por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
UN MINISTRO EN LA CUERDA FLOJA
Unánime ante una semana compleja: Es muy limitado este chico Kicillof...
Los 2 cambios estratégicos ensayados por Cristina Fernández de Kirchner luego de la doble derrota electoral 2013 han fracasado: ni Jorge Capitanich fue el gran jefe del Gabinete de Ministros de la Nación que ella auguró (de hecho, durará menos que Juan Manuel Abal Medina hijo, su predecesor) ni Axel Kicillof es el superministro que demostraría que son erradas las críticas recibidas en los días de Hernán Lorenzino sobre una ausencia de política económica. Capitanich decidió un perfil alto ante los medios de comunicación pero no era una cuestión de perfil sino de substancia, y su genuflexión cotidiana lo convirtió en poco creíble, primero; y en un hazmerreir, más tarde. Con la excusa de que se le incendia el rancho (Chaco), sale rumbo a Resistencia en horas más. Kicillof también decidió un perfil alto ante la opinión pública, convencido -al igual que Álvaro Alsogaray cuando era ministro de Arturo Frondizi- que explicando mucho su punto de vista, se podían cambiar las expectativas. En verdad, lo que se precisan son decisiones correctas, y Kicillof no las tuvo ni las tiene ni las tendrá, porque su concepción de la economía se encuentra condicionada por una pobre formación, muy ideológica, que sólo puede entusiasmar a otro personaje de pobre formación en lo económico: Cristina Fernández de Kirchner. Pero a ojos de quienes toman decisiones, Kicillof es sólo un pobre muchacho. ¿Y entonces, qué? La desconfianza es un tema clave ante una semana cambiaria difícil, durante la cual la Administración Cristina se jugará mucho de su capital político remanente. Veamos qué dijo Claudio Chiaruttini en su editorial dominical por radio El Mundo:
28 de septiembre de 2014 - 00:00
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). En medio de la semana que hizo saltar todas las alarmas por el agravamiento de la situación macroeconómica, entre rumores de cambios en el Gabinete y la creciente demanda por medidas económicas, fiscales y cambiarias urgentes; Cristina Fernández llevó adelante su viaje de menor impacto y con más pobre agenda desde que el kirchnerismo es Gobierno.
Según fuentes diplomáticas, ni la presidente de Chile, Michelle Bachelet; ni su par de Brasil, Dilma Rousseff; quisieron reunirse con Cristina Fernández. Y si no fuera por el encuentro social con George Soros, los 5 días que estuvo en New York, capital financiera del mundo, la mandataria argentina no se hubiese reunido con ningún banquero, financista, ni empresario. Incluso, ni siquiera intentó un golpe de escena tal como hubiese sido un acercamiento con el juez Thomas Griesa o los holdouts -con quienes desea un acuerdo que no le resulte políticamente gravoso- para tratar de sacar a la Argentina del default.
Tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández creyeron, y creen, que su presencia en las Naciones Unidas, con sus respectivos discursos en la Asamblea General, fueron o son fundantes para el organismo internacional. Nunca el matrimonio Kirchner entendió ni las reglas ni los códigos de las relaciones diplomáticas a nivel mundial (tampoco el canciller Héctor Timerman), el rol que le cabe a la Argentina en ese escenario ni la capacidad/incapacidad que tiene la diplomacia argentina para imponer posiciones políticas en el concierto de las naciones.
Es más: desde 2003 el matrimonio Kirchner organizó sus delegaciones a encuentros internacionales, en especial a New York, como un sistema de premios y castigos (los participantes que se suben al avión oficial: el premio son los viáticos y el castigo es quedarse en el país), con mensajes exclusivamente dirigidos al cabotaje gubernamental, con discursos que apuntan exclusivamente a impactar sobre los votantes argentinos antes que al mundo, con agendas que parecen más turísticas que de negocios o de nivel diplomático y coberturas desde medios de comunicación K que tapan más de lo que presentan. Todo con un estilo muy “acto bonaerense”, es decir, casi “choripanero”.
