UN PATRIOTA DIFERENTE
Oportuna reivindicación de Ramos Mexía
Francisco Hermógenes Ramos Mejía Ross (o Mexía), uno de los más importantes hacendados bonaerenses de principios del siglo XIX, fue un destacado defensor de las poblaciones aborígenes. Participó brevemente de la política de su ciudad natal y de la firma del Tratado de Miraflores entre el gobierno y las tribus pampas. Su condena a la violación del tratado por parte del gobierno motivó su detención y aislamiento en una de sus estancias. Defendió una postura religiosa personal lo que le valió ser considerado por sus contemporáneos como un hereje. Sin duda fue una necesaria reivindicación la que realizó Juan Carlos Priora, profesor emérito de la Universidad Adventista del Plata, cuando expuso el caso en la 126ta. Exposición de la Sociedad Rural Argentina.
04 de agosto de 2012 - 11:14
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Francisco Hermógenes Ramos Mexía Ross nació en Buenos Aires el 11/12/1773, 7mo. hijo de los 13 de una familia de alcurnia pero sin dinero. Su padre, el sevillano Gregorio Pedro Joseph de Santa Gertrudis Ramos Mexía; su madre María Cristina Ross, hija de un escocés protestante.
Él fue enviado al Real Colegio Seminario de la Purísima Concepción de la Virgen, al Real Colegio de San Carlos, y a la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca, en el Alto Perú.
En 1801 fue nombrado Juez subdelegado en la Provincia de Pacajes, uno de los partidos del departamento de La Paz, con una numerosa población indígena sometida al régimen de la mita, lo que le permitió conocer el trato del aborigen.
El 25/10/1808 adquirió por 32.000 pesos de plata corriente a Martín José de Altolaguirre, Comisario de Guerra y Juez Real, una chacra de más de 6.000 hectáreas en la zona de La Matanza: desde el río Matanza hasta los montes de tala (el Palomar de Caseros).
En ese territorio existe hoy día el ejido urbano de Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires.
Altolaguirre había efectuado una intensa actividad de forestación. Allí se efectuaron las primeras plantaciones de lino, cultivos de olivares y 100 hectáreas de nogales. El terreno incluía un amplio caserón frente a lo que hoy es la autopista Ricchieri, a Ezeiza. En 1808 no se practicaba aún el alambrado de los campos, por lo que el perímetro estaba marcado con 140 mojones de piedra.
Ya se habían extinguido los caballos baguales y las vaquerías de ganado cimarrón. Ramos Mexía inició una explotación racional de ganado, y registró una marca propia para su hacienda.
Tampoco había incursiones de aborígenes: en 1740 los pampas habían llegado muy cerca de Buenos Aires y habían sido detenidos por vecinos armados en La Matanza. Pero tras la paz acordada en 1790, en tiempos del virrey marqués de Loreto, cuando se fijó como línea divisoria el río Salado, la población indígena gozaba con relativa tranquilidad del control del territorio pampeano. No obstante, la frontera era permeable y algunos estancieros dedicados a la cría extensiva de ganado vacuno se aventuraron poco a poco más allá del río Salado.
La chacra estaba atravesada por el Camino Real, que llevaba a la Guardia de Luján: camino obligado de las carretas (y más tarde las diligencias) en camino a Córdoba y a San Luis o a Córdoba (y de allí a Chile o al Perú). Por la chacra también pasaba el Camino de Gauna, hoy Avenida Gaona.
Ocurridos los sucesos del 25 de mayo de 1810, los Ramos Mexía adhirieron la Revolución. Francisco contribuyó con sus recursos a equipar y financiar a las tropas de uno de los ejércitos que nacieron en 1810. Él fue designado regidor del Cabildo de Buenos Aires, el 17/10/1810 y cumplió las funciones de defensor de menores. Luego fue Alférez Real y desde mediados de 1815, Alcalde Provincial.
En 1811, tras un desacuerdo, Ramos Mejía dejó su puesto en el Cabildo y en compañía de algunos pocos hombres de la chacra encabezados por José Luis Molina, un baqueano criollo que hablaba las lenguas indígenas, se internó más allá del Salado hasta la zona de la laguna Kaquel Huincul y Mari Huinkul, en el viejo partido de Monsalvo, actual Partido de Maipú, al sur de Dolores, donde compró 64 leguas cuadradas de tierras a los indios pampas, pagándoles 10.000 pesos fuertes.
El historiador Adolfo Saldías, en su Historia de la Confederación, revela que Francisco fue el único estanciero de entonces en comprarle tierras a los indios, a la vez que les permitía a ellos permanecer con sus tolderías en ese territorio.
