LATINOAMÉRICA

CRISIS EN BOLIVIA Y DEBATE EN ARGENTINA

La columna de Pagni sobre excesos de Evo y la rebelión militar que triplicó el rating de LN+

El periodista Carlos Pagni dedicó su primera media hora de Odisea Argentina al abuso de poder de Evo Morales durante su segundo y tercer mandato, el fraude electoral que cometió el domingo 20/10 y el posterior golpe de Estado que sufrió el domingo 10/11. Luego de un repaso sobre la historia reciente de Bolivia abrió el debate sobre el naciente Grupo de Puebla: "Los que le preguntan a las FF.AA. bolivianas que participaron de un golpe, cuando miran políticamente la escena, ¿qué le recomendarían al ejército boliviano? ¿Reprimir a mansalva? Entonces está muy bien lo que está haciendo el presidente de Chile, Sebastián Piñera. ¿O lo que vale en Chile no vale porque Piñera es de derecha y eso que es repudiable en Chile es plausible o recomendable en Bolivia? Es una pregunta muy interesante para hacerle por ejemplo a todas las fuerzas del Grupo de Puebla, empezando por Alberto Fernández como dirigente del peronismo, que dicen: "Cuidado porque Piñera se está excediendo y violando los Derechos Humanos y le pedimos al Ejército boliviano que haga lo mismo pero siguiendo las órdenes de alguien que, como es amigo, no violaría los DD.HH."

La profunda crisis política y social en que está sumida Bolivia, al borde de la guerra civil, abrió un interesante debate en Argentina sobre los excesos de los gobiernos democráticos que intentan eternizarse en el poder, la voz de las urnas y el temor constante a un golpe de Estado.

Venezuela, Chile, Ecuador, Perú y ahora Bolivia están sacudiendo a la región y abriendo heridas que parecían cerradas.

En medio de una discusión entre la oposición y el oficialismo argentino sobre si se trató o no de un golpe de Estado en Bolivia, el periodista Carlos Pagni hizo un breve repaso de la historia reciente del país vecino, concluyendo: "La cuestión es tan compleja que genera un antecedente para Venezuela, es decir, qué pasaría -porque hasta ahora no fue puesto a prueba el Ejército venezolano- si hay un desborde o si Maduro piensa que hay un desborde de las manifestaciones en su contra por parte de la oposición venezolana (que el 16 tendrá manifestaciones) y decide pedirle al Ejército que reprima y el Ejército se niega a reprimir. Qué es lo que estuvo esperando buena parte de la opinión política progresista tanto en América Latina como en Europa para evitar lo que está en la cabeza de muchos funcionarios americanos, que es una intervención externa. ¿Habría un golpe en Venezuela? Técnicamente sí y habría que defender entonces la legitimidad de Nicolás Maduro, aunque Maduro sea un presidente acusado como Morales de ser un presidente fraudulento, que surgió de un proceso electoral viciado. Quiere decir que no es tan fácil poner blanco o negro, no hay por qué elegir entre el fraude y el golpe, existen las dos cosas en Bolivia y las dos cosas eventualmente en Venezuela".

A continuación, sus principales conceptos transcriptos por el portal de dicho medio:

En Bolivia se ha planteado una situación extraordinariamente compleja que la política local argentina y regional está tratando de simplificar de manera maniquea, como si se pudiera elegir entre fraude o golpe de Estado. La situación se va a ver mañana [por hoy], va a seguir siendo compleja porque hay una enorme incógnita respecto de quién tiene el poder en Bolivia y sobre qué capacidad tienen los dirigentes bolivianos de traducir en términos institucionales un esquema de estabilidad política que ha resultado muy difícil de alcanzar en las últimas semanas.

