Dilema de un Papa peronista: cerrar una grieta (católica) para no perder lo que Biden 'recuperó' a medias

Bergoglio logró que sea argentino el primer Papa no europeo. En cambio, Joe Biden no logró ser el primero en la lista de mandatarios católicos de Estados Unidos. Pero sí lo será en gobernar con un Papa que, además de ser latino, es peronista, pero en un contexto donde la "grieta interna" les demanda enfrentar batallas distintas.


Joe Biden es el segundo mandatario católico de Estados Unidos después de John Fitzgerald Kennedy. Ya mostró su evidente sintonía con el Papa Francisco y juró el cargo sobre una vieja Biblia familiar, sostenida por su esposa, y en su discurso inaugural mencionó a San Agustín y evocó una y otra vez conceptos de doctrina social de la Iglesia.

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  • Sin embargo, no todo lo que reluce es oro. La situación no es tan sencilla para el nuevo mandatario norteamericano. De hecho, ya desde el inicio tanto el ex presidente Donald Trump, como su rival demócrata, se disputaron con gran intensidad el voto católico, con mensajes directos y avisos publicitarios en particular en los estados "péndulo" que definirían al ganador en las pasadas elecciones de noviembre.

    Es que Biden profesa un catolicismo humanista para defender la justicia social, económica y racial. En efecto, este martes firmó una serie de decretos que buscan poner fin a una situación que calificó como "racismo sistemático" en Estados Unidos. Una de las órdenes ejecutivas apunta a eliminar el uso por parte del gobierno federal de las cárceles privadas, que suelen tener un número desproporcionado de reclusos de minorías raciales. Un segundo decreto busca poner fin al "sesgo antiasiático" en la respuesta del gobierno federal al coronavirus que resulta en la discriminación de la comunidad asiático-americana y de las islas del Pacífico. Otro decreto plantea fortalecer los vínculos con tribus indígenas americanas y nativas de Alaska. El cuarto documento, un memorándum, intentará garantizar un acceso más equitativo a la vivienda, explicó Biden desde la Casa Blanca.

    "Con motivo de su toma de posesión como cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos de América, extiendo mis cordiales buenos deseos y la seguridad de mis oraciones de que Dios Todopoderoso le conceda sabiduría y fortaleza en el ejercicio de su alto cargo", le deseó el pontífice a través de un mensaje dado a conocer por el Vaticano luego de la asunción.

    "Que bajo su liderazgo, el pueblo estadounidense siga sacando fuerza de los elevados valores políticos, éticos y religiosos que han inspirado a la nación desde su fundación", planteó el Papa.

    "En un momento en que la grave crisis que enfrenta nuestra familia humana pide respuestas unidas y con visión de futuro, oro para que sus decisiones sean guiadas por la preocupación por construir una sociedad marcada por la auténtica justicia y libertad, junto con el infalible respeto por los derechos y la dignidad de todas las personas, especialmente los pobres, los vulnerables y los que no tienen voz", siguió el Papa.

    "Asimismo le pido a Dios, fuente de toda sabiduría y verdad, que guíe sus esfuerzos para fomentar entendimiento, reconciliación y paz dentro de los Estados Unidos y entre las naciones del mundo para promover el bien común universal", continuó Francisco en su mensaje a Biden. Y finalizó: "Con estos sentimientos, de buena gana invoco sobre usted y su familia y el amado pueblo estadounidense una abundancia de bendiciones".

    Pero en tierras norteamericanas  algunos curas conservadores y antiaborto han llegado incluso a cuestionar que el candidato demócrata sea católico.  Es que puede resultar también liberal en varias cuestiones sociales muy delicadas y que dividen. Está en contra de la pena de muerte, y nombró en su gobierno a homosexuales y personas transgénero.

    Todo esto genera divisiones dentro de la Iglesia de Estados Unidos, que es permeable a la creciente grieta política que vive el país y con parte de su clero escéptico al liderazgo del pontífice argentino.

    Justo antes de la asunción el presidente del episcopado norteamericano, del Opus Dei, y el arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, difundió un mensaje que fue como una declaración de guerra. Es que se encargó de destacar que "será refrescante interactuar con un presidente que evidentemente comprende, profunda y personalmente, la importancia de la fe y de las instituciones", pero también escribió: "Debo señalar que nuestro nuevo presidente se ha comprometido a seguir ciertas políticas que promoverían los males morales y amenazarían la vida y la dignidad humanas, más seriamente en las áreas del aborto, la anticoncepción, el matrimonio y el género. Es motivo de profunda preocupación la libertad de la Iglesia y la libertad de los creyentes para vivir de acuerdo con sus conciencias".

    Ese mensaje contrastó claramente con el del Papa, que como se mencionó, rezó para que Biden pudiera construir "una sociedad marcada por verdadera justicia y libertad, junto al respeto por los derechos y la dignidad de cada persona, especialmente los pobres, los vulnerables y los que no tienen voz" y exhortó a Dios que pudiera guiar sus esfuerzos "para fomentar el entendimiento, la reconciliación y la paz en Estados Unidos y el mundo".