Unas 200 personas permanecieron en el predio y aprendieron a sembrar utilizando el caballo para arar, cosecharon trigo, cebada y maíz, y plantaron árboles (cedros, robles, castaños y frutales). El excedente de lo que producían se vendía en Buenos Aires y su producto les pertenecía. Los aborígenes podían abandonar la hacienda en cualquier momento, ninguna servidumbre los ataba a la tierra o a su dueño. Por otro lado, aquellos que preferían no asentarse tenían garantizado el libre y pacífico tránsito por Miraflores.
Ramos Mexía trasladó a su familia al lugar, e inició la Estancia Miraflores.
Él estableció algunas reglas de convivencia para quienes habitaran sus tierras, que eran conocidas por estos como "la Ley de Ramos". Por ejemplo, prohibió el uso de armas, medida revolucionaria en aquellos tiempos.
El 10 de agosto de 1814 presentó al Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Gervasio Antonio de Posadas, un plan para poblar pacíficamente la pampa llevando adelante una acción civilizadora y sin fuerza militar.
A los indígenas le enseñaba algunos principios de moral cristiana, pero no doctrina católica, y los sábados (no los domingos) dirigía un servicio religioso, en los que no había imágenes sagradas. El rumor de que él bendecía las uniones ilegítimas de los indios provocó alarma entre otros hacendados y las autoridades católicas apostólicas romanas de Buenos Aires.
Ramos Mexía predicaba una interpretación cristiana influenciada por el jesuita chileno Manuel Lacunza (1731-1801), famoso por su trabajo La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, acerca de la 2da. venida de Cristo, escrito bajo el seudónimo de Josafat Ben Ezra durante su exilio en Italia, tras la disolución de la orden.
Ramos Mexía estaba tan interesado en esa obra, que copió a mano el manuscrito que poseía el dominico Isidoro Celestino Guerra. Más tarde, él adquirió la edición en 4 tomos publicada en Londres en 1816 por el general Manuel Belgrano, en la que efectuó numerosas anotaciones en los márgenes, algunas veces críticas de las ideas de Lacunza. Ocurrió que Ramos Mejía compartía muchas de las perspectivas de los reformadores protestantes.
Juan Manuel de Rosas
En 1815, Ramos Mexía recibió del gobierno las tierras en merced pero no la propiedad. Ese mismo año se instaló en la laguna Kaquel Huincul, su territorio, un fortín al mando del capitán Ramón Lara. Las autoridades fijaron la frontera en el nuevo fortín y en el naciente pueblo de Dolores.
En las inmediaciones se estableció el principal centro de detención de prisioneros españoles, conocido como Las Bruscas.
Recién en 1819 Ramos Mejía pudo adquirir el derecho de propiedad al gobierno, de una extensión de terreno de 250.000 hectáreas.
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El más tarde dictador Juan Manuel de Rosas se opuso a la venta: dijo que sospechaba una connivencia de Ramos Mexía con los malones, dado que los indios nunca afectaban las propiedades de Ramos Mexía.
Rosas se había opuesto a que la frontera se expandiera hasta Tandil, para impedir que Ramos Mexía siguiera comprando tierras a los indios.
El parte, la animadversión del más tarde tirano Rosas era que Ramos Mejía no integraba el poderoso sector de los ganaderos saladeristas. Inclusive la firma de Ramos aparece junto a la firma de enemigos de Rosas en la 'guerra de panfletos', consecuencia del cierre de los saladeros en 1818, dispuesta para garantizar el abastecimiento a la ciudad.
Pero el fondo de la cuestión era que Ramos Mejía proponía una integración amistosa del blanco y el indio, en comunidades con igualdad de derechos. Y Miraflores fue un éxito: aunque los indios tenían libertad de irse en cualquier momento, la población afincada en paz aumentaba sin cesar, el robo fue erradicado y la estancia daba utilidades.
Rosas defendía la negociación con caciques amigos para establecer una relación paternalista, y de enfrentamiento y sometimiento con los adversarios.
En 1820, Ramos Mejía publicó un corto tratado llamado "El evangelio de que responde ante la nación el ciudadano Francisco Ramos Mexía", y otro: "El A B C de la Religión".
Esas publicaciones levantaron críticas de los católicos ortodoxos, y el Ejecutivo exigió al sacerdote Valentín Gómez la investigación. Él a su vez delegó esa tarea en el cura vicario de Dolores. El informe presentado dio por comprobada sólo la acusación de haber santificado el día sábado (al fin de cuentas en el 4to. mandamiento, antes que la Iglesia Católica Apostólica Romana modificara el texto por una conveniencia de su relación con el Estado) y manifestó no tener suficientes indicios para dar por cierta la de acusación de que Ramos Mexía bendecía casamientos.
Pero, por acción del sacerdite católico Francisco de Paula Castañeda, el mayor perseguidor de Ramos Mexía, se le acusó de haber persuadido a los trabajadores de sus campos y a los indígenas que los habitaban a guardar el sábado como día dedicado a Dios.