La senadora Jeanine Áñez, que mañana [por hoy] sería la nueva presidenta de Bolivia, transmitió al general Williams Kaliman un pedido de la policía para que intervenga poniendo orden en La Paz. Kaliman acaba de contestar que las Fuerzas Armadas (FF.AA.) van a responder al llamado de Áñez para poner orden en una capital boliviana que está tomada por aproximadamente 3000 militantes armados identificados con el presidente saliente que está ahora con asilo en México, Evo Morales.
La sociedad latinoamericana en casi todos los países, también en la Argentina, está extremadamente polarizada en dos versiones de todo: esto se está trasladando inquietantemente a la política internacional, a la lectura de los fenómenos que tienen que ver con otros países, y lo que estamos viendo en estas 48 horas dramáticas en Bolivia es que las distintas facciones que compiten dentro de cada país por el poder, por la interpretación de los hechos, por lo que se llama habitualmente "el relato", usan la situación boliviana como un insumo para uno u otro sentido o interpretación. Entonces cada uno arma la situación boliviana que mejor le conviene, el Evo Morales que más le gusta. Esto es lo que sucede cuando se interpreta la crisis de poder que determinó la salida de Morales en lo que técnicamente es muy difícil de ver sino como un golpe.

Hay que interpretarlo dentro de lo que ha sido el proceso político boliviano de los últimos años: un proceso político institucional fraudulento donde Morales se convirtió en un manipulador de las instituciones a tal punto de avergonzar a los juristas internacionales que le habían servido de soporte intelectual para las primeras reformas institucionales. ¿Cómo se llega a esta situación tan dramática en Bolivia? En 2009 se realiza una reforma constitucional liderada por Morales. Esa reforma tenía un objetivo principal: obtener la reelección. Morales obtiene la reelección para la presidencia, lo que quiere decir que se habilita al presidente a ser reelecto con una cláusula transitoria que estableció que el primer mandato, es decir, el mandato durante el cual Morales estaba promoviendo la reforma constitucional, se iba a computar como primer mandato de dos mandatos posibles. Es decir, Morales había agotado ya un mandato y le quedaba otro más como posibilidad de ejercicio de la presidencia si era reelecto.

En 2013, cuando ya se vencía ese segundo mandato, el tribunal constitucional constituido por Morales interpreta que el primer mandato contra lo que decía esa cláusula transitoria no debía ser computado para la reelección, con lo cual a Morales le quedaría un mandato más, es decir, no dos sino tres en total a esa altura. Cuando ese segundo o tercer mandato, si se computa el primero, se cumple, se llega al año 2015; entonces, cuando Morales ya se vería limitado a poder presentarse nunca más, porque ya había estado tres veces en la presidencia, ahí él produce una reforma de la reforma: para que se modifique esa limitación constitucional y se le permita un mandato más.

Y, como indica la Constitución, además de reformarse la Carta Magna boliviana en la asamblea legislativa, que domina el movimiento del socialismo de Morales, somete esa reforma a un referéndum, que se realiza en febrero de 2016. A ese referéndum Morales lo pierde. Durante un tiempo dice que va a acatar esa derrota, escribe un memorable artículo el expresidente de Bolivia Álvaro García Linera sobre las razones de la derrota, pero cuando se va aproximando el momento en que tiene que entregar el poder, Morales se abraza a la perpetuidad y pide un dictamen del tribunal constitucional por el cual se establece que la reelección es un derecho humano y que por tanto el presidente tiene derecho a presentarse nuevamente. Esta es la razón por la cual Carlos Mesa, el principal opositor de Morales, dice que este mandato en curso ya es inconstitucional.

Un detalle: el secretario general de la OEA, Luis Almagro, cuando emite su comunicado diciendo que las elecciones en Bolivia fueron fraudulentas, habla del mandato constitucional de Morales, es decir, le hace un guiño favorable a la legalidad del actual mandato de Morales. Lo cierto es que ya Morales va a una elección donde se interpreta que la Constitución reformada por el propio Morales es inconstitucional. Ahí es donde aparece un personaje muy poco conocido pero clave en la historia institucional de América latina de los últimos años, que se llama Roberto Viciano Pastor, profesor de la Universidad de Valencia, constitucionalista, ligado al partido político Podemos en España, es decir, a la izquierda dura española, que había sido el mentor o inspirador de las reformas constitucionales de la Venezuela de Hugo Chávez, de Ecuador con Rafael Correa y de la reforma constitucional de 2009 con Morales, donde escribe un artículo diciendo: "Hasta acá llegó mi amor".

