CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). El gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha mantenido durante 16 años el control de la Asamblea Nacional, desde donde ha apoyado las políticas del fallecido presidente Hugo Chávez y, desde 2013, las de su heredero político, Nicolás Maduro.
6D EN VENEZUELA
Hora del voto castigo a los bolivarianos
Los venezolanos votan el domingo 06/12 para renovar su parlamento en unas elecciones en las que, por primera vez en 16 años de "chavismo", la oposición parte como favorita en las encuestas para tomar el control de la Asamblea Nacional. De ganar, la coalición de partidos opositores podría cambiar leyes orgánicas, vetar ministros y, entre otras prerrogativas, modificar la constitución de los poderes públicos, hoy en manos de los partidarios del presidente Nicolás Maduro.
06 de diciembre de 2015 - 11:42
Pero esta vez, muchos analistas sostienen que lo único que queda por definir es el margen por el que perderá el chavismo, aunque la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha preferido mantener la mesura y recordar que de la última veintena de elecciones, sólo ganaron una.
"Hagamos el domingo, lo imposible, posible", dijo el jueves 03/12 el líder de la oposición, Henrique Capriles, ovacionado por sus seguidores al cierre de la campaña electoral. "El pueblo quiere cambio: lo sabemos nosotros y lo dicen las encuestas".
Desafiando los sondeos, Maduro auguró la victoria para sus aliados en una campaña basada en el recuerdo de Chávez y la advertencia de que, de ganar, la oposición arrasaría con los programas sociales y los subsidios implementados por su Gobierno.
"Ustedes el domingo dicen si seguimos avanzando o nos vamos al precipicio", amenazó Maduro, apoyado por una multitud de seguidores reunidos en Caracas.
"El chavismo se ha levantado nuevamente (...) y el 6 de diciembre vamos a tener una gran victoria popular: espléndida, admirable, perfecta", agregó Maduro, quizá haciendo referencia a su remontada de 11 puntos porcentuales en los niveles de popularidad en el último mes, según un sondeo de la firma local Datanálisis.
Sin embargo, encuestadores creen que el avance del ex chofer de autobús de 53 años sería insuficiente para impulsar a sus candidatos y auguran que la victoria opositora supondría el principio del fin del chavismo.
De lograr una mayoría simple de los 167 curules, la oposición podrá aprobar el presupuesto nacional y créditos adicionales, investigar e interpelar a funcionarios públicos y, entre otras, aprobar una ley de amnistía para quienes consideran presos políticos.
Si obtiene una mayoría calificada, la oposición podría censurar al vicepresidente y a los ministros, promulgar leyes orgánicas, convocar a una Asamblea Constituyente y nombrar o remover miembros de los otros poderes públicos, pero con autorización del máximo tribunal del país, en manos del oficialismo.
Incluso, de ganar por un amplio margen, una envalentonada oposición podría pujar por un referéndum revocatorio contra Maduro, constitucionalmente permitido a partir de abril de 2016, a la mitad de su período de mandato de 6 años.
Valentina Lares Martiz escribió en el diario El Tiempo, de Bogotá (Colombia):
"(...) “Para que las encuestas muestren la ventaja que tiene la oposición para estas elecciones, es evidente que hay mucho tejido electoral del chavismo inconforme con la conducción del Gobierno y por eso estamos ante algo inédito: la existencia de una zona gris chavista no madurista que, estimamos, se trata del 20 por ciento de ese grupo”, explica Félix Seijas, director de la encuestadora Delphos.
“No todos estarían dispuestos a votar por la oposición, pero no lo harán por la opción oficial, lo que generará una abstención que también sirve para castigar”.
El principal objeto del castigo es la conducción económica del Gobierno, que solo en el 2015 multiplicó el fenómeno de las largas filas para adquirir alimentos y medicinas y logró un disparo inflacionario que solo en noviembre de este año fue de 17,8 por ciento (219 por ciento desde enero), según publicó el diario El Nacional, citando datos que aún no publica el Banco Central de Venezuela.
El argumento de que el Gobierno –y el país entero– está bajo una “guerra económica” adelantada por los empresarios del país le ha rendido poco fruto político, tanto como no tomar decisiones para corregir la situación.
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“Uno no puede decir que todo el mundo está de acuerdo con lo que debe hacer el Gobierno para mejorar la economía; incluso parte de la población quiere que haya más controles, pero el tema es que no ha decidido nada, ni siquiera la revisión del aumento de la gasolina. La sensación de que no sabe qué hacer es muy grande porque tampoco da cifras oficiales, entonces mucha gente piensa que es preferible abrir espacios a otros que al menos lo intenten”, explica el economista Ronald Balza.
La corrupción es otro eje impulsor del voto castigo, hasta el punto de que algunas figuras del chavismo han asumido públicamente la crítica ante la desaparición de al menos 25.000 millones de dólares en el esquema de control de cambios, los cientos de proyectos inconclusos y la dilapidación de las reservas internacionales –que tocaron un mínimo histórico de 14.000 millones de dólares este mes–. Y en la calle los votantes no olvidan que la acusación de narcotráfico también apunta a lo más alto de la dirigencia oficial. (...").
