por CARLOS SALVADOR LA ROSA
CRISTIELISA
Acerca de Cristina Carrió o de Elisa Fernández
Los extremos se parecen: un concepto muy interesante que explora Carlos Salvador La Rosa, en el diario Los Andes, de la ciudad de Mendoza: "Cristielisa ha convertido la cuestión de las formas en una cuestión de fondo. Ha hecho del insulto y la ofensa, tanto a propios como ajenos, la razón de la existencia de su ideología. La correlación es absoluta: si no estás con ella o sos ladrón o sos golpista." Y algo más: a Cristielisa le fascina Mauricio Macri.
23 de noviembre de 2014 - 12:40
CIUDAD DE MENDOZA (Los Andes). Hubo un tiempo en que Cristina Fernández y Elisa Carrió fueron complementarias en su crítica compartida a la política tradicional. Luego, cuando Cristina llegó a Presidenta, Elisa devino la gran profeta, fueron vidas paralelas, una la dueña del presente, la otra del futuro.
Después se enfrentaron a muerte pensando una lo contrario a la otra pero actuando con estilos parecidos, como la cara y contracara de una misma moneda.
Ahora han subordinado tanto el contenido de sus diferentes ideas con la forma similar de llevarlas a cabo, que se parecen cada vez más en muchas cosas. La patología política argentina ha parido una nueva criatura, una simbiosis de sus dos mujeres más pasionales. Se llama, o podría llamarse, Cristielisa.
Como que ante una cantidad de hombres anodinos, que se disfrazan "como la gente" para agradar o van a Tinelli para sumar votos con el trabajo de sus esposas, las mujeres fueran las únicas que conservan la pasión que es posible conservar de la política en estos tiempos escépticos.
Cristielisa se sube a estructuras políticas a las que desprecia. Vive queriendo destruirlas pero al final siempre vuelve a ellas porque por fuera no es que no sea nada, sino que no le alcanza para construir nada, salvo seguir luciéndose con su verba inflamada.
Cristielisa dice cosas interesantes, o al menos dice alguna cosa, mientras que el resto de los políticos no dice nada, sean oficialistas u opositores. Unos aplauden y callan, otros critican y callan. Así como ningún oficialista se anima a pensar por sí mismo, ningún opositor se atreve a decir nada que piensa si no coincide con las encuestas.
No hay ninguno que se le anime a la brutal corruptela del Fútbol para Todos proponiendo eliminarlo; sólo Macri se atrevió una vez y al segundo sus asesores le dijeron que se rectificara porque eso era piantavotos, y entonces se dio vuelta, mansito. Andá a decirle a Cristielisa que se quede callada y no diga lo que piensa. Te va a sacar corriendo.
Cristielisa se siente el pueblo, mejor dicho su madre, porque cuando el pueblo se porta mal y no la vota se enoja con él como si fuera un chiquillo. Ella cree ser encarnación de la historia y de todos los grandes de la historia. Parece loca, pero es tan loca como es necesario en un mundo de vivillos.
La parte Cristi de Cristielisa hasta a su marido muerto lo considera un politiquero más, pero por su amor ha decidido salvar su memoria a como dé lugar y aunque tenga que incendiar el reino, en particular destruir a todo el periodismo y la justicia.
La parte Elisa de Cristielisa se junta y hace alianzas con todos los que luego acusa de corruptos (Cobos, Morales, Mestre, Binner, Solanas, Alfonsín, Artaza) y no duda en destruir lo mismo que construyó si no le llevan el apunte a sus profecías, porque dice tener la bola de cristal.
Siempre anuncia catástrofes y posteriores renacimientos con ella al frente. Se siente una pitonisa de alto nivel, pero a veces acierta y a veces no, sólo que tiene la habilidad (por su genial manejo mediático) de que todos se acuerden de las veces que acertó y se olviden de las que las pifió. Basta con pegarle a la mitad para decir que las pega todas.