Esto de interpretar que las constituciones son inconstitucionales por parte de tribunales dominados por el Poder Ejecutivo es directamente un proceso de violación inconstitucional y fraude. En este contexto es que Evo Morales va a las elecciones y cuando ve que está perdiendo interrumpe el recuento electoral. Ya había intentado hacer lo mismo con el referéndum, solo que la presidenta del tribunal que después tiene que renunciar le dijo: "Yo en esto no me prendo". Hace un black out e interrumpe el recuento y termina después apareciendo una diferencia a favor de Morales -que le permitiría ganar sin ballottage - imposible aritméticamente de justificar por la cantidad de votos que habían quedado sin contar. Es decir, tendría que haber habido un triunfo superior al 100% de los votos que quedaban sin contar para que tuviera una diferencia de 10 puntos con respecto a Mesa.

Ahí se empieza a producir un levantamiento de distintos centros cívicos sobre todo en Santa Cruz de la Sierra, que es un bastión contrario a Morales, y en Potosí, y empieza a haber una gran movilización política que primero es llevada adelante por las fuerzas clásicas de la oposición a Morales y después queda liderada por Luis Fernando Camacho, que es un líder que no fue candidato a presidente, que bordea lo antidemocrático, muy antisistema, ligado a ciertos fundamentalismo religioso, que se mira en alguna medida en el espejo del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y que empieza a promover una rebelión cada vez más activa y más caudalosa contra el gobierno de Morales acusado de fraudulento. Esa rebelión, que tiene como base principal a las clases medias urbanas, donde a Morales siempre le fue mal y esta vez le fue peor, empieza a concitar otro tipo de adhesiones que se vuelven cada vez más incómodas para Morales. Los mineros de Potosí, sectores cocaleros de los que viene Morales, los estudiantes, y hasta comunidades aymara que le piden en aimara al presidente que acate la ley y deje de llevar adelante un proceso electoral fraudulento.

Esto se vuelve cada vez más violento. Morales intenta reprimir a los manifestantes con fuerzas propias, estas que ahora están prácticamente tomando La Paz y que determinan la salida de las FF.AA. El mismo amenaza con rodear La Paz cuando la ola de descontento y de protesta llega a la capital; algunos colaboradores de él insinúan que podrían dejar sin agua y sin comida a las ciudades que se revelen y, en este contexto, hay un pedido -podríamos decir una presión- de algunos países de la región sobre la Organización de los Estados Americanos (OEA), para que el secretario general, Almagro, emita rápidamente un dictamen sobre la calidad del proceso electoral boliviano de tal manera que dé una salida política a Morales, que es la salida que Morales toma: aparece un comunicado que dice que hubo irregularidades que van desde veniales a otras más graves en el proceso boliviano (no usa la palabra fraude pero se pone en el borde de usarla) y Morales termina diciendo que va a ir a otro proceso electoral, admitiendo que el proceso de elecciones realizado era fraudulento.

En este contexto empieza un proceso que se conoce poco. Y es una discusión interna dentro de las FF.AA.. Allí hay dos figuras muy importantes, una es el general Kaliman, al que le habla la senadora Añez, y el otro es el general Juan Ramón Quintana que es el ministro de Defensa. Esos dos hombres ligados a Morales quieren reprimir, pero cuando le dan la orden al general Jorge Ramón Mendieta, que es el jefe del Ejército, éste dice que no va a reprimir y parece haber en esta abstención de Mendieta, que es el hecho crucial, lo que convertiría el proceso militar boliviano en una especie de golpe por defección, por no garantizar el orden púbico. Parecería que hubiera entre Mendieta, las fuerzas policiales que se autoacuartelan diciendo que están desbordados y los sectores que siguen a Camacho, una complicidad que es la que configura las características de lo que podríamos llamar un golpe.

