado una reacción rápida. Rara vez un dirigente político lo transita con éxito. Tengo dudas de si estamos preparados para afrontar esa situación. Es algo que se ve en los últimos treinta días. Winston Churchill invitó a los laboristas a participar del gobierno en la Segunda Guerra Mundial. Después perdió en la elección, pero abrió el juego. Lo principal es abrir el juego a la oposición, y en los últimos treinta días, ante la pospandemia, vemos una grieta nuevamente muy fuerte entre la oposición y el Gobierno. Si nos remitimos a la conformación del Gobierno, la grieta es casi un esquema electoral anticipado frente a una situación muy grave. Además, es producto de la incapacidad de poder resolver el problema. Es una herramienta técnica para distraer, para postergar el tema hasta la próxima elección. Faltan diez meses, un tiempo muy crítico para fomentar la grieta como forma de gobierno. El ingreso de la reforma judicial al Congreso de la Nación es de una torpeza importante porque en estado de excepción, como vive la Argentina y vive el mundo, uno no puede estar pensando en reformas estructurales. ¿Que son necesarias? Sin discusión. ¿Que tiene que haber consenso para hacerlo? Sin discusión. Pero no tiene discusión tampoco el momento. No podemos poner al Congreso en la situación de la semana pasada. Gracias a Dios que este lunes hubo una reunión entre todos los presidentes del bloque y volvieron a ordenar el proceso para los próximos meses. Hoy la Argentina no está en Estado de derecho pleno; es el momento de pensar lo referido a la pandemia.

—En un reportaje como este, Mario Ishii dijo de que a fin de agosto iba a haber un estallido. Hace dos o tres semanas, Eduardo Duhalde planteaba el escenario distópico de un golpe militar. ¿La toma de tierras y las medidas sindicales de la Policía Bonaerense serían parte del mismo síndrome?

—Tienen un punto en común. El problema de la horizontalidad también aplica a los estamentos subnacionales. Falta una conducción lineal. Vivimos un contexto general de mucha incertidumbre, es difícil encontrar certezas. Veo en el peronismo la falta de esa verticalidad a la que nos tenía acostumbrados. Lo que pasó con la Policía, con los asentamientos, son temas que el peronismo controlaba con verticalidad. Ahora están fuera de control. La Policía ve que la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, tiene una opinión ideológica totalmente distinta de la de su propio ministro provincial, que a su vez describe la inseguridad de la provincia de Buenos Aires en los medios. Esto agrava la cuestión de la figura de Sergio Berni.

—¿Habla como opositor?

—Para un bonaerense, la responsabilidad de la seguridad de Lomas de Zamora es de Martín Insaurralde y del presidente de la Nación. En cualquier distrito es así: se remite al intendente municipal y al presidente de la Nación. Pareciera que el gobernador es una persona ajena a esa situación. Vimos a los gobernadores visitando a las víctimas después de ocurridos los hechos. ¿Qué torna más grave la figura de Berni? A diferencia de los anteriores, va a ese lugar a describirle en la cara al intendente municipal y al presidente de la Nación la inseguridad. Para la gente es la panacea: observan a una persona del gobierno que aparentemente hace una autocrítica. ¿Cómo deben reaccionar el intendente municipal y el Presidente? Seguramente no bien. Todo un conjunto de cosas en una fuerza que necesita verticalidad. La fuerza lo ve como el ciudadano común y se producen los desmadres. Falta orden y organización. En el propio espacio político hay actores que piensan totalmente distinto. Berni hace una ostentación de su pensamiento que agrava mucho el funcionamiento tanto del gobernador como del presidente de la Nación. Si sigue hablando con esta libertad, va a conseguir consenso en la sociedad, pero va a repercutir negativamente en el Gobierno.

—La tapa de la revista “Noticias” de esta semana dice “El país de la extorsión”. Sería un modus operandi complementario. No necesariamente algo coordinado.

—Puede ser complementario. Pero se percibe debilidad de las autoridades de turno.

—¿Emerge una interna dentro del Gobierno?

La extorsión ocurre de antes. No es de ahora. Hay debilidad permanente, no hay políticas en el gasto social. El gasto social en Argentina crece enormemente todos los años, pero esconde la incapacidad de la economía de generar trabajo. Esto es el gasto social en Argentina. Cada vez es más fácil extorsionar, o producir un movimiento y transferencia de recursos que no salvan para nada la situación, pero sin generar una economía sana. Hace mucho tiempo que se corta una calle y se consiguen réditos. Es algo que tiende a agravarse, y no es de ahora.

