por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
ESPERANDO EL REGRESO DE CRISTINA
Para Massa, Macri y Scioli: Sin aliados, no hay Casa Rosada
Cansino comienzo del año político, con una lucha intestina entre el peronismo y el kirchnerismo por Daniel Scioli, una Cristina Fernández de Kirchner que tuitea y comanda desde Olivos, con Sergio Massa cometiendo algunos errores de campaña y Mauricio Macri envuelto en la eterna interna del PRO entre Gabriela Michetti y Horacio Rodríguez Larreta. Si algo dejan las encuestas de fines de año es que ni Daniel Scioli, ni Sergio Massa, ni Mauricio Macri pueden llegar solos a la Casa Rosada. Todos deben sumar aliados.
11 de enero de 2015 - 10:41
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). En cualquier país con democracia más o menos seria, que el gobernador de la provincia más grande del país y precandidato presidencial por el oficialismo concurra a una reunión citada por el multimedios más grande del mimo país, que además es el principal medio opositor, sería una anécdota menor, aprovechable por los humoristas. Sin embargo, en la Argentina, la visita de Daniel Scioli a la inauguración del Espacio Clarín, en Mar del Plata generó un verdadero escándalo en las filas oficiales.
Daniel Scioli no sabe romper con los liderazgos a los que ha jurado fidelidad. Le ocurrió con Carlos Saúl Menem, con Eduardo Duhalde, con Néstor Kirchner y, ahora, con Cristina Fernández. Marca sus diferencias con movimientos sutiles, con gestos, con declaraciones leves. Clarín le ofreció la oportunidad, el Gobernador de Buenos Aires la aprovechó y el kirchnerismo duro intentó marcarle los límites. Todos jugaron su juego y marcaron muy bien la senda que transitarán en las próximas semanas.
No será un juego excitante, al contrario, el Gobierno (y sus “espadas mediáticas”) van a esmerilar al extremo a Daniel Scioli para condicionarlo; el gobernador de Buenos Aires esquivará las balas y los medios obligarán a todos los protagonistas políticos del oficialismo y del peronismo a que tomen posiciones. Así, de a poco, se irán dividiendo las aguas en del oficialismo.
En esta primera “escaramuza”, sólo 3 apoyos recibió Daniel Scioli: el viceministro de Seguridad, Sergio Berni; el ex moyanista Héctor Recalde; y su hijo en Aerolíneas Argentinas, el camporista Mariano Recalde. A su vez, María José Lubertino no temió sacarse una foto con el bonaerense en medio de la pelea, lo mismo que el gobernador de Misiones, Maurice Closs, quién ya había expresado su adhesión a la candidatura de su par de la Provincia de Buenos Aires. Incluso Diego Bossio, el titular de la ANSeS y precandidato a reemplazar en el cargo a Daniel Scioli, también se reunió y fotografió con el bonaerense.
No es una cantidad importante, pero es el comienzo de resquebrajamiento de las filas kirchneristas y de una reestructuración del peronismo, dado que Sergio Berni, Maurice Closs, Mariano Recalde y Diego Bossio se han declarado peronistas antes que kirchneristas.
Usando categorías del sociólogo Zygmunt Bauman, el kirchnerismo es “sólido”, es decir, ataca fuerte, directo, y cercando a Daniel Scioli. A su vez, el Gobernador de Buenos Aires es “líquido”, móvil, esquivo, no responde a los ataques. El gran activo del bonaerense es mostrarse siempre conciliador, justo lo que busca 60% de los votantes, un futuro Presidente de la Nación que acuerde, que llame al diálogo, 180º diferente al kirchnerismo. Esto implica que, cada vez que la Casa Rosada lanza a sus tropas a atacar a Daniel Scioli, lo acerca cada vez más al Poder Ejecutivo Nacional.
En este marco, Cristina Fernández de Kirchner se mantiene como la protagonista y estratega del oficialismo. Desde la Quinta de Olivos, observa y ordena. Puede que se tome otra semana para preparar la agenda de su último año en el poder y la idea es repetir el 2do. semestre del 2014, cuando se apartó del pragmatismo que la había ganado en los primero 6 meses del año que pasó y se volvió más populista, estatista y extrema en sus decisiones, acciones y declaraciones.
