CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Página/12 no es un diario de distribución masiva sino un medio de comunicación destinado a la militancia K. Tal como si fuese un '6 7 8' pero en papel de diario, el matutino procura instruir a los defensores del 'modelo' acerca de las consignas y prioridades. Hay una diferencia no menor, sin embargo: '6 7 8' es un programa de una productora privada que difunde el canal de TV estatal. Pero Página/12 afirma ser un producto de una editorial privada e independiente. ¿?
MENSAJE A LOS MILITANTES
Una obsesión K: "Cristina no es Isabel"
Cristina Fernández de Kirchner no tiene al Partido Justicialista en la crisis que viene transcurriendo a causa de la errada política económica. Por lo tanto, ¿qué es lo que tiene a la hora de salir a la calle la Presidenta que concluye su mandato, además del permanente deseo de no marcharse nunca? Cuenta con el Movimiento Evita y con La Cámpora. ¿Alcanza con eso? Difícil pronosticarlo si la crisis sigue profundizándose. Pero ahí va el kirchnerismo no peronista, o sea el cristinismo.
14 de septiembre de 2014 - 00:00
Hoy, domingo 14/09, la obsesión es dejar en claro que no hay retirada del poder (al menos voluntaria), y que Cristina no es María Estela Martínez de Perón, aquella mandataria traicionada por el propio peronismo que entró en ebullición apenas murió Juan Domingo Perón.
Página/12 intenta darle importancia a la convocatoria de La Cámpora en el estadio del Club Atlético Argentinos Juniors, mucho más trascendencia de la que le concedió al acto del Movimiento Evita en el estadio del Club Atlético Ferro Carril Oeste.
Hay un motivo poderoso para la diferencia: mientras que el acto del Evita fue destinado al lanzamiento de la precandidatura presidencial del legislador porteño y ex canciller Jorge Taiana, el acto de La Cámpora fue para que Máximo Kirchner, al frente de las huestes hiper K, reclamara la re-reelección de su madre, Cristina Fernández de Kirchner, aclarando previamente que ella no estaría de acuerdo con la sugerencia. ¿Es el hijo intentando mimar a su madre o una declaración política trascendente?
"(...) La agrupación juvenil peronista reventó la cancha y colmó las calles adyacentes. La fiesta y la demostración de poder llegaron juntas como corroboración. (...)
En la edición de Página/12 del 18 de noviembre de 2007, en una nota titulada “El café literario es para los cuadros”, Kirchner reconoció ante este diario una limitación de su fuerza, “una pata renga”, en sus palabras. Enumeró una serie de carencias: no participar en los debates públicos, no haber organizado a sectores juveniles. Su idea, ya finalizando su mandato y estando electa Cristina, era formar “500 cuadros políticos de menos de cuarenta años”, aptos para la gestión o para la militancia. “Fuerza propia” y “cuadros” eran sus palabras clave. (...)
Detractores y compañeros les cuestionan falta de peronismo a los dirigentes de La Cámpora. Se suman, con enjundia digna de causas más elevadas, formadores de opinión que no distinguen una Unidad Básica de un bondi. El “cargo” tiene poco asidero: los principales referentes de la agrupación militan desde hace muchos años y son peronistas desde entonces. Su “antigüedad” es mayor que la de muchos compañeros de otros palos o, ya que estamos, de unos cuantos funcionarios o ex funcionarios del gobierno nacional.
El punto es que La Cámpora se define como kirchnerista dentro del magmático espacio peronista. Se mueven convencidos de que su función es bancar a Cristina en el denso corto plazo que precede a las elecciones de 2015. No mocionar candidatos (salvo que ella lo haga o se los indique), no zambullirse en la lid electoral.
(...) Son un vivero de recursos humanos, dotados de mística y con algo que (ay) no todos tienen por delante: décadas de vida útil. (...)".
Pero, en especial, Wainfeld no morderá la mano que le dio de comer estos años, y rescata la irrupción de Máximo Kirchner:
"(...) Era el debut público de Máximo, que lo asumió de movida en medio de otras alusiones a su condición de novato. Franqueó sus sentimientos, habló de un sueño concretado. El nerviosismo inicial, el tono coloquial, hasta los propios límites de la exposición, redondearon la imagen de un orador sincero y cálido. El joven Kirchner tiene algunos gestos de su padre, como el de morderse los labios o menear la cabeza en ciertos momentos. Son visajes de un tímido que afronta el desafío de exponerse ante decenas de miles de personas, “mejores que yo”.