—Fuiste ministro cuando Néstor Kirchner era presidente. ¿Cómo hubiera resuelto esa situación?

—Cuando empezó como presidente de la Nación, el 50% de la Argentina no sabía pronunciar su nombre. Sabía que había alguien con un apellido que empezaba con K. Gana con muy poco, sin segunda vuelta, pero inmediatamente ejerció el poder. A los cuatro meses, la autoridad ya no era de Duhalde. Antes parecía que Duhalde iba a manejar a Néstor Kirchner. Pero ejerció el poder de manera inmediata. Todos entendimos enseguida dónde estaba la autoridad y quién podía solucionar las cosas. Eso no está en la Argentina de hoy. Néstor Kirchner esto lo hubiera resuelto con autoridad, con convocatoria, con reuniones seguramente. Vivimos con la sensación de que falta esa autoridad.

—Habría una analogía entre la relación de Eduardo Duhalde con Néstor Kirchner y la de Cristina y Alberto. ¿Alberto no asume la autoridad y se genera un vacío de poder?

Hay una falta de autoridad. Quisiera ver un Alberto Fernández, no digo autoritario, pero sí con volumen político propio. Anhelo eso.

—¿Hasta qué punto Cristina no terminará comiéndose su propia creación?

—A diferencia de lo que opina mucha gente, creo que Cristina Kirchner le da libertad a Alberto. Por supuesto tiene su opinión, que es trascendente. Es una de las personas que más solidez electoral tiene en Argentina. Pero el gobierno de Alberto tiene libertad para generar esa transición. Alberto tiene una oportunidad parecida a la de Mauricio Macri. Tiene buenos ministros, honestos, moderados, como Gabriel Katopodis, Mario Meoni, o Wado de Pedro. Hay una generación política. En el interior tiene a los Perotti o Uñac. Si el presidente de la Nación trabaja sobre esas figuras políticas, comenzarán a tener trascendencia nacional. Le pido al presidente de la Nación, como se lo pedí al presidente anterior, que haga un esfuerzo con la oposición. Tiene que jugar a que los Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Rogelio Frigerio comiencen a ser la alternativa. Tiene que haber una centroderecha y una centroizquierda, pero moderadas, y que el país fluctúe. Tiene que ayudar también. Si vemos al jefe de Gabinete tuiteando en contra de la oposición, se va encontrar con otros actores que toman protagonismo justamente por lo que hace el Gobierno. No le va a contestar María Eugenia, pero sí otros. El Gobierno debe ayudar a estas figuras, aun con el riesgo de que esas figuras políticas puedan ser la alternativa a ellos.

—Así levantan a Macri y a Bullrich.

—No soy inocente, pero el resultado es que terminamos con un país hecho mierda. Hace veinte años que estamos así por este juego. El presidente de la Nación tiene que ser magnánimo, dejar un país distinto.

—¿El renacer de la grieta es más responsabilidad de Alberto que de Cristina?

—El presidente de la Nación es el principal responsable. Como lo fueron el anterior y el anterior. El presidente de la Nación es el que tiene que hacer un ejercicio, a lo mejor en exceso, para lograrlo. Pero del otro lado tiene actores que pueden alimentar ese diálogo, debe consolidarlos como el volumen político de alternativa y obviar a la extrema, que tanto daño le hace al Gobierno. Esto sería lo sabio. Ahora, desde el punto de vista electoral, cuando hay una sensación de incapacidad, generalmente se buscan el simplismo y la certeza. Se dice que en el medio están los tibios. No, lo más difícil es estar en el medio, porque en el medio están los que disienten, los de opiniones distintas, el punto medio. Es lo inteligente. La parte estúpida es la simpleza, la popularidad. Imagino a Alberto en el esfuerzo de transitar hacia el centro junto con la oposición que quiere caminar hacia allí. Ese volumen político transversal va a dar vuelta una página en la Argentina. Lo contrario es incapacidad de gobernar.

Sobre el perfil que tomó el gobierno actual:

-Le tocó un momento complejo. Le quiero preguntar, después del anuncio del miércoles del Presidente de recorte de coparticipación a la Ciudad, y de la reacción del jefe de Gobierno, si esto no esfuma su intención de construir por la avenida del medio y la moderación.