    Michael Sean Winters, del National Catholic Reporter, en un artículo consideró "maleducado" el comunicado de Gómez, y "un ataque en contra de Francisco, que dejó en claro que quiere trabajar con la nueva administración". 

    Además, identificó en el comunicado la impronta del arzobispo emérito de Filadelfia, Charles Chaput, uno de los máximos detractores del Papa, que en noviembre atacó al nuevo arzobispo de Washington, el cardenal Wilton Gregory, por afirmar que no le negaría la comunión a Biden.

    Para el Vaticano, el gobierno de Biden resulta una verdadera oportunidad luego de las fuertes tensiones que hubo entre ambos durante el gobierno de Trump, como la salida de ese país del Acuerdo Climático de París, fuertemente defendido por el papa argentino o la política inmigratoria restrictiva de Trump, en las antípodas de la apertura reclamada por el pontífice a nivel internacional.

    Pero, para el Papa, que por ese motivo se enfoca en el tema, el mayor dilema es como escapar a esa gran grieta interna. Pues, sabe que en ese sentido no puede actuar como el "peronista" que es. A Bergoglio no le conviene apelar a ello como lo hicieron sus coterráneos en batallas propias.

    Además, le llueven las advertencias: Massimo Faggioli, autor del libro Joe Biden y el catolicismo en los Estados Unidos, afirmó hace poco que "quienquiera que sean el Papa y el presidente de los Estados Unidos, siempre ha habido importantes diferencias entre el Vaticano y Estados Unidos a nivel de política internacional, que también ahora surgirán con el tiempo".

    La italiana Gaja Pellegrini-Bettoli, autora del libro Shake-Up America, puso el foco de atención en temas como la pena de muerte sobre los que Biden aparece con un margen de acción reducido. "En Estados Unidos hay 28 estados que permiten la pena de muerte, además de las ejecuciones a nivel federal y las permitidas dentro de las cortes militares", detalló la analista. "Biden está contra la pena de muerte pero tendrá que hacer un balance porque hacia dentro, en un país como Estados Unidos, podría aparecer como débil en este tema. Veo muy difícil que pueda derogarla a nivel federal", lamentó.

    Faggioli, historiador y teólogo italiano, afirma que el "trumpismo católico" será uno de los mayores problemas tanto para el Papa como para el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

    Destaca además que la "situación se invierte en comparación con Kennedy, el primer católico que, ascendiendo en 1961, logró desterrar el tradicional prejuicio anticatólico que imperaba en un país donde la clase alta era protestante y los católicos eran un cuerpo externo (de origen irlandés, polaco, italiano, alemán), tendencialmente pobre y poco educado, leal más al Papa que a las libertades democráticas. Hoy en día, los católicos están firmemente integrados en el establishment, desde el gobierno hasta la Corte Suprema y los negocios: "Si para el primer presidente católico en la historia de Estados Unidos, ser tal era el problema ante la nación, para el segundo, Biden, el país no tiene ningún problema con su fe católica". Pero tampoco le faltan los dilemas...

    La transición "del neoconservadurismo al neotradicionalismo y al neofundamentalismo", que en Donald Trump tuvo su encarnación y aceleración es un fenómeno nuevo, destaca el historiador, que afirma también que incluso"se puede hablar del trumpismo católico": "nunca antes un presidente en la historia de las relaciones entre los Estados Unidos y el Vaticano se opuso al Papa de frente y no sobre la base de una agenda secular sino religiosa".

    Trump "ofreció tranquilidad al catolicismo conservador no solo sobre los principales temas que dividen a los católicos en dos partidos eclesiales antes que los políticos, el aborto desde la década de 1970 y en los últimos años el género y la homosexualidad. Trump también representó una oferta política sobre el tema del nuevo nacionalismo y nativismo, a la que se opusieron Obama y Francisco. Incluso antes de las elecciones, ya con las primarias del Partido Republicano en la primavera de 2016, Trump se había propuesto, tanto como mensaje como persona pública, como una alternativa al pontificado profundamente político de Francisco". 

    En este sentido, su presidencia " representó un período de tensiones sin precedentes en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y el Vaticano".

    Pero como Biden se encuentra inmerso en un catolicismo que corre el riesgo de divisiones, "tendrá que lidiar -sobre todo desde un punto de vista simbólico- con este frente católico interno", pues, lejos de lo que le ocurrió a Kennedy, deberá concentrarse en el precario equilibrio entre las diversas partes de la Iglesia estadounidense que a superar las sospechas sobre un posible conflicto de fidelidad, para un presidente católico, entre América y el Vaticano.

    Por eso no podrá hacer muchos aportes al Papa argentino en su intento por aprovechar esta oportunidad histórica, donde existe el riesgo de dividirse aún más, así como de seguir configurando diferentes tipos de catolicismo. La tarea del argentino estará focalizada, sin dudas, en la otra grieta, que al fin y al cabo, el catolicismo de Biden no asegura cerrar.

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