Superávit, desinflación y respaldo político sostuvieron el programa de Milei, aunque la falta de divisas y el desgaste cambiario condicionan el cierre del año
24 de diciembre de 2025 - 12:58
2025, el segundo año de la administración de Javier Milei, cerró con un clima distinto al del arranque. El ajuste fiscal dejó de ser el único protagonista y empezó a convivir con una economía que ensaya una recuperación frágil, con tensiones cambiarias latentes y una restricción externa que volvió a marcar límites.
El programa mostró avances claros, aunque también expuso zonas de desgaste que condicionan el tramo final del mandato.
1. El ancla fiscal sigue firme, pero ya no alcanza sola
El orden de las cuentas públicas, tal como destacan desde GMA Capital, fue el pilar que sostuvo todo el esquema. El gasto nacional pasó del 19% al 15% del PIB en 2024 y acumuló un recorte real cercano al 26%, con un fuerte ajuste en subsidios, obra pública, transferencias y gastos corrientes.
Ese shock permitió recomponer la solvencia y sentó las bases de un superávit primario que en 2025 rondaría el 1,6% del PIB. Ese shock permitió recomponer la solvencia y sentó las bases de un superávit primario que en 2025 rondaría el 1,6% del PIB.
La novedad es que el debate ya no gira en torno a si el equilibrio fiscal se mantiene. La pregunta central es cuánto más puede aportar en un contexto sin acceso al crédito externo y con una actividad que empezó a moverse. Con el margen del gasto agotándose, la sostenibilidad del programa empieza a depender de otras variables.
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2. Inflación en baja, pero con precios todavía desalineados
La desinflación fue el segundo logro visible. El índice general dejó atrás los registros de tres dígitos y las proyecciones ubican a 2025 con una inflación cercana al 31% anual, muy por debajo del 118% del período previo.
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El proceso no fue parejo. El sinceramiento inicial de tarifas y del tipo de cambio ordenó precios relativos, pero algunos rubros siguieron corriendo por delante. La carne acumuló subas del 65% en el año, el dólar oficial avanzó 46% y el tipo de cambio real ganó más de 20%. En contraste, indumentaria (17%) y construcción (20%) devolvieron parte de los excesos previos.
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Los salarios lograron una recuperación parcial cercana al 44%, aunque con paritarias que siguen llegando tarde y ajustes administrados que aparecen en tandas. El mapa de precios está más ordenado, pero lejos de un equilibrio definitivo.
3. El nuevo esquema cambiario muestra señales de cansancio
La política cambiaria fue otro frente clave. Tras el overshooting de 2024, el tipo de cambio oficial ($1.453) y el contado con liquidación ($1.541) convergieron a niveles similares a los de la prepandemia en términos reales. En abril se avanzó con una salida parcial del cepo y un régimen de flotación con bandas que se actualizan al 1% mensual.
El sistema funcionó mientras la liquidez estuvo contenida. El quiebre llegó con el desarme de las LEFI en julio, cuando cerca de $10 billones se volcaron al mercado. Las tasas se desplomaron, la demanda de dólares se aceleró y el tipo de cambio empezó a trepar desde $1.280 hacia el techo de la banda.
El resultado electoral en la provincia de Buenos Aires terminó de tensionar el esquema. El dólar saltó $45 en un día y quedó a apenas 3% del límite superior de la banda ($1.425). El margen de flotación quedó reducido a apenas 5%, un colchón escaso frente a shocks políticos o financieros.
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4. La restricción externa volvió a marcar el ritmo
El punto más débil del programa sigue siendo la cuenta externa. En la primera mitad del año se logró desactivar una bomba de reservas cercana a US$11.000 millones. En la segunda parte, el proceso se frenó.
Las reservas netas cerraron en torno a -US$17.236 millones y el desvío respecto de las metas con el FMI superó los US$14.078 millones. Las reservas netas cerraron en torno a -US$17.236 millones y el desvío respecto de las metas con el FMI superó los US$14.078 millones.
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El agro aportó divisas por US$36.964 millones y energía y minería sumaron otros US$14.219 millones, impulsados por incentivos como el RIGI y la baja transitoria de retenciones. Del otro lado, la industria manufacturera (-US$23.458 millones) y las personas humanas (-US$37.262 millones) siguieron siendo demandantes netos de dólares.
La paradoja persiste. Incluso con superávit energético y agrícola, el balance externo no cierra. Sin demanda sólida de pesos y sin crédito externo, cualquier shock vuelve más inestable el equilibrio.
5. El mercado acompañó, con lo mínimo
El respaldo político y financiero fue clave. La elección de octubre fortaleció a La Libertad Avanza en el Congreso y mejoró el clima de expectativas. El riesgo país bajó 137 puntos básicos en doce meses y los bonos soberanos en dólares subieron en promedio 12%, liderando los rendimientos locales.
El tipo de cambio oficial avanzó 43% y la brecha con el contado con liquidación se redujo en 5 puntos porcentuales. Las acciones, en cambio, atravesaron un año de extrema volatilidad.
El S&P Merval llegó a caer 50% en dólares en septiembre y apenas logró cerrar con una baja, en dólares, marginal.