En el Congreso, el oficialismo fue una aplanadora. La oposición sólo pudo frenar 1 de los proyectos de ley generados por Cristina Fernández: la reforma del Código Penal, de Eugenio Zaffaroni. El resto de las propuestas kirchneristas terminó por aprobarse. Y es intención de la Presidente de la Nación que se repita el estilo en 2015.
Pero la mayor preocupación de Cristina Fernández no es Daniel Scioli. Es Sergio Massa, a causa del potencial de daño que tiene para los planes políticos de la Presidente de la Nación. El ex intendente de Tigre conoce las entrañas del kirchnerismo, no niega sus raíces peronistas, está abierto a alianzas -tal como acaba de confirmarse con el ingreso de Francisco de Narváez al massismo-; y puede terminar sumando radicales o acordando con Mauricio Macri para una gran interna abierta en las PASO.
Pero Sergio Massa ha cometido varios errores en las últimas semanas, quizá por cierta ansiedad que surge de la presión de una porción de sus colaboradores. Desde la foto del cartel con su rostro (parece que viera el cielo para saber si va a llover), el lema “Distinto” (que no le aporta nada), la foto (con camisa manga larga) haciendo un asado cuando no se le reconoce interés por cocinar o la (luego frustrada) idea de subirse a las tablas en Villa Carlos Paz, en la obra en donde actúa Luli Salazar, la ex de uno de sus economistas de cabecera, Martín Redrado.
En una catarata de encuestas que se dieron a conocer en Diciembre, muchas de los trabajos quisieron imponer la sensación de que la adhesión hacia Sergio Massa se había estancado o, en el peor de los casos, estaba en baja. Son los mismos consultores que sostenían que Mauricio Macri no paraba de crecer desde abril. No importa si hay detrás de estos informes una operación política o no. Lo cierto es que, dentro del propio equipo de campaña del ex intendente de Tigre, reconocen que hay que darle una inyección de anabólicos a la candidatura presidencial si quieren polarizar con Daniel Scioli, que es el gran tema para el tramo final.
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Casi como un murmullo, a mitad de la semana, Sergio Massa aceptó participar de una gran interna con otros candidatos presidenciables de otras fuerzas, “pero bajo ciertas condiciones”. Es el 1ro. de los 3 que disputan la punta que reconoce la posibilidad de un acuerdo. Quizás, sea una respuesta a la creciente demanda de una alianza entre el ex intendente de Tigre y el Jefe de Gobierno porteño, tal como adelantó esta columna la semana pasada.
El temor a una alianza amplia de centroderecha llevó a Daniel Scioli a sentarse con Ernesto Sanz. Quizás, para explorar la posibilidad de construir una nueva “transversalidad” con peronistas, algunos kirchneristas “blandos” y ciertos intendentes radicales que han estado cercanos a la Casa Rosada todos estos años. Es otra alianza, poco explorada en las encuestas, pero que desde La Plata han comenzado a delinear.
Ocurre que hasta los últimos días de febrero, el juego de seducción, de ataque y defensa, las declaraciones altisonantes o sorpresivas, las fotos oportunistas o no esperadas, las cenas o almuerzos que se conocerán por fuentes “no oficiales”, formarán parte de la estrategia mayor de cada candidato presidencial: sumar la mayor cantidad de aliados posibles.
Si algo dejan las encuestas de fines de año es que ni Daniel Scioli, ni Sergio Massa, ni Mauricio Macri pueden llegar solos a la Casa Rosada. Todos deben sumar aliados. Pueden estar dentro del núcleo duro kirchnerista, del peronismo desanimado, de los radicales desilusionados, de los conversos y oportunidad, de los grupos sociales, de las corporaciones. El sciolismo, el massismo y el macrismo no tienen masa crítica para llegar al poder, deben ampliarse, deben sumar grupos dispersos, figuras individuales, poderes territoriales, aparatos sociales y corporaciones.
El 10/12/2015 asumirá un Presidente de la Nación que, tal como ocurrió con Néstor Kirchner en 2003, deberá construir un colectivo político propio sumando colectivos políticos y sociales que quedarán sin liderazgo. La duda es si quien saldrá victorioso será un nuevo (mediocre, codicioso y autoritario) Néstor Kirchner. O si será un dirigente que cambie la Argentina y no la siga hundiendo. Eso, tal como el futuro económico de la Argentina, a estas horas, es un enigma.