Pero, mientras medio Gobierno jugaba a las relaciones exteriores, una catarata de datos macroeconómicos cambió las expectativas entre los economistas, tanto ortodoxos como heterodoxos; y la perspectiva de una recesión “corta” o atenuada que tenían algunas consultoras económicas se ha revertido, dado que los números muestran que hemos pasado de una estanflación, es decir, no crecimiento del PBI con inflación a una recesión con alta inflación.
Entre los datos negativos se destacan>:
> FIEL (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas) informó una caída de PBI de 4% en lo que va del año,
> derrumbe de las importaciones y las exportaciones,
> imparable baja de la soja,
> caída de consumo en súper e hipermercados, con un fuerte desplazamiento de las compras hacia los supermercados chinos y las tiendas de descuento como “Día”;
> nueva baja en la venta de autos y en la construcción; y
> notable rechazo de los ahorristas, las empresas y las familias hacia el peso, que se verifica con la suba de precio y volumen de negocios del 'dólar blue' y el 'dólar contado contra liqui'.
Sin embargo, mientras los informes oficiales y privados muestran una economía en franca caída y el blue alcanzaba los “dulces 16”, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos informaba que la recesión había finalizado (al crecer el PBI +0,1% en agosto), la cantidad de trabajadores suspendidos se redujo de 13.874 a menos de 7.600 (según dijo la ministra de Industria, Débora Giorgi, en la presentación del empobrecido ProCreAuto II) y el Ministerio de Trabajo aseguró que agosto fue el mes de menor cantidad de despidos en 7 años.
Así, quedaron en evidencia 2 realidades bien diferentes:
> la de los indicadores de una economía que se derrumba; y
> la de una macroeconomía que no tiene problemas y, si los tiene, es por culpa de las automotrices, los holdouts, los medios de comunicación, la recesión de Brasil o los productores de soja que “encanutan” sus granos.
Una reflexión sobre lo expuesto: la incapacidad del Palacio de Hacienda para cambiar las tendencias macroeconómicas y las expectativas de empresarios, banqueros e inversores sólo es comparable con la imposibilidad que tiene el Banco Central para frenar el crecimiento del precio del blue.
En lo que va de septiembre, el directorio del Banco Central tomó las siguientes medidas buscando bajar la presión de la demanda sobre el blue, como parte de un proceso de reducir la brecha entre las cotizaciones del dólar informal sobre el dólar oficial:
1. Subió las tasas de interés.
2. Esterilizó $30.000 millones del circulante.
3. Obligó a los bancos a liquidar US$500 millones que tenían en cartera.
4. Aumentó el límite de sueldo que se exige para poder acceder al “dólar ahorro” y, junto con la AFIP; bajó las autorizaciones de compra.
5. Obligó a los exportadores a cambiar las formas y los plazos de prefinanciación de ventas al exterior.
6. Ingresó los primeros yuanes de China y, de inmediato, fueron convertidos a dólares que se depositaron en las reservas del BCRA.
7. Intervino activamente en el MEP (por Mercado Electrónicos de Pagos, origen del llamado 'dólar bolsa') y en los futuros de dólares, al tiempo que se giraron bonos al “contado contra liqui” para hacer bajar los precios de los títulos de deuda.
8. Desmintió rumores de que los importadores eran enviados al “contado contra liqui” o al blue para conseguir sus dólares.
9. Profundizó el racionamiento cambiario. Por ejemplo, le informó a los grandes productores de conciertos musicales con figuras internacionales que no hay más divisas para girar al exterior (pone en riesgo la realización de los conciertos programados por el resto del año y la primera mitad de 2015).
10. Cuotificó las divisas que cederá a las industrias automotriz y ensambladoras de electrónicos de Tierra del Fuego, mientras mantiene una deuda cercana a los 5.500 millones de dólares con los importadores, que por ahora, no tienen fecha ni forma de pago.
