DEBATE

Malvinas/Falklands: Una solución de mercado

Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada de la Universidad John Hopkins en Baltimore e investigador invitado del Cato Institute en Washington, DC y propone una salida “capitalista” al problema del archipiélago del sur y otros territorios en disputa. Otros proponen representación en Westminster.

 

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Más allá de las pretensiones que cada lado de la disputa mantienen en el prolongadísimo y muchas veces artificial conflicto por las Malvinas/Falkland, sus intereses económicos y de politiquería interna, la realidad es que el status jurídico del archipiélago y sus habitantes se encuentra aún en un limbo que merece una solución. 
 
Por un lado, Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore e investigador invitado del Cato Institute en Washington, DC y propone una salida “capitalista” al problema del archipiélago del sur y otros territorios en disputa.
 
Según recuerda Hanke en el Energy Tribune, tan pronto como "La Dama de Hierro" (la reciente película biográfica de Margaret Thatcher protagonizada por Meryl Streep) llegó a la gran pantalla, enseguida volvieron al conciente colectivo los recuerdos de la guerra de Malvinas/Falklands -una guerra que oficialmente comenzó el 2/04/82, sólo 3 años después de que Margaret Thatcher asumiese las riendas como primer ministro del Reino Unido.
 
Desde 1833, Gran Bretaña ha sido capaz de mantener su asentamiento colonial en las Malvinas/Falkland contra las objeciones de Argentina. Incluso Samuel Johnson tenía algo que decir acerca de las Malvinas/Falklands. Johnson fue una de las figuras literarias más importantes de Inglaterra: poeta, ensayista, biógrafo, lexicógrafo, está considerado por muchos como el mejor crítico literario en idioma inglés. Johnson era poseedor de un gran talento y de una prosa con un estilo inigualable.
 
Esto es lo que escribió en 1771:
 
"¿Qué, sino una soledad triste y sombría, es una isla arrojada fuera del uso humano, tormentosa en invierno, y árida en verano, una isla que ni siquiera los salvajes del sur han dignificado con su habitación, donde una guarnición debe mantenerse en un estado que contempla con envidia a los exiliados de Siberia, en la cual los gastos será perpetuos, y su uso sólo ocasional y que, si la fortuna le sonríe a nuestro trabajo, puede convertirse en un nido de contrabandistas en la paz y el refugio de bucaneros en las guerras del futuro?”. 
 
Cuando Margaret Thatcher se hizo cargo del gobierno que dejaba Jim Callaghan, su gobierno recibió un resumen de lo enconado de la situación de las Malvinas/Falklands. Como resume Sir Lawrence Freedman en sus 2 volúmenes de La Historia Oficial de la Campaña de Malvinas:
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"La nota informativa preparada para el Gobierno entrante describe el problema. Un conjunto de islas remotas, con una población menguante y perspectivas económicas limitadas, dependiente de las comunicaciones y suministros de un país vecino. Este país reclama la soberanía, y si se actuase sobre esta reclamación con la fuerza armada, la pequeña guarnición proporcionaría una defensa escasa, y un esfuerzo posterior para retomar las islas, lo que implicaría una operación anfibia más importante. La afirmación de la soberanía puede ser "errónea", pero todavía arroja una sombra sobre las relaciones con Argentina y le causa dificultades a Gran Bretaña en la ONU. Cualquier desarrollo a largo plazo de las Islas requiere una solución a este problema, pero los esfuerzos para encontrar una solución negociada no han llegado muy lejos. A los isleños se les ha garantizado que sólo serían llevadas al Parlamento aquellas propuestas de solución que ellos aprueben, pero ninguna propuesta en interés de Argentina les resultó atendible”.
 
El gobierno de Thatcher no se dio cuenta de que el peligro estaba al acecho, como siempre ocurre cuando hay territorios en disputa. De hecho, la inteligencia de Gran Bretaña sobre lo que el gobierno militar de Argentina planeaba estaba truncada. Cuando el gobierno de Leopoldo Fortunato Galtieri pegó el golpe, Gran Bretaña fue tomado por sorpresa y la guerra de Malvinas comenzó, arrojando un saldo final de 900 víctimas.
 
Y, como dicen, lo que va, vuelve. A medida que se acerca el 30° aniversario de la guerra, las tensiones vuelven a aumentar, otra vez. En diciembre pasado, el primer ministro británico, David Cameron, se enojó por los informes que daban cuenta que buques de guerra argentinos habían interceptado barcos pesqueros españoles en las "aguas de las Malvinas/Falkland." La presidente de Argentina, Cristina Fernández, salió al ruedo para afirmar que las Malvinas/Falkland son un problema mundial. Además, cerró un acuerdo con los países del Mercosur para que no se les permita a los buques que enarbolen la bandera de las Malvinas/Falkland entrar en sus puertos. 
 