Cristielisa se considera gestora de instituciones desde el personalismo más extremo por lo que en realidad es una gran desinstitucionalizadora.
¿Es necesaria? Más bien diríamos que es inevitable en momentos como los actuales desprovistos de pasión política, esa que ella revivifica al hacer circular la sangre.
Cristielisa nos obliga al debate, todos nos la quisiéramos sacar de encima, en particular sus seguidores porque los vuelve locos, les pide cosas que ellos jamás serían capaces de dar porque no las poseen.
Pero si ella no estuviera, ellos no harían nada de nada, y ella lo sabe, por eso se considera superior. Se siente reina, una semidiosa que habla mitad con el pueblo y mitad con dios, mientras desprecia a todo tipo de intermediarios a los que vive defenestrando aunque se apoya en ellos porque sino no tendría el menor sustento político.
Cristielisa no es amada por nadie desde el corazón sino desde el cerebro, a pesar de su inmensa pasión. No tiene la pasión de Evita, a la cual amaban los humildes desde el corazón. Acá, los que aman a Cristielisa primero lo piensan y cuando aceptan su discurso, su relato, entonces se hacen fanáticos de su concepción de entender la vida y la política.
A partir de allí la pasión es delirante, fundamentalista. Es que la pasión del corazón es humana porque de ese órgano proviene la verdadera pasión, mientras que la pasión del cerebro sólo provoca intolerancia disfrazada de razón. Y Cristielisa es pura pasión de la razón y nada del corazón.
Aunque eso no es culpa de Cristielisa sino que en política a los argentinos (en particular a los dirigentes) nos falta pasión en el corazón y racionalidad en la razón. Entonces, como respuesta a esa falta aparece Cristielisa con una pasión enfermiza que transforma al cerebro en un órgano sentimental y le hace perder objetividad.
Ella nos domina porque cubre un gran vacío, ella nos habla de aquello a lo que han renunciado los partidos en nombre de un pragmatismo que sólo tiene que ver con la defensa a ultranza de la corporación.
Cristielisa, aunque ella se lo crea, no habla por el pueblo sino por sí misma y desde ella misma, transmitiendo una pasión deforme que al menos es algo frente a ninguna pasión.
Y en ese sentido Cristielisa nos seguirá dominando hasta que no devolvamos la pasión al corazón y al cerebro le demos un sentido racional, transformador y no conformista como hoy, donde sólo sirve para justificar lo que pasa y hacer que los políticos se cuelguen del tren de los tiempos aunque dejen al resto del pueblo a la deriva.
Cristielisa es la expresión más cabal de un momento de nuestra historia cínico y vacío que reclama pasión, y ella la provee a su manera. Es inteligente pero se cree de alguna manera sobrehumana.
Es mediática a ultranza pero a la vez odia que los medios la critiquen. Tiene tanta aversión como amor por ellos, hasta la obsesión.
Cristielisa ama a Macri por encima de los suyos, por las más variadas razones.
Cristielisa ha convertido la cuestión de las formas en una cuestión de fondo. Ha hecho del insulto y la ofensa, tanto a propios como ajenos, la razón de la existencia de su ideología. La correlación es absoluta: si no estás con ella o sos ladrón o sos golpista.
Siempre. Hasta que coincidas, aunque sea por un instante, con ella y entonces por ese instante dejás de ser ladrón o golpista. El riesgo es que de tanto acusar a tantos de corruptos o golpistas, lo único que logre Cristielisa es impedir que se pueda desenmascarar a los verdaderos corruptos o golpistas.
Cristielisa es un producto de la demolición de los partidos cuando aún nada los sustituye, salvo el personalismo enervado de ella o los hombres como "la gente" que no tienen nada que decir ni proponer.
Cristielisa siempre habla en nombre del bien común frente al resto de los mortales que -según ella- siempre hablan en nombre del bien particular, incluso el pueblo al que reta cuando no la apoya, es decir cuando no apoya la Verdad, que es Ella. Y nadie más.