Entonces, Ramos Mexía fue considerado hereje, y el entonces ministro de Gobierno, Bernardino Rivadavia, dictó una resolución estableciendo que se "Intimase a Don Francisco Ramos Mejía se abstenga de promover prácticas contrarias a la religión del país y de producir escándalos contrarios al buen orden público, al de su casa y familia y a su reputación personal".
Casteñeda y fray Cayetano Rodríguez lideraron numerosas campañas periodísticas en defensa de los privilegios y derechos de la Iglesia Católica. La paradoja fue que él, quien promovió la condena de Ramos Mexía, terminó expulsado para siempre de Buenos Aires por el ministro Rivadavia.
Todo mal
Fue un gravísimo error estratégico condenar la labor de Ramos Mexía, quien había logrado hacia 1820 una frontera sudeste pacífica.
En un informe de 1864 del sargento mayor Juan Cornell al ministro de Guerra, recordaba que hacia 1820: "La frontera por el Sud había adelantado hasta Kaquel y también las estancias por inmediaciones a la costa del mar desde el Río Salado hasta la Mar Chiquita. Por el norte partiendo desde Chascomús, Ranchos, Montes y demás puntos hasta Mercedes y Melincué se mantenían en sus antiguos puestos. Los establecimientos de estancias en toda esa extensión al frente no habían alcanzado sino hasta el Río Salado. (...) Los indios pampas hacía años que se mantenían en paz situados por la Lobería, Tandil, Chapaleufú, Huesos, Tapalqué y Kaquel, viniendo a comerciar hasta esta Capital, alojándose en los corralones destinados a este negocio.".
Inmerso en una crisis civil sin precedentes, a principios de 1820, el gobierno buscó un acuerdo con los indígenas de las sierras de Tandil que le permitiese asegurar esa frontera. Cuando las propuestas llegaron a los indígenas, estos decidieron que Ramos Mexía actuara como su representante.
Ramos Mexía presentó al gobernador Martín Rodríguez unas "Pautas de convivencia pacífica entre blancos e indios" que serían reconocidas en el posterior Tratado.
Las conversaciones se realizaron en la estancia de Miraflores.
El 07/03/1820, en representación de 16 jefes indígenas pampas, Ramos Mexía firmó con el gobierno de Buenos Aires, el Tratado de Paz de Miraflores, que planteaba una relativa reciprocidad en las concesiones. Así, el artículo 4to. del texto del tratado reconocía como nueva línea de frontera las tierras ocupadas por los estancieros, pero estos debían permitir a los indígenas el libre paso por sus tierras.
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El artículo 5° obligaba a los indios a devolver la hacienda robada, pero los blancos debía respetar los bienes de aquellos.
Ramos Mexía se negó a suscribir un par de puntos, como el de que el indio debía ajusticiar a los blancos huidos a su territorio.
El Tratado fue firmado por Martín Rodríguez con los caciques Ancafilú, Tacumán y Tricnín, quienes había sido autorizados en las tolderías del Arroyo Chapaleufú a representar también a los caciques Carrunaquel, Aunquepán, Saun, Trintri Loncó, Albumé, Lincón, Huletru, Chañas, Calfuyllán, Tretruc, Pichilongo, Cachul y Limay.
Pero la situación se deterioró rápidamente. Ramos Mexía fue denunciado como hereje y su afinidad con los indios fue considerada sospechosa por Rosas.
Para colmo, la descomposición política del Ejecutivo porteño y la incursión del líder chileno José Miguel Carrera favorecieron nuevas incursiones de las tribus.
Lo explicó Cornell en ese memorando de 1864: "Pero desgraciadamente las turbulencias del año '20 y el mal manejo que se tuvo para tratarlos hizo disgustarlos en tiempo del gobierno del General Rodríguez, y se retiraron de Kaquel donde residían las tribus de Ancafilú, Pichiman, Antonio grande y Landao, que vivían pacíficamente agasajados por Don Francisco Ramos Mexía, que permanecía sin ningún temor en su estancia con toda su familia y sin exageración diré, rodeado de estas indiadas."
Pocos meses después de la firma del tratado, el 27/11/1820, un malón azotó la localidad de Lobos dejando alrededor de 100 muertos, incluyendo al jefe del fortín. Entre las tropas que salieron en su persecución estaba el coronel Juan Manuel de Rosas, pero no lograron darles alcance ni recuperar cautivos o arreo.
El 02/1271820, el chileno Carrera con una partida de indios atacó la localidad de Salto y destruyó la población.
Martín Rodríguez dispuso una expedición contra los indios que atacaban las poblaciones de la frontera. No obstante ante la imposibilidad de alcanzara las partidas agresoras, Rodríguez terminó embistiendo contra tribus pacíficas.