Es decir, en este episodio, podríamos justificar la idea de que en Bolivia hubo un golpe que es un golpe donde es imposible deslindar la responsabilidad de Morales con un proceso fraudulento que tiene ya más de tres años de perduración y de sistematicidad. Es acá en donde se vuelve muy capcioso, muy irreal, si el que tiene la culpa es Morales por todo el fraude institucional y electoral o si tiene la culpa el Ejército por negarse a mantener el orden público. A esta necesidad de utilizar el blanco y el negro para consumo interno de lo que pasa en Bolivia la vamos a ver reflejada en muchas discusiones. Lo cierto es que las FF.AA. emiten un comunicado probablemente muy torpe, porque ahí Evo ya tenía redactada su renuncia (tanto que cuando renuncia, si ustedes miran bien el video en que renuncia, él está diciendo "renuncio por culpa de Mesa, mi competidor electoral, y de Camacho"). En ningún momento dice que esté sometido a la presión de las FF.AA.. Más aún, si uno mira la cuenta de Twitter de Morales, si revisa todos los mensajes que emitió en las última horas, habla de un golpe cívico militar pero nunca le reprocha nada a las FF.AA.. En alguna medida los amigos externos de Morales como Grupo de Puebla, etcétera, son más duros con las FF.AA. bolivianas que el propio Morales.

Lo cierto es que emiten un comunicado diciendo que le sugieren al presidente Morales la renuncia. Y esta palabra, "sugieren", ha sido tomado un poco en broma, como con ironía, y es una palabra que técnicamente es importantísima porque es el argumento legal con el que intentan cubrirse los militares. Porque en la ley que regula el comportamiento de las FF.AA. bolivianas hay un artículo que dice -un poco brumosamente- que tienen como responsabilidad evaluar los conflictos externos e internos y eventualmente sugerir soluciones a quien corresponda. Con lo cual lo que está diciendo el general Kaliman cuando dice que no va a reprimir pero que quiere que el presidente renuncie es que han evaluado el conflicto interno y que sugieren al presidente una solución como manda la ley.

Lo que sucede en Bolivia es muy parecido, más que a un golpe -solamente si uno mira el nivel de enfrentamiento y de conflicto armado inclusive de gente armada por el propio gobierno- a una guerra civil, por eso el llamado de la senadora Áñez es tan dramático. Ahora la policía se declaró desbordada, interviene el Ejército y se inicia un proceso que mañana [por hoy] va a tener una jornada clave porque la Asamblea Legislativa tiene que investir como presidenta a Áñez, y no se sabe, y este es un punto decisivo, si el MAS (Movimiento al Socialismo), que es la fuerza política de Morales, va a concurrir a esa Asamblea y va a dar quórum, porque maneja la amplia mayoría del Congreso boliviano. Lo que sí sabemos hasta ahora es que el presidente del bloque de diputados pidió garantías por su seguridad, lo que quiere decir que van a ir y participar de la elección del nuevo presidente. Si el MAS participa va a ser muy difícil que Morales desde México acuse a ese proceso de ilegal, es decir, habría como una convalidación de la fuerza política de Morales respecto de la sucesión de Morales que, si se declara que lo que hubo es un golpe, sería fraudulenta. Este es un problema para todas las fuerzas políticas y gobiernos de la región que han denunciado un golpe en Venezuela como acaba de pasar en el parlamento de la Unasur, donde prácticamente por unanimidad, salvo por un grupo de gente de Bolsonaro, se ha declarado que lo que hubo en Bolivia es un golpe de Estado.