-La verdad que todavía estamos un poco perplejos del anuncio. Me cuesta ponerlo como avenida del medio, a mí me gusta más decir que es una actitud. La avenida del medio fue una estrategia en su momento de Sergio Massa. Pero esto pasa por una cuestión de mesura y de moderación, y por una cuestión de actitud, de ejercicio de lo que uno es. Siempre tuve tendencia a buscar acuerdos políticos con la oposición. Me tocó ser ministro de Agricultura de la provincia de Buenos Aires en la 125 y mi actitud no cambió. De hecho mi salida tuvo que ver con eso. Yo he escuchado hablar de la mesura como tibieza: para mi tibio es ir al extremo, es simplificar, la tibieza está ahí, son posiciones populistas.

-O sea que para usted, los tibios son los duros.

-Los tibios son los duros, porque es esconder un vicio detrás de una aparente virtud. La virtud es entender al otro. Es una actitud de vida. Cuando comienza el gobierno de Alberto Fernández, y aún hoy, tengo toda la predisposición de ayudarlo, porque si a Alberto Fernández le va bien, nos va bien a todos nosotros. El confinamiento y esta mesa que vimos entre Axel Kicillof, Horacio Rodríguez Larreta y Alberto Fernández fue un alivio para todos en un momento de gran tensión e incertidumbre. Y se reflejó rápidamente en la opinión pública. Ahora pareciera que comenzamos una campaña política en el medio de una pandemia mundial, de un PBI mundial que cae, y aparentemente hace un mes y medio entramos en el mismo esquema electoral que veníamos desde el 2009.

-¿Y quién impulsa eso?

-A veces creo que lo impulsan determinados valores. A veces la arrogancia. Pero principalmente la incapacidad de afrontar los problemas de Argentina.

-Y así cómo dice que la respuesta de Rodríguez Larreta fue impecable, ¿cómo califica el anuncio del miércoles del Presidente?

-El anuncio es parte de secuencias que estoy viendo de manera preocupante, no de ayer, de hace 30 o 40 días. Desde el anuncio de la reforma judicial hasta este creo que son todos disociados de la realidad y disociados de la mesura, disociados de quien fue su mejor aliado durante estos meses. De quien puede liderar un volumen político más de centro en los próximos años y que eso va a ayudar al gobierno de Alberto. Es distinto al Alberto Fernández que vimos al comienzo de la gestión y al comienzo del confinamiento.

-¿Y le encuentra alguna explicación?

-Quiero encontrar una explicación más humana, y es que producto de la incertidumbre una busca las certezas en las simplezas, y para mi eso empieza a aislar al otro, y para mi eso es el gran conflicto de la Argentina, simplificar los problemas. Ir al medio, al centro, es la parte más difícil. Es comprender al otro. Es escuchar varias voces. Es el lugar de las incertidumbres. Y ese es el lugar más difícil. Pero ahí tenemos que ir.

-¿No paga bien ir hacia el centro?

-No paga bien en ningún lugar del mundo. La grieta es tendencia, y esto también tiene que ver con el ritmo de los medios de comunicación. No es que son responsables, pero el ritmo tiene un vértigo. Se convierte casi en una cloaca el Twitter, y lamentablemente la política sigue mucho el ritmo que marcan estos medios de comunicación. La vida está siendo muy vertiginosa, pero especialmente la política. Para ir a la profundidad tenes que hacer una pausa, y para ir a una pausa la tenes que hacer con la oposición, buscando un consenso. Eso no se está viendo en el mundo. Está desapareciendo la figura del estadista, no tiene lugar, no tiene 140 caracteres. En la Argentina estamos hace 20 días en modo campaña electoral cuando la Argentina está destrozada.

-¿Tiene dudas de quién gobierna la Argentina?

-No tengo dudas de quién gobierna, pero tengo dudas de cómo se gobierna. Son dos cosas distintas.

-O sea que usted no tiene dudas de que gobierna el Presidente.

-El Presidente fue elegido para ese cargo. Pero tengo dudas de cómo se gobierna, como tenía dudas en el gobierno anterior.

-¿No estaba más claro en el gobierno anterior?