Antes de adoptar una postura más nacionalista, sanciones, prolongadas escaramuzas, una nueva guerra, y sólo entonces una "solución," Hanke propone dejar de lado un poco la teoría y pensar de forma creativa y para diseñar tratados basados en soluciones de mercado que puedan ser aplicados a territorios en peligrosa disputa. Entre ellos incluye a Abkhazia (entre Abkhazia y Georgia, población 240.705); la Isla de Abu Musa (Irán-Emiratos Árabes Unidos, población 1.868); la Franja de Gaza (Israel-Palestina; población 1.657.155); Kashmir (China-India-Pakistán, población 17.089.018); Kosovo (Serbia-Kosovo, población, 1.732.872), entre otros, las Malvinas/Falkland (con su población de 3.140), incluida. 
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Para las Malvinas, los gobiernos del Reino Unido y la Argentina deberían acordar que los habitantes de las islas que están habilitados para votar deberían hacerlo en un referéndum. El referéndum permitiría a los colonos -de habla inglesa e ingleses por costumbre y lealtades institucionales y culturales- votar si prefieren mantener el status quo, o si estarían de acuerdo a que la Argentina se haga cargo. Una súper-mayoría del orden del 80% del "sí" sería requerido para que la Argentina pueda reclamar soberanía. 
 
Y aquí es donde entra el mercado. Los isleños deberían ser compensados por la Argentina. El referéndum estaría diseñado para que la Argentina pueda ofrecer un incentivo en efectivo. Antes del referéndum, la Argentina depositaría una cierta cantidad (digamos US$ 500.000) en depósito en cuentas de bancos suizos por cada hombre, mujer y niño que haya probado su residencia en Malvinas/Falkland con anterioridad al referéndum.
 
Si el referéndum fuese a favor de la Argentina (más del 80% de los electores emitiendo su voto positivo), entonces se transferirían los fondos del fideicomiso y la soberanía sobre las islas quedaría -sin ambigüedades- en manos argentinas. El costo para la Argentina, bajo esta hipótesis, sería de alrededor de US$ 1.6 mil millones.
 
Según el autor, una solución transparente de mercado para el conflicto de Malvinas y otros territorios en disputa sería una manera efectiva en términos de costos para establecer de forma inequívoca la soberanía evitando así la torpeza de las guerras no deseadas y el derramamiento de sangre, sudor y lágrimas.
 
Pero no todos contemplan la posibilidad de que Argentina termine ejerciendo soberanía sobre los Kelpers. Otros, como el conservador miembro del parlamento Andrew Rosindell, consideran que los Territorios Británicos de Ultramar, de los que las Malvinas/Falkland son parte integrante, lejos de someterse a un referéndum, deben estar correctamente representados en Westminster.
 
Para el diputado, resulta incorrecto que las dependencias de Gran Bretaña se rigen en última instancia por el Parlamento del Reino Unido, pero no se les de voz.
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Según sus palabras "El Reino Unido, nuestro gobierno, nuestro Parlamento, en última instancia, gobierna 21 territorios alrededor del mundo, pero los territorios no tienen voz en este Parlamento”.
 
"Ellos no eligen representantes y no tienen ninguna representación, a diferencia de las antiguas colonias y territorios de otros países, como Australia, Dinamarca, Francia y los Países Bajos, que cuentan con comités de los territorios externos que eligen sus representantes”.
 
"Tenemos un agujero democrático, con cientos de miles de personas por los que legislamos, a la que en definitiva gobernamos y en cuyo nombre se puede declarar la guerra, hacerle la política exterior y celebrar tratados internacionales. Tenemos un control sustancial sobre sus asuntos internos. Esos territorios quedan sujetos a nuestra propia política económica. En definitiva, que reciben una notable influencia de este Parlamento, por lo que es malo que no tengan voz y voto”.
 
"Nuestros 21 territorios merecen ser objeto de ese tipo de reconocimiento y espero que el comité (correspondiente) le de la bienvenida a esta propuesta con la consideración que se merece”. 
 
Entre los territorios de ultramar del Reino Unido se incluyen la Isla de Man e Islas del Canal: Baliwick de Jersey, Guernsey de Baliwick (incluye Guernsey y sus dependencias); Anguila, Bermuda, Territorio Antártico Británico, Territorio Británico del Océano Índico, Islas Vírgenes Británicas, Islas Caimán, Islas Malvinas, Gibraltar, Montserrat, Pitcairn, Henderson, Ducie y Oeno, Santa Elena y sus dependencias (Ascensión y Tristán da Cunha), Georgias del Sur y Sándwich del Sur, zonas de soberanía de Akrotiri y Dhekelia y las Islas Turcas y Caicos.