Mentó a sus padres presidentes como “Néstor” y “Cristina”. No se arrogó virtudes ni un pasado imaginario. Y puntualizó que “no hay apellidos milagrosos sino proyectos políticos”. Recorrió tópicos del relato kirchnerista, lo que incluye a los medios los fondos buitres o la desolación en 2001.
En cuanto al planteo sobre Cristina como candidata, es factible que motive a la opo a recolocar el mito de la re-re. No hay condiciones dadas para eso, el mismo Máximo manifestó que la Presidenta no estaría de acuerdo. La traducción de volea deriva más a una confirmación del liderazgo y a no embanderarse ante tempus con candidatos propios que a un lance más audaz.
La Cámpora “juega” desde hace un rato. Sus dirigentes están en la cancha, supeditados a sus desempeños, a las críticas aviesas o razonables. Máximo Kirchner hizo su debut sin alardear ni salirse de la narrativa K. Tuvo el buen gesto de mencionar el acto del Movimiento Evita en Ferro, semanas ha. (...)".
En el matutino que cofundó Jorge Lanata pero que nunca alcanzó una autosustentabilidad económica, o sea que nunca logró dar el estratégico paso que separa el proyecto político del proyecto comercial, que es la única forma de conseguir algo de independencia, también escribe Horacio Verbitsky, a la vez presidente del sello de goma llamado Centro de Estudios Legales y Sociales, organismo no gubernamental (en teoría pero que en los años K se asemejó a un organismo totalmente progubernamental).
"(...) Columnistas del diario Clarín instalaron que Cristina “se está isabelizando”, boutade que retomaron Elisa Carrió, con entusiasmo estudiantil, y Javier González Fraga, bajo la insidiosa forma de una preocupación. De modo que el exabrupto del sindicalista Luis Barrionuevo de Camaño carece de originalidad.
Tampoco es posible, dadas las fuertes señales de gobernabilidad que pese a las serias dificultades económicas emite el gobierno, como la sanción de la Ley de Pago Soberano para manejar el conflicto suscitado por la Justicia de los Estados Unidos (...)
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Durante los primeros meses de su presidencia, Néstor Kirchner tenía aguda conciencia de la fragilidad del terreno que pisaba, con mayor porcentaje de desocupados que de votos. Creía que si antes de marzo de 2004 las calles y rutas no quedaban despejadas de piquetes y manifestaciones se cumpliría el anuncio programático del diario La Nación de que su gobierno no duraría más de un año. Para descebar esa bomba de tiempo armó un equipo con tres personas hiperactivas y de mínimo perfil público: Sergio Berni, Rafael Follonier y Héctor Metón.
Desde un despacho en la Presidencia y en contacto con el secretario general Oscar Parrilli negociaban con las organizaciones emergentes de la gran crisis de fin de siglo. Algunos de sus miembros se incorporaron al gobierno, otros acordaron un modus vivendi a cambio de su participación en los planes y el clientelismo que desde 2002 manejaban los sindicatos, las provincias y los municipios. Hasta un insólito neovandorismo rojo financió así sus estructuras maximalistas. Las empresas, satisfechas con la caída del salario real por la fuerte devaluación y el desempleo, no obstaculizaron esa apertura.
En setiembre de 2004, manifestantes que objetaban la reforma del Código Contravencional prendieron fuego a la puerta de la Legislatura Porteña ante un desordenado operativo policial, que primero les permitió avanzar y luego los reprimió con violencia. Aterrado por el recuerdo de Kosteki y Santillán, Kirchner ordenó que los efectivos en contacto con manifestantes no volvieran a portar armas letales. (...)
La crisis del sector automotriz provocada por la recesión en Brasil, que es el principal mercado para sus exportaciones, repercutió sobre el sector autopartista, de 400 establecimientos y 62.000 trabajadores. En lo que va del año las situaciones de alta conflictividad se han registrado solo en la española Gestamp, con 600 obreros, y la estadounidense Lear, con 500. Lear Corporation es la mayor autopartista del mundo, con 221 fábricas repartidas en 36 países y 122 mil trabajadores. Es una de las 500 principales empresas del mundo, el año pasado facturó 16.000 millones de dólares y en el primer trimestre de 2014 sus ventas globales crecieron un 10 por ciento interanual.
