PESIMISMO GENERALIZADO
El fracaso moral de Davos
El Foro Económico Mundial no trae esta vez anuncios triunfalistas u optimistas con lo que se viene sino más bien, todo lo contrario. Se cuestionan los paradigmas existentes y se habla de "cambio", pero nada concreto.
28 de enero de 2012 - 00:00
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Se constata mal clima en el Foro Económico Mundial 2012 (WEF), iniciado el pasado miércoles (25/01 )reuniendo a 2.600 representantes de transnacionales de más de 100 países, incluyendo 40 jefes de Estado.
Declaraciones manchadas de negativismo, como las palabras de Muhammad Yunus, economista ganador del Nobel de Bangladesh y fundador del Grameen Bank, quien dijo que “el ambiente está impregnado de depresión y tristeza y nadie está seguro de si el futuro será mejor”, según recoge el China Daily. Por su parte, Yunus, orador frecuente en el Foro, reconoció haberse dado cuenta de que la confianza entre los asistentes había caído al nivel más bajo y calificó tal atmósfera como una de las peores en su memoria.
Unas sensaciones sombrías que coinciden con Yan Xuetong, decano del Instituto de Relaciones Internacionales Modernas de la Universidad de Tsinghua. Yan expuso que Europa puede tener dificultades para alcanzar soluciones este año y lo que es más, la situación podría empeorar. Una impresión borrosa, aunque con aportaciones fue la del presidente de México, Felipe Calderón, quien instó a Europa tomar medidas energéticas como cortafuegos a la crisis de deuda.
Pero no todas fueron reacciones negativas. Jin Canrong, profesor de estudios internacionales de la Universidad Renmin de China apuntó que tanto Europa, USA como Japón han empezado a adoptar una actitud responsable para hacer frente a sus dificultades, y aprovechó para aportar una visión más clara sobre la recuperación de la Eurozona.
En el discurso de apertura del WEF, la canciller alemana, Angela Merkel, dijo que Europa pondrá en marcha estructuras políticas capaces de asegurar la viabilidad del euro. Aires de optimismo también emitidos por el primer ministro británico, David Cameron, quien pidió mayores impulsos para la apertura del mercado único.
En la jornada de ayer (27/01) estuvieron presentes el Secretario del Tesoro de USA, Timothy Geithner y Ban Ki-moon, secretario general de la ONU. También acudieron el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, quien apuntó la necesidad de llegar a un pacto fiscal y renovar la estructura económica de Europa, entre otros asistentes. En representación de España participó el ministro de Economía, Luis De Guindos, quien consideró la prevención como la mejor maniobra y apostó por no repetir los errores del pasado.
Pero sin duda en esta ocasión no hay lugar para intercambio de loas triunfalistas o anuncios optimistas sobre el crecimiento global. Todo está cuestionado y en torno al concepto “viraje”. El presidente del Foro, Klaus Schwab, ha explicado ya que el lema de la cita (“Gran viraje, creación de nuevo modelo”) apunta a “nuevos modelos y nuevas ideas para mejorar la condición humana”. Dentro de esa perspectiva crítica 3 ingredientes que ponen seriamente en cuestión los clichés que han guiado la economía global en los últimos años.
Primero, la profunda crisis en la economía global. Hace pocos días el Banco Mundial bajó al 2,5% sus perspectivas de crecimiento para el 2012, fijado hasta hace pocas semanas en 3,6%. Se está ante problemas de fondo y no coyunturales: crisis del sistema financiero, recesión en buena parte de Europa, crecimiento reducido en USA y reducción del ritmo de expansión china, para mencionar sólo 4 hechos. Las respuestas en curso no apuntan a reimpulsar el crecimiento sino a contenerlo. Generando, con ello, más desempleo, problemas sociales y más “indignados”.
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El presidente del Foro destaca que se fracasó en el aprendizaje de la crisis de 2009 y que “es necesaria una urgente transformación que debe comenzar con la restauración de un sentido global de la responsabilidad social”.
Segundo: el impacto de la crisis en la estabilidad institucional. Se debilita no sólo la economía sino la legitimidad del sistema. De acuerdo al último “barómetro de confianza” mundial que la empresa Edelman acaba de publicar, se han duplicado en un año los países en los que prevalece el escepticismo. En Japón la confianza en las instituciones ha bajado de 51% a 34%; en Brasil, del récord de 80% del año pasado, se ha bajado a 51%. Este panorama nuboso es el telón de fondo que explica la ausencia de Barack Obama, su vicepresidente (Bill Clinton y George W. Bush iban a Davos ellos mismos o enviaban a sus respectivos vicepresidentes) y de los rusos Putin o Medvedev. Influye la desagradable evidencia de que las cosas no están bien y de que algo de fondo tiene que cambiar. Demasiado pedir con elecciones por delante.