Muy ilustrativo el editorial del diario El País, de Madrid (España):
"Venezuela vota en las que probablemente sean las elecciones más importantes de su historia reciente. Los venezolanos están en disposición de otorgar la mayoría parlamentaria a representantes que hagan volver el país a la senda que nunca debió abandonar: la de la normalidad institucional, la seguridad jurídica, las prácticas democráticas y la libertad de expresión.
No son por tanto unas elecciones normales, ni por su significado ni por el escenario: Es imposible pasar por alto que varios representantes de la oposición se encuentran encarcelados, con Leopoldo López como máximo ejemplo de los atropellos cometidos por el régimen; la prisión injustificada, las acusaciones fabricadas y los juicios plagados de irregularidades no son precisamente un ejemplo de trato democrático hacia los rivales.
Tampoco se puede olvidar el asesinato durante un mitin del opositor Luis Manuel Díaz —atribuido rápidamente por las autoridades al “sicariato” y al “paramilitarismo”— ni el hostigamiento permanente que ha sufrido Lilian Tintori, esposa de López, ni los ataques violentos hacia Henrique Capriles.
La oposición ha sido intimidada físicamente desde un poder que se arroga el derecho exclusivo a hablar en nombre de los venezolanos. Con estos antecedentes es fundamental vigilar y denunciar cualquier tipo de irregularidad durante el proceso de votaciones y en el recuento.
El presidente Maduro —cuya escalada de declaraciones sobre lo que podría ocurrir en caso de derrota del oficialismo es más que preocupante— tiene que tener muy presente que ni dentro ni fuera de Venezuela se van a cerrar los ojos ante eventuales intentos de alterar el resultado real de la votación.
Es lamentable, por todo ello, que el Parlamento Europeo, tan presente en muchos otros lugares arriesgados, no se haya atrevido, por “motivos de seguridad”, a enviar una misión observadora a estas elecciones."
"(...) En el fondo todo el mundo pensó que ya el gobierno nos había quitado los alimentos, las medicinas, el poder adquisitivo del salario, la seguridad personal, los hospitales, la capacidad de producir o una buena educación para sus hijos. La esperanza fue más poderosa y el miedo no funcionó.
Los resultados comprobaron que las encuestadoras midieron bien el estado de ánimo de la población. El deseo de cambio se pudo observar a flor de calle, también en las colas que la gente celebró porque sabía que obtendría lo que buscaba. Los miembros de mesa tuvieron que soportar a los “como sea” que no lograron realizar la parte más importante de la orden de la cúpula. O no se empeñaron.
Hubo numerosos incidentes, pero todos fueron controlados, incluso con una participación adecuada del Plan República. A pesar de las caras largas todo el mundo tomó los resultados como lo había predicho Bernal: “Otras veces se ha perdido y no ha ocurrido nada”. En las calles corrió la alegría, pero la mayoría terminó celebrando su voto a ganador en familia.
La participación fue buena. Se comprendió la importancia de una elección para crear un contrapeso y un equilibrio que le conviene al país. Se impuso la paz, la convivencia y el deseo de poner fin a tantos años de división, de exclusión y de tratar a otros venezolanos como enemigos, en vez de hermanos. Es lo que ahora podemos comenzar a practicar.
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Los resultados demostraron el vínculo entre las crisis – económica, cultural y de valores, social, institucional – y la élite que ha detentado el poder durante un ciclo que está llegando a su fin. Fracasaron. No pudieron mantener la mayoría que logró Chávez ni preservar su línea a favor de los que menos tienen.
Por lo tanto, en el campo oficialista han surgido dos reacciones. Las de quienes piden que el presidente haga cambios en el modelo, en el gabinete, en su gestión y en sus políticas públicas. Y los que piden la renuncia, primero de la dirección del PSUV y luego ver si se debe llegar a otros niveles para salvar el proceso y buscar una recuperación con miras a las elecciones para escoger un nuevo presidente. Tal vez ofrecer un gobierno de unidad nacional. ¿Quién determina los boquetes que abrirá la exigencia de cambio contenida y desviada bajo el sistema general de controles?
En la oposición priva una visión interesante: no considerar la alternativa como una opción exclusiva de la MUD. Los partidos buscan aprovechar el triunfo para fortalecerse. Pero saben que las fuentes de su reconstrucción no están en el pasado. Prometen enfocarse en hacer útil la nueva mayoría cooperando con el Ejecutivo para generar soluciones a la crisis, preservando dos productos: sociedad fuerte, próspera y justa combinada con un Estado descentralizado, que maneje la regulación con alicientes y sepa reconducir socialmente las fallas del mercado. Hay una minoría radicalizada que pide todos los cambios de una vez.
Lo más importante es que todos, dentro de la nueva recomposición de fuerzas, han decidido competir en el terreno de cómo hacer avanzar a Venezuela y no en cómo durar mil años en el poder. La lección ha sido clara: no hay sociedad que resista a un mal gobierno."