Pese a esta batería, no se pudo evitar que el blue llegara a $16. ¿Qué pasará cuando ingresen al mercado los $130.000 millones que se deben emitir hasta Diciembre, con las reservas congeladas? Hoy, las expectativas inflacionarias, la restricción cambiaria y el impacto que tendrá la inmensa emisión de pesos a realizar no ponen techo el precio del blue.
Hasta ahora, las medidas que ha tomado el Gobierno para revertir la situación macroeconómica, desde que está al frente del Palacio de Hacienda, Axel Kicillof, han sido contraproducente. "Lo que era un entibiamiento de la economía con inflación controlable se ha convertido en una recesión sin piso y una inflación sin techo" (frase del economista Daniel Sticco), y parafraseando a Raúl Ricardo Alfonsín, "no saben, no pueden o no quieren" solucionar.
Lo que ha demostrado Axel Kicillof es que no escapa a su limitada formación ideológica. Sigue creyendo que el Estado puede dominar al mercado y que el Gasto Público puede impulsar el consumo y convertir una recesión en crecimiento. Además, como no cree que la emisión sin sustento de moneda genera inflación, no cree que exista un problema fiscal, por lo cual, cada medida de mayor intervención del Gobierno en la economía termina por alejar inversores, impacta, en forma negativa, en un sector productivo; o alimenta la inflación y el crecimiento del blue.
Los datos de la economía dibujan un cuadro que tendrá un inmenso impacto social y que hará mucho más duro el ajuste que deberá llevar adelante el próximo Presidente, un dato que no registran, aún, los comandos de campaña del sciolismo, el macrismo, el massismo y el Frente UNEN, que mantienen su política de analizar la realidad, en vez de comenzar a exigir cambios profundos que faciliten la tarea del heredero de Cristina Fernández en el cargo.
En pocas palabras: lo que se comienza a jugar ahora es quién hará el ajuste. ¿Será Cristina Fernández o será el futuro Presidente de la Nación, cualquiera sea su nombre? Lo dicho: el Gobierno no sabe, no quiere o no puede; lo que implica que Daniel Scioli, Sergio Massa, Mauricio Macri y el pelotón de postulantes del Frente UNEN deberían comenzar a trabajar ya mismo en un acuerdo mínimo de medidas para generar un shock de confianza para cuando asuma el próximo mandatario en el menor tiempo posible.
La Argentina salió de la crisis 2001/2002 gracias a que China comenzó a consumir alimentos e insumos y causó un estallido en el precio de la soja, los granos, las carnes, los minerales y los productos energéticos, todos exportables por la Argentina, que en ese momento, tenía excedentes de producción. A su vez, Brasil, que avanzaba en su camino de ser potencia de segundo orden, como son los BRICs, se nutría de la industria local.
Pero este escenario no se repetirá en 2015. China ha caído en sus niveles de consumo y producción, la soja ya no es un bien escaso, el lento crecimiento en los Estados Unidos y Europa no incentivan las compras de alimentos argentinos y Brasil amenaza con devaluar su moneda luego de las elecciones de hoy, lo que podría generar el mismo impacto que en 1998 en la Argentina, es decir, una recesión mayor y creciente déficit comercial.
Si los presidenciables creen que con un simple cambio de clima hacia las inversiones externas, negociando una rápida salida del default, loteado “Vaca Muerta” o desempolvando la soja del Siglo XXI, es decir, el litio; van a “llover los dólares” y los problemas macroeconómicos se revertirán, se equivocan. El ajuste a realizar, cada vez será más duro y tendrá un mayor impacto social. Justo lo que busca el Gobierno de Cristina Fernández.
El blue es el termómetro de la crisis, pero también, de la fortaleza o debilidad que tiene el kirchnerismo en el poder. De allí el temor que tiene los funcionarios al blue y sus intentos por controlarlo. Sin embargo, sin cambios de 180% en la Administración K, la crisis tenderá a empeorar.