Según el PTS, mientras aducía estar en bancarrota en Estados Unidos impulsó una campaña agresiva de fusiones y adquisiciones de otras empresas y se expandió a países de Asia, Africa, Europa del este y Centroamérica “con el objetivo de maximizar sus ganancias a cambio de bajos salarios y condiciones de trabajo precarias”.
Para bajar costos, en mayo Lear Argentina pidió un procedimiento de crisis al Ministerio de Trabajo, que lo rechazó por no constatar una crisis real. En junio, la empresa alegó “violencia y desmanes” para despedir a 140 trabajadores incluyendo toda la comisión interna y suspender con goce de sueldo a otro centenar. En julio, Smata denunció al Ministerio de Trabajo los despidos y suspensiones. Lear invocó su estado económico financiero y abrió un plan de retiros voluntarios, mientras el ministerio le reclamó la reincorporación de los trabajadores. En agosto la empresa cerró el plan de retiros voluntarios en el que se inscribieron 123 trabajadores, reincorporó a 61, mantuvo 60 despidos por la injuria grave que prevé la ley de contrato de trabajo y cerró sus puertas por dos semanas, hasta el 19 de ese mes.
(...) La paleoizquierda también proyecta imágenes vetustas sobre este conflicto, como si Cristina fuera Isabel Perón y la situación económica la de fin de siglo, con su gravísima crisis social. Tiende a confundir a Berni con López Rega, a Ricardo Pignanelli con José Rodríguez y a sí misma con la vanguardia de una ofensiva revolucionaria. La comparación no se sostiene. En noviembre de 1974, Acindar y la Unión Obrera Metalúrgica desconocieron a los delegados clasistas y convocaron a nuevas elecciones. Pero debieron reconocerlos cuando los trabajadores ocuparon las plantas, apoyados por otros gremios e incluso por los comerciantes.
En marzo de 1975, para desmantelar ese movimiento legítimo de los trabajadores que el presidente de la Unión Cívica Radical, Ricardo Balbín, estigmatizó como “guerrilla industrial”, el gobierno de la Triple A movilizó a un centenar de vehículos con hombres armados.
En 1991, en plena ofensiva neoliberal, Acindar despidió a 30 de sus 2500 obreros, suspendió a 900, prohibió que la comisión interna se desplazara por la planta y desacató la conciliación obligatoria. Asambleas por turno decidieron que nadie sustituiría a despedidos y suspendidos, que acampaban en la puerta de la planta y, junto con sus familiares, impedían la salida de camiones. En represalia siguieron los despidos y Acindar declaró el lockout.
Durante cinco meses los trabajadores sostuvieron el conflicto, sin cobrar las quincenas ni cortar una ruta, porque el apoyo solidario de toda la comunidad era imprescindible para mantener las ollas populares de las carpas, en puerta de fábrica y en los pueblos donde vivían los trabajadores. Incluso participó el personal jerárquico de supervisores nucleado en Asimra. Ante ese respaldo inconmovible, la empresa terminó por recurrir a los delegados, quienes pidieron a la UOM Nacional que participara de las negociaciones.
El acuerdo, que incluyó retiros voluntarios, se aprobó por 2000 a 8 en una asamblea que encabezó Lorenzo Miguel.
Pignanelli, tan macartista como su predecesor en Smata, José Rodríguez, convocó a una asamblea en la sede porteña del sindicato, en la que se revocaron los mandatos de los delegados, sin debate y bajo la amenaza patronal de despidos si no lo hacían. La Justicia la declaró ilegal y el Ministerio de Trabajo repuso a los delegados, pero la empresa no les permitió el contacto con los trabajadores.
Después de dos días recluidos en un corralito, los delegados fueron llevados a una segunda asamblea esta vez dentro de la planta, que a mano alzada y por mayoría arrasadora confirmó la revocatoria.
La radicalización del conflicto en una empresa que buscaba reducir la producción y los costos, el reemplazo de obreros por estudiantes en los piquetes y la obsesión por cortar la Panamericana, no molestaron a Lear sino al gobierno, que al mismo tiempo está lidiando con las terminales para que no saboteen los planes de reactivación del mercado. Ese es el contexto en el que se inscribe la torpe represión comandada por Berni, Galeano y López Torales, una dolorosa derrota de la política."