Insisto: la necesidad de encontrar argumentos para la guerra facciosa, para la discusión de cada país, en blanco y negro, está impidiendo hacer una lectura de la complejidad que tiene el caso boliviano, que es una complejidad que en alguna medida embreta a muchas fuerzas políticas, sobre todo, a las de izquierda. Por ejemplo, si uno se remonta a 2001, Cristina Kirchner, en aquel momento como senadora, hace declaraciones diciendo que lo que ha habido contra Fernando De la Rúa ha sido una revocatoria de mandato popular, es decir, que es la gente que salió a la calle la que técnicamente revocó el mandato (institución que no existe en la Constitución argentina) y el presidente lo que hizo fue asumir esa revocatoria de mandato como algo inevitable y renunció. Es decir, el proceso institucional se mantuvo impecable. ¿Fue así? ¿O De la Rúa le pidió al Ejército que reprimiera? ¿Le pidió al general Juan Carlos Mugnolo que reprimiera y este le dijo que los tanques no tenían combustible? Algo parecido a lo que pasó en Bolivia, de tal manera que de la represión se tuvo que hacer cargo la policía y terminó habiendo 20 muertos donde a lo mejor podría haber habido no sé cuántos. Signo de interrogación que nos obliga a pensar si lo de De la Rúa fue un golpe o no. Pero no un golpe con el argumento habitual que es que los intendentes del conurbano comandados por Eduardo Duhalde... No, por defección de las FF.AA., que tienen como obligación obedecer el mandato de mantener el orden.

Hay otro problema detrás de la escena boliviana: los que le preguntan a las FF.AA. bolivianas que participaron de un golpe, cuando miran políticamente la escena, ¿qué le recomendarían al ejército boliviano? ¿Reprimir a mansalva? Entonces está muy bien lo que está haciendo el presidente de Chile, Sebastián Piñera. ¿O lo que vale en Chile no vale porque Piñera es de derecha y eso que es repudiable en Chile es plausible o recomendable en Bolivia? Es una pregunta muy interesante para hacerle por ejemplo a todas las fuerzas del Grupo de Puebla, empezando por Alberto Fernández como dirigente del peronismo, que dicen: "Cuidado porque Piñera se está excediendo y violando los Derechos Humanos y le pedimos al Ejército boliviano que haga lo mismo pero siguiendo las órdenes de alguien que, como es amigo, no violaría los DD.HH.".

Esto se cuela en el discurso político muy frecuentemente. Podríamos mirar algunos detalles que uno lee al pasar habitualmente pero que tienen un significado enorme cuando Fernández dice, citando a Cristina, que Morales tiene una especie de legitimidad especial porque es el único o el primer presidente boliviano que se parece a los bolivianos. ¿Qué habría una especie de legitimidad étnica? ¿Por la raza? Si no tuviera rasgos de la mayoría del pueblo boliviano pero fuera elegido por la gente, ¿qué sería? ¿menos legítimo? Es cierto que en lo que rodea a muchas fuerzas políticas, y sobre todo a Camacho en Santa Cruz de la Sierra y en el sur de Bolivia, hay un componente racista muy importante que recorre vergonzosamente la historia de Bolivia, pero en esta otra afirmación también la hay: Cristina cada vez que habla con Morales no le alcanza con decir que es un presidente, dice que es un presidente indígena, como si no alcanzara con ser un presidente legítimo.

La cuestión es tan compleja que genera un antecedente para Venezuela, es decir, qué pasaría -porque hasta ahora no fue puesto a prueba el Ejército venezolano- si hay un desborde o si Maduro piensa que hay un desborde de las manifestaciones en su contra por parte de la oposición venezolana (que el 16 tendrá manifestaciones) y decide pedirle al Ejército que reprima y el Ejército se niega a reprimir. Qué es lo que estuvo esperando buena parte de la opinión política progresista tanto en América Latina como en Europa para evitar lo que está en la cabeza de muchos funcionarios americanos, que es una intervención externa. ¿Habría un golpe en Venezuela? Técnicamente sí y habría que defender entonces la legitimidad de Nicolás Maduro, aunque Maduro sea un presidente acusado como Morales de ser un presidente fraudulento, que surgió de un proceso electoral viciado. Quiere decir que no es tan fácil poner blanco o negro, no hay por qué elegir entre el fraude y el golpe, existen las dos cosas en Bolivia y las dos cosas eventualmente en Venezuela.