Tercero, el peso creciente de las empresas estatales en la economía global. En particular, en los países emergentes. Poderosas empresas públicas tienen hoy peso fundamental en lugar de clásicas transnacionales privadas. Las diez empresas petroleras y de gas más importantes del mundo –medidas en volumen de reservas– son todas estatales. Las empresas estatales, a su vez, empiezan a ser más productivas que antes. En China, por ejemplo, sus retornos eran de un escaso 0,7% en 1998; subieron a 6,3% en el 2006. En ello viene siendo clave la decisión política de delegar en una gestión gerencial profesional o en asociar las empresas al capital privado.
Además de poderosas y productivas son la fuente de más del 30% de la inversión directa en los países emergentes durante la última década.
Un panorama que en todo, pues, sale de lo “clásico”. Los mercados se han hecho globales, pero la regulación no. Y hay nuevos actores que antes no contaban. Se clama por nuevas respuestas para “mejorar la condición humana”. Eso no se conseguirá con recetas que funcionaron en un contexto distinto pero que no sirven ahora.
Carlos Buhigas Schubert, lo ve así en Cinco Días: "El Foro Económico Mundial nació en Davos (Suiza) en 1971. Desde entonces ha ido aumentando tanto en participación como en influencia, hasta establecerse como la cita anual de la élite global. Esto último, que es su seña de identidad y principal baluarte, es hoy también su talón de Aquiles; que le resta crédito y presenta un retrato realista de la descomunal desigualdad en el reparto del poder y la riqueza en el mundo y sus secuelas en el ámbito político, económico y moral.
Desde principio de la década pasada y ante el inicio de protestas civiles que cuestionaban la representatividad de este foro, su dirección propuso reformarlo para hacerlo más plural. Como consecuencia de las mismas se introdujeron algunos cambios que, en la línea de lo esperado, rozaban el ridículo. Entre ellos se incluía invitar a más representantes de la sociedad civil y a algunos artistas bienintencionados y desarrollar un programa de conferencias abierto al público (conviene no olvidar la probabilidad de que alguien viaje hasta un lugar tan recóndito como Davos para escuchar una conferencia). Como era previsible, nada ha cambiado. Davos sigue siendo el punto de encuentro de un grupo selecto y endogámico que se congrega para hablar de sus asuntos. Su capacidad para influir, rediseñar y delimitar el sistema de intereses globales es tan abusivo como su interés por que nada cambie sustancialmente.
Todos aquellos que hayan tenido el dudoso privilegio de coincidir con los miembros de esta casta habrán observado dos características que recuerdan a las aristocracias de antaño. Por una parte, su llamativa identidad de grupo, que lleva a sospechar que, independientemente de cualquier consideración, su lealtad estará siempre incondicionalmente ligada a la supervivencia de su especie. El maestro de ceremonias del Foro, el profesor Schwab, lo describía el martes pasado con un lenguaje que pone los pelos de punta: "El espíritu de Davos significa que la gente no está aquí solo con sus ideas sino también con sus corazones". Por otra, su querencia a platicar sobre valores y, en el día a día, a practicar una moralidad acomodaticia y muy rentable. El profesor Schwab ni siquiera pudo esperar a la inauguración oficial para anunciar solemnemente por Twitter: "Tenemos un problema de valores y una falta de misión en este mundo".
Sin embargo, como adelantaba al principio, es posible y deseable que al Foro de Davos se le esté acabando el negocio. El año pasado, en una entrevista al carismático inversor Marc Faber, le preguntaban si participaría en el foro de los líderes y pensadores globales. El inversor respondía que "no tenía noticia de que hubiese pensadores, sino un grupo de mentirosos que secundan el sistema y perpetúan el fraude, el abuso y las prácticas dudosas en el sistema financiero". Independientemente del tono y el lenguaje utilizado, mi impresión es que esa percepción se ha ido extendiendo de una forma justificada durante los últimos años hasta el punto de que si el Foro Económico Mundial de Davos dejase de existir, la mayoría del mundo no lo echaría de menos. Es más, posiblemente algunos de sus distinguidos invitados preferirán renegar de haber participado en la fiesta de los elegidos globales y haberse codeado con algunas de las eminencias que nos han llevado a la catástrofe en la que vivimos hoy.
Muchos de los que nos dedicamos a las relaciones internacionales y decidimos deliberadamente distanciarnos de la hiedra que medra en lugares como Davos vemos con enorme frustración cómo, al tiempo que las élites se protegen, los principios y valores que guiaban la creación de un mundo con responsabilidad compartida se ignoran, las instituciones que tutelaban esos valores (empezando por Naciones Unidas) se desvalorizan y nuestros Gobiernos se aferran a toda costa al mundo de ayer, intentando proteger los intereses que poco tienen que ver con el presente, socavando así la esperanza de que las cosas no dejen de deteriorarse.
En momentos como estos hubiese sido de una enorme utilidad tener un foro económico global diferente, realmente abierto, creíble y representativo, capaz de encontrar puntos de encuentro, aglutinar expertos comprometidos y consensuar el camino hacia soluciones concretas, no debates abstractos. Lo que pueda ocurrir en 2012 es aún más incierto que en años precedentes. A los que practican el intrigante oficio de la predicción política yo les recomendaría que no pierdan de vista lo inesperado. La falta de audacia de nuestros líderes no deja de ser una inversión segura".