CONTROL ORWELLIANO

Anonymus tiene razón (Dinero electrónico, gobierno y restricciones a las libertades personales)

La tarjeta SUBE (dinero electrónico para usar el transporte público en Buenos Aires) es un paso más que el gobierno K implementa para establecer controles sobre la población: quién, cómo y a dónde se viaja serían parte de los datos que el gobierno podría tener en su poder asumiendo que el simple hecho de usar el transporte público representa una amenaza para la sociedad. Y no sólo eso, sino que además ni siquiera puede garantizar la seguridad de los datos que almacena, tal como lo demostró Anonymous en su última operación contra la base de datos del sistema del gobierno. ¿Es necesario dar nombre y apellido para subir al colectivo?

 

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) - El mundo se parece cada vez más a un gigantesco "1984" orwelliano, de eso quedan cada vez menos dudas: cámaras de seguridad por todos lados, scanners con radiación en los aeropuertos, controles represivos de la circulación de la información y, lo que hasta ahora parece ser sólo un intento, la voluntad de imponer el dinero electrónico.
 
Para empezar, el dinero electrónico se aleja tanto del concepto original de riqueza que lo vuelve tan abstracto como un número virtual dentro de un servidor. Si antes la riqueza se medía por la cantidad de oro o billetes que uno disponía en el banco o en su propia caja fuerte, el dinero electrónico ha convertido esa situación en un significado producto del acuerdo entre entidades financieras que acreditan que uno mismo es dueño del dinero cuando este fisicamente no existe.
 
Esa virtualidad (entre otros factores) es la que permitió la debacle financiera del 2008 que hoy, a 4 años del estallido de la crisis, aún no encuentra solución y tiene a varios países del mundo al borde del derrumbe y a las grandes potencias en una batalla velada que podría teminar desembocando en una guerra global.
 
Así las cosas, los intentos de los gobiernos y de los grandes bancos para ir implementando el sistema de dinero electrónico en el mundo avanzan inexorablemente a caballo de diferentes (y poco exitosas) iniciativas: Octopus en Hong Kong, que comenzó como un sistema de pago de tránsito masivo y se ha utilizado ampliamente como un sistema de dinero electrónico; FeliCa, en Singapur, símil de Octopus; Chipknip, en Holanda; y el polémico SUBE, que en Buenos Aires genera más rechazos que adhesiones.
 
El dinero electrónico no sólo representa un peligro por la intangibilidad de la riqueza y las posibilidades de fraude (claro ejemplo, Goldman Sachs) sino que además representa una nueva herramienta de control y un avance más de los estados en la restricción de la libertad de las personas.
 
Si bien en un principio esta clase de dinero se almacena en información en una tarjeta magnética, el siguiente paso podría ser el del uso de celulares (de hecho, ya hay diferentes servicios e iniciativas que usan los celulares como monederos virtuales) para luego pasar a la pesadilla de los teóricos de la conspiración y los futuristas más apocalípticos: un chip subcutáneo que guarda y transmite la información personal de cada individuo. Ejemplos de este chip ya han sido implementados en diferentes partes del mundo de manera experimental.
 
En este marco de control es que debe entenderse la iniciativa gubernamental de SUBE: no sólo existe una intención de eliminar a sus competidores como Subtepass o Monedero, sino que además pretende que el Estado controle quién, cómo y a dónde viajan las personas guardando en una base de datos información que los usuarios estarían entregando con sólo subirse a un colectivo.
 
Para los más memoriosos e intuitivos va el dato: la escasez de monedas que azotó a la ciudad de Buenos Aires los últimos años, que algunos denunciaron como intencional por parte del gobierno, y las reiteradas campañas de prensa por la cantidad de accidentes viales relacionados con colectivos, sirvieron de marco para el plan que incluye por un lado, la implementación del dinero virtual para el transporte público y por el otro, un necesario seguimiento electrónico de cada unidad de transporte para lograr una centralización de la información vía satélite.
 
Dato no menor, el gobierno busca controlar mediante los pagos electrónicos "quién viaja a dónde y cómo lo hace". Y aunque el sistema tiene claras fallas, como lo demostró Anonymous en su reciente ataque a la base de datos de SUBE (planteando además el interrogante acerca de la seguridad de los datos de los ciudadanos confiados a un organismo público) lo grave es la participación por ahora voluntaria de los ciudadanos en esta clase de sistemas. De esta manera, el reclamo de los hacktivistas es simple: anonimato para el uso de la moneda virtual. 
 
¿Es necesario que el gobierno o una corporación esté al tanto de cuáles son nuestros movimientos por la ciudad? ¿Por qué para tomar un colectivo ahora hay que entregar datos personales como si representara una amenaza para la sociedad el simple hecho de moverse de un lugar a otro? ¿Es razonable confiar datos personales al gobierno o a una corporación sólo para ir de Palermo a La Boca?