Rodríguez ordenó que fueran detenidos todos los indios que trabajaban en la Estancia de Miraflores, acusándolos de ser espías de las tribus que realizaban los malones, y que Francisco Ramos Mexía se presentara a la ciudad de Buenos Aires para responder a la acusación de preferir la amistad de los indígenas a la de sus conciudadanos y de trabajar en contra de la religión oficial, la católica.
En el comunicado que pasó al gobierno Rodríguez señalaba que de Miraflores "reciben los demás indios noticias que les favorecen para sus excursiones" y que en esa "estancia es donde se proyectan los planes de hostilidades contra provincia".
Al ejecutarse la orden hubo un intento de resistencia pero Ramos Mexía convenció a los indígenas que marcharan pacíficamente, comprometiéndose a dirigirse al fuerte para hablar con el gobernador y resolver la situación. Al presentarse al dia siguiente en el fuerte, Rodríguez le comunicó que no sólo los indios no serían liberados sino que él debía abandonar de inmediato su estancia e ir detenido a la capital. Su esposa María Antonia y sus hijos fueron encerrados en una carreta rumbo a Buenos Aires, mientras que Francisco Ramos Mexía fue trasladado esposado a caballo.
Iniciado el traslado, en las cercanías del fuerte Ramos Mexía vio en el camino los cadáveres degollados de 80 indios de sus tierras. Al presentar su protesta se le respondió que intentaron resistirse a la detención.
Nunca se encontraron pruebas que ligara a Ramos Mexía o a los indios de sus tierras con los malones o de que representaran una amenaza para la frontera.
De hecho, en su informe del 04/02/1821, el capitán Ramón Lara le informó al gobernador que al allanar la estancia había encontrado sólo 6 fusiles, 3 de ellos inútiles y los restantes con evidente falta de uso, lo que representaba un arsenal claramente insuficiente.
En efecto, el ataque injustificado provocó que las tribus que se habían mantenido hasta ese entonces en paz por voluntad, costumbre y en respeto de lo establecido en el Pacto de Miraflores se alzaran también contra las poblaciones de la frontera.
En abril de 1821 un malón de 1500 hombres de lanza guiados por José Luis Molina, el antiguo capataz de Ramos Mejía, destruyeron la naciente población de Dolores.
Ramos Mejía permaneció recluido en su chacra de Los Tapiales y no volvió jamás a Miraflores. Tal como sucediera en su vieja estancia, numerosos pampas fueron congregándose y estableciendo sus tolderías en torno a su nuevo hogar. Víctima de una epidemia, murió el 05/05/1828, luego del fallecimiento de 2 de sus hijos a causa de la peste. Tenía 54 años.
Homenaje
En la 126ta. Exposición Internacional de Ganadería, Agricultura e Industria, en el predio porteño de la Sociedad Rural Argentina, la Asociación Amigos de la Chacra Los Tapiales, y el Museo Histórico Nacional Francisco Ramos Mexía, organizaron un homenaje en la Sala Ceibo B, disertando Juan Carlos Priora, profesor emérito de la Universidad Adventista del Plata.
Su conferencia se tituló “Don Francisco Hermógenes Ramos Mexía: Pacificador e Intelectual”.
La escritora Sofía Laferrère de Pinedo, descendiente de Ramos Mexía, tituló su exposición “Don Pancho Ramos y la necesidad de la integración nacional”.
Priora destacó la acción de Ramos Mexía como productor agropecuario de avanzada en sus 2 establecimientos: Tapiales (Partido de La Matanza) y Miraflores (actual partido de Maipú).
En esos emprendimientos participaron activamente varios centenares de personas pertenecientes a los pueblos originarios a los que, en el caso de la estancia Miraflores (172.000 ha.) Ramos Mexía había comprado esas tierras, pagando en oro contante y sonante, lo que hoy serían aproximadamente US$ 1,5 millón. Con respeto y docencia cristiana, supo integrar a dichos pueblos al proceso productivo y a la convivencia pacífica.
Priora destacó la condición de intelectual profundo de Ramos Mexía, pues estudiaba no sólo la Biblia en latín, sino también el tratado teológico del jesuita chileno Manuel Lacunza y Díaz.
También agregó que Ramos Mexía ayudó a financiar la impresión que hizo Manuel Belgrano en Londres, de 1.500 ejemplares de los 4 tomos de Lacunza, con un total de 1.937 págs., un “bestseller” en su época.
Pinedo hizo una comparación entre Ramos Mexía e Indalecio Gómez, hombre también de campo, quien fuera ministro del Interior del presidente Roque Sáenz Peña y redactor de la Ley Electoral 8.871 sancionada en 1912 que estableciera el voto universal, obligatorio, individual y secreto.
Pudo construirse una Argentina diferente. Algunos optimistas afirman que, pese a todo, todavía habrá otra oportunidad.