-Estaba más claro el liderazgo, pero en cómo se gobierna había algo parecido. A mi criterio, 21 ministros es un disparate en la Argentina. Yo no haría más de ocho ministros, con mucho volumen político y mucha autoridad en la cartera. Acá hay un loteo horizontal que perjudica enormemente la capacidad de ejecución y como consecuencia la autoridad del gobierno de turno.

-Pero más que a la gestión me refería a la política. Cuando le preguntaba quién gobierna me refería a si para usted hoy tiene más peso en las decisiones el Presidente o la vicepresidenta.

-No tengo ninguna duda que tiene más peso el Presidente de la Nación en las decisiones.

-¿Está convencido?

-Estoy convencido. Es el Presidente de la Nación. Cristina Kirchner tiene por supuesto influencia, es una persona, una referente política importante en la Argentina hace mucho tiempo, que tiene el mayor caudal de votos en ese espacio, por supuesto que eso la lleva a tener incidencias en el tránsito de este gobierno, pero quien preside no tengo ninguna duda que es Alberto Fernández.

-¿Y la decisión de hace 48 horas de recorte de la coparticipación tiene más sello del Presidente o de Cristina Kirchner?

-Yo voy a decir siempre más sello del Presidente de la Nación.

Macri, en tanto, publicó una aburrida columna de opinión en La Nación dedicada más hacia los propios que hacia el Frente de Todos:

Las autoridades al frente del Poder Ejecutivo Nacional vienen desplegando una serie de medidas que consisten en el ataque sistemático y permanente a nuestra Constitución. Para poder gobernar sin límites, violentan la Ley Fundamental de la Nación, que es la encargada de garantizar la protección de nuestros derechos básicos y libertades individuales frente a cualquier intento de abuso de poder por parte de las autoridades.

A esta altura de los acontecimientos, el rumbo que ha tomado el país deja al descubierto la intención del gobierno de establecer un Nuevo Contrato Social en la Argentina con principios dominantes inéditos. Se vulnera el equilibrio de los poderes del Estado para el pleno funcionamiento de la República, porque no se respetan los reglamentos de las cámaras del Congreso Nacional para debatir y sancionar las leyes. Se pretende condicionar al Poder Judicial con una reforma que ya tiene media sanción en el Senado de la Nación y que será tratada en la Cámara de Diputados en las próximas semanas. Se han debilitado los organismos de control existentes en la órbita del Estado con el riesgo de reiterar la falta de transparencia en la gestión de los organismos públicos. Retrocede el federalismo en la Argentina, porque el oficialismo condiciona a los gobernadores de las provincias cualquiera sea su signo político y los extorsiona con el envío de los fondos necesarios para administrar sus distritos si no cumplen con lo exigido por el Poder Ejecutivo Nacional, lo que fue coronado con la reciente e indignante presión al Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La seguridad jurídica desfallece ante un poder que atrasa y que solo cree en modelos arcaicos, prescindiendo de todas las oportunidades para el crecimiento y el desarrollo de nuestro país que están donde habitan las grandes naciones del mundo y donde las sociedades evolucionan.

Cede el respeto a nuestras libertades individuales para que el debate y las opiniones no encuentren condicionamientos ni censura, porque la libertad de expresión es una institución democrática peligrosa para un gobierno personalista. Se utilizan las restricciones sanitarias para impedir la libre circulación de los personas, y solo pueden hacerlo aquellos que estén habilitados a extender una declaración jurada que se debe someter a la consideración de las autoridades.

Lo que se busca es el control social y evitar que los ciudadanos manifiesten su disconformidad con las medidas que se toman y que perjudican a amplios sectores de una sociedad exhausta de obedecer decretos que atentan contra su bienestar general.

No se puede producir ni trabajar para llevar el pan a la mesa de las familias argentinas, porque la idea es avasallar a la clase media para conseguir clientes dependientes del favor del Estado para poder sobrevivir. No se reconocen los derechos básicos de los ciudadanos para que cada uno proyecte su vida como quiera hacerlo, porque es el Estado el que aspira a decidir por nosotros. Pretende nivelar para abajo.

El gobierno atenta contra las bases éticas y económicas de una sociedad que aspira a ser libre, que se caracterice por tener una organización social regida según el principio de justicia y no de aquel que resulte conveniente al poder de turno, y donde el rol de las instituciones sea el pilar fundamental para el avance de la Argentina hacia un país moderno y civilizado.

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