2013 DE TERROR

Jorge Asís: La Realidad 4 - Cristina 0

El año ha comenzado terrible para Cristina Fernández de Kirchner. Los malos tiempos no tienen tregua en 2013. De todos los traspiés, hay 4 muy especiales, que Jorge Asis Digital detalló.

 

Consultora Oximoron insiste en que el cristinismo se interpreta a partir de sus recuperaciones. O sea, a partir de sus caídas.
Las recuperaciones (2008, 2009) marcaron precisamente la categoría de su fortaleza. O la intrascendencia de la oposición que no supo aprovechar los retrocesos.
Por una sumatoria de factores, Oximoron evalúa que, en este otoño de 2013, el cristinismo atraviesa su momento más deplorable.
En semejante instancia, la recuperación asoma como un desafío titánico. Utópico.
Si es que no intenta algún cambio sustancial, que le devuelva la credibilidad, Y que altere el destino previsible del fracaso.
En poco más de un mes, el cristinismo fue sometido a cuatro acontecimientos lacerantes.
Acontecimientos que ponen a prueba -para Oximoron- la persistencia de su integridad.
 
1.- La muerte de Hugo Chávez.
2.- La consagración de Francisco.
3.- La tragedia de las inundaciones.
4.- El demoledor Efecto Lanata.
 
Sumados, los cuatro episodios marcan la antesala exacta de la degradación.
Es el tema del último informe.
 
Osiris Alonso D’Amomio
Director-Consultora Oximoron
 
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Jorge Asis Digital) - 1. Países huérfanos
 
La victoria agónica del chavismo, a través de Nicolás Maduro, se parece en exceso a la derrota.
 
Despoja de la credibilidad estratégica a los “procesos populares del hispanismo latinoamericano”.
 
Un alboroto pintoresquista que lo mantenía vivo Chávez, El Bolivariano, como principal animador. Y dador de letra. Y dador, sobre todo, de fondos.
 
Muerto Chávez muere, también, el bolivarismo.
 
Con la desaparición de Chávez recibe también un golpe letal el artificio de la Unasur. Y deja huérfanos de dinero y de ideas al jolgorio oralmente contestatario, que sustentaba en el continente las revoluciones imaginarias.
 
En el plano interno se trató de la muerte del único aliado verdadero con que contaba el cristinismo dependiente.
 
El que lo arrastró, incluso, hacia el abrazo del oso de Irán. En una jugada compartida con Brasil, aunque, con mayor perspicacia, Itamaraty no la asuma.
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Resta aguardar la decantación de la peripecia bolivariana. El sueño protagónico que desperdició para Venezuela -en simultánea consonancia con la Argentina- el momento más auspicioso de su historia.
 
Con un derroche irresponsable que acelera las crisis de los respectivos países huérfanos.
 
Sea Cuba, que se quedó sin su segunda Unión Soviética. O Nicaragua, Ecuador, Bolivia, la Argentina.
 
Con Maduro, invariablemente van a estallar los desastres contenidos de la corrupción estructural (en consonancia, aquí también, con Argentina).
 
La proliferación de Antoninis van a salpicar la honorabilidad -ya muy cuestionada- de algunos funcionarios miserablemente enriquecidos.
 
En un primer momento pareció que La Doctora, que se encontraba dentro del bolillero hereditario, podía ser titular del casting de aspirantes.
 
Para quedarse, llave en mano, con aquel bullicioso edificio de palabras. El liderazgo del proyecto subcontinental, con las peores ramificaciones, que Chávez construyó a través de las imposturas efectistas, con fervorosas donaciones y severos valijazos.
 
A fuerza de carisma, petróleo y billetera.
 
Pero la idea pronto se desvaneció.
 
Ocurre que La Doctora ya no puede, infortunadamente, liderar nada que se aleje del circuito de empleados.
 
Efusivos que se le cuelgan, aún, del “Vestidito negro”.
 