Es todo un problema porque si nos vamos a lo de De la Rúa y determinamos que lo de De la Rúa empezó siendo un golpe o que cayó por las mismas razones que las de Morales y hago la genealogía del poder desde De la Rúa hasta ahora, el kirchnerismo habría tenido un origen fraudulento porque el kirchnerismo nació de papá Duhalde, que es hijo eventualmente de aquel golpe si es que lo hubo. El peronismo, en el 4 de junio del año 43, nació de un golpe contra el fraude, exactamente lo que está pasando en Bolivia, es decir, que si vamos a tirar de la cuerda de la argumentación y pedimos consistencia lógica nos encontramos con problemas enormes que plantea la política a la institucionalidad. ¿Qué quiere decir esto? Que habitualmente se habla de la unidad de los argentinos, propuesta de Mauricio Macri que no le salió; Alberto Fernández dice que va a terminar con la grieta y parece importar la grieta de otros lugares. Tiene la suerte de que la Argentina hoy es casi un modelito de transición racional, armónica, es más, si la gente de Economía de Fernández hablara con la gente de Macri, cosa que todavía no han hecho, sería casi de manual para estudiar en Harvard esta transición, casi como la de Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula Da Silva en Brasil, que ha sido la más ejemplar de América latina por lejos.

Ahora, qué es lo que sucede: esto de la unidad de los argentinos de Macri o de terminar con la grieta de Fernández tiene en el fondo una pizca de autoritarismo o una semilla autoritaria porque supone que tenemos que estar todos juntos pensando lo mismo y queriendo lo mismo e interpretando lo mismo. Y las sociedades democráticas se basan justamente en que no pensamos igual, en que no queremos lo mismo, en que pensamos distinto, interpretamos distinto y por eso es esencial acordar sobre una sola cosa: las reglas. Tenemos que acordar las reglas porque no pensamos contenidos iguales, por eso tenemos que acordar los procedimientos, porque los contenidos son distintos, tenemos derecho a pensar que las cosas son diferentes, pero el que gana una elección es el que tiene derecho a mandar no porque tenga la razón sino porque se cumplió esa regla de validez, lo votaron más personas que al otro.

Esto es lo que hace que la cuestión del fraude electoral sea central en la construcción democrática. Y acá es lo que no se entiende bien de Fernández porque del kirchnerismo se puede decir cualquier cosa menos una: que haya sido remiso a acatar el mandato de las urnas. En 2009 Kirchner perdió por poquitos puntos la elección en la Provincia de Buenos Aires y agachó la cabeza; en 2013 Cristina tuvo que tolerar que le ganara Sergio Massa; en 2015 volvió a soportar la derrota sin chistar y acató el mandato popular. En 2017 lo mismo. Ahora hay una novedad: se inoculan el fraude boliviano. No se entiende por qué Fernández, que obviamente está obligado a denunciar el golpe, no denunció el fraude. Son problemas del doble estándar que dejan a veces a muchos dirigentes en posiciones incómodas. El mismo Fernández este fin de semana emitió un tuit diciendo que había un golpe pero que los bolivianos tenían que elegir a su nuevo gobierno en elecciones libres ¿Por qué va a haber elecciones de nuevo si lo que hubo no fue fraudulento y fue una interrupción ilegal del mandato de Morales? Ahí hay una incoherencia como tantas en esta política que por su espíritu faccioso termina abrazada a dobles criterios, a un doble estándar para evaluar situaciones que son similares.

Esto logró triplicar el rating de LN+, señal en la que se emite Odisea Argentina

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