2. La perforación moral
 
El segundo golpe a la legitimidad de las consignas del cristinismo lo provocó la consagración del Cardenal Jorge Bergoglio como Papa Francisco.
 
Una desagradable contrariedad que La Doctora, con la celeridad de sus reflejos, intentó simular.
 
Emergía de pronto una instancia superior que la excedía. Asistía al lucimiento internacional de una personalidad que oportunamente había combatido.
 
Una figura que representa exactamente lo opuesto que el cristinismo instala en su imaginario.
 
La sociedad pudo testimoniar cómo Francisco, con altura y modestia, le perforaba moralmente la soberbia insustancial.
 
Que la bloqueaba escenográficamente con dulce amabilidad. Con un comportamiento suave que contenía la potencia del castigo.
 
En El Vaticano acaba de instalarse la simbología de otra Puerta de Hierro.
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Aunque Francisco deba encargarse de encabezar una superior revolución espiritual en el mundo (ver “Francisco y el Mal”). Y aunque Argentina diste de ser la prioridad absoluta de sus oraciones.
 
Trasladarse a Roma se transformó hoy en una opción ideológica. Así sea para arrojar una moneda a la fuente emblemática de Trevi. O comprar una corbata en la Vía Condotti.
 
3. Modelo hundido
 
Con su desastrosa contabilidad de muertos, la tragedia natural de las inundaciones marca la existencia del país frágilmente desguarnecido.
 
La certeza del fracaso generacional de una clase dirigente que no tuvo la magnitud suficiente para resolver ninguno de los problemas fundamentales de la sociedad.
 
En el plano menos general, la tragedia contable de los inundados agiganta la inconsistencia del modelo de inclusión social. También se hundió.
 
En la década desperdiciada -como en Venezuela-, en Argentina se dilapidó el periodo más espectacularmente favorable de la economía. Para no mejorar un pepino la “calidad de vida” de su gente. Sin garantizarle la protección más elemental.
 
Para Oximoron, la tragedia contable de los inundados exhibió la falsedad del modelo exitoso.
 
Cobertura oral que se limitó, en exclusiva, a fortalecer el escandaloso Sistema Recaudatorio de Acumulación.
 
4. La corrupción como política de Estado
 
En horario central y desde el canal de aire, Jorge Lanata asesta el golpe definitorio a la moralidad del cristinismo.
 
En el fondo, aquí no se denuncia nada que no se supiera. Pero se marcó popularmente la gravedad de la estafa que costaba reconocer.
 
La persistencia exitosa del gobierno que hizo de la corrupción su máxima política de Estado.
 
Mientras se edificaban las bases de la Revolución Imaginaria, y se conformaba a la izquierda cultural con la cínica propina de los presos, se ocultaba el verdadero objetivo. Recaudar. Quedársela.
 
Con abnegación, desde el principio el kirchnerismo supo entregarse a las maldades del vibrante manoteo de fondos. Los que debieron haberse destinado, al menos, para devolver algo de dignidad al pueblo que le otorgó el privilegio de conducirlo.
 
En una exhibición masiva Lanata desnudó, con la casaca de Clarín, la estafa patológicamente primaria del kirchner-cristinismo.
 
Para definir, acaso a su pesar, las claves básicas de la guerra-divorcio entre el Gobierno y el Grupo Clarín.
 
Se asiste a la máxima causa perdida de La Doctora. Que arrastra, en la derrota, al Grupo Clarín, el transitorio vencedor.
 
El conjunto de medios que no vaciló en callar, durante más de un lustro, aquello que hoy violentamente denuncia.
 
Clarín, a través del informe demoledor de Lanata, emboca al Gobierno.
 
Pero Clarín se emboca también a si mismo. Se hace más evidente la ostensible complicidad. Con la colaboración de su amigable -e interesado- silencio.
 
Un silencio que resultó fundamental para construir el monstruo que hoy, merecidamente, emboca. Y demuele.