Y sus dichos eran consistentes con su pensar, con su manera de vivir. Así es que devino en Muhammad Alí cuando se convirtió al Islam tras su negativa a ir a la guerra de Vietnam en 1967. Si bien lo hizo en principio por su aversión personal a la guerra, terminó ejerciendo de activista político y social por su carácter contestatario que lo enfrentó a la reaccionaria América blanca de los años 60, convirtiéndose en un símbolo de rebeldía para los afroamericanos que peleaban por sus derechos políticos y civiles más básicos.
Treinta años después de su última pelea, su coraje, su fino estilo y demoledora pegada en el ring, y sus posiciones contestatarias y de protesta, siguen siendo poderosos símbolos de una época dorada del boxeo y un momento crucial en la historia contemporánea de USA, incluso más allá del cuadrilátero del ring.
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Tras su retiro, Ali ha estado involucrado en infinidad de causas humanitarias, desafiando al sistema político de su país con visitas a Corea del Norte, Afganistán, Cuba e Irak, entre otras naciones. En 2005 recibió la Medalla de la Libertad, el mayor honor que pueda recibir un ciudadano estadounidense.
En 1996, a pesar de los temblores causados por la enfermedad de Parkinson, encendió el pebetero olímpico, símbolo de la paz mundial y la unidad, en la ciudad de Atlanta, precisamente donde hace 30 años era considerado un ciudadano de segunda clase.
La reciente muerte de Joe Frazier, en noviembre, volvió a poner en el candelero público y mediático a Ali, quien pese a su deteriorada salud apareció en el funeral de un rival que le había infligido su primera derrota en el profesionalismo (en 1971).
A los pocos días de su última salida, tuvo que ser hospitalizado en Phoenix, donde reside, después de sufrir una severa deshidratación.
Sin duda, Alí ya no mueve las piernas cómo solía hacerlo. Tampoco bailotea o realiza llamativos movimientos con sus puños. Pero su leyenda sigue vivita y coleando.
Basta un ejemplo para recordarlo: la primera gran demostración de la personalidad de Muhammad Ali, entonces llamado Cassius Marcellus Clay, no se da en septiembre de 1960, en Roma, cuando derrota al polaco Zigzy Pietrzykowski y conquista la medalla de oro del peso semipesado en el boxeo de los Juegos Olímpicos. Ocurre días más tarde cuando, desde el puente Jefferson County, lanza a las aguas del río Ohio la añorada medalla.
Fue a un restaurante de blancos en compañía de Ronnie, su amigo, y no los atendieron por racismo. De nada valió mostrar la medalla y decir que era el orgullo de esa, su ciudad natal, Louisville. Unos pandilleros blancos que estaban en el negocio pretendieron quedarse con la medalla como regalo para la novia del jefe de ellos. Ali y Ronnie huyeron, fueron alcanzados, combatieron a muerte y salieron airosos.
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En el libro “El más grande, mi propia historia”, escrito por Ali y Richard Dirham, se relata que rumbo a casa, en el río, el joven se desprendió de la medalla, por única vez desde que la ganó, y Ronnie la lavó, con devoción, hasta brillarla. "Y por primera vez -asegura Ali- vi la medalla como lo que realmente era. Un objeto normal y corriente. Había perdido su magia. De repente, tuve clara conciencia de lo que quería hacer con aquella barata pieza de metal...".
Una segunda demostración, con mayor resonancia, ocurrió en 1964, tras ganar el campeonato mundial de los pesos pesados, convertirse al Islam, entablar amistad con el más tarde asesinado líder Malcom X y adoptar el nombre de Ali (Cassius Clay era un hombre blanco que compró a su bisabuelo): la pelea con el Gobierno de USA por negarse a ir a la guerra de Vietnam. "A mí el Vietcong ese no me ha hecho nada", fueron sus primeras palabras al diario Philadelphia Inquirer.
Llevaba ya 9 defensas exitosas, esplendor de su carrera, cuando perdió el título en el escritorio: le retiraron la licencia, lo sancionaron por 5 años, lo despojaron del pasaporte y lo multaron con US$ 10.000.
"A mí ningún vietnamita me ha llamado negro", diría en las concurridas conferencias que dictaba en las universidades de USA. Era ovacionado por su lucha por la igualdad y su mensaje de paz, pero odiado por antipatriota. Pero seguía siendo figura. Y para evidenciarlo solía bajarse del auto y caminar para convertirse en la única persona capaz de paralizar la Quinta Avenida de Nueva York.
Norman Mailer, periodista que lo conoció bien, lo describe en el libro ´En la cima del mundo´ como "el mayor ego de toda Norteamérica... La encarnación de la inteligencia humana más inmediata que se haya visto hasta hoy... Ali es el espíritu mismo del siglo XX, el príncipe del hombre de masa, el príncipe de los medios".
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Ángelo Dundee, su entrenador y quizás el mejor director técnico de boxeo del mundo, le contó a
Estewil Wuesada Fernández, periodista de
El Tiempo, en 1987, que los hechos adversos fortalecieron la personalidad de su pupilo. "
En una ocasión, cuando aún no era campeón, me tocó intervenir ante unos policías que lo detuvieron por ser negro en su trote matinal", dijo Dundee, en el gimnasio de la avenida Collins con la calle 5, en Miami Beach, establecimiento que hizo famoso Ali porque allí se preparó para ganar el primer título mundial.
Estuvo inactivo 3 años y medio y reapareció en 1970, en Georgia, único estado sin Comisión Estatal de Boxeo. Luego la Corte Suprema, por decisión unánime 8-0, lo declaró inocente y dijo que fue injustamente vetado. Y aunque perdió el invicto en su tercer combate de regreso, cuando quiso reconquistar la faja ante Joe Frazier (su más encarnizado rival: sostuvieron tres peleas, incluyendo la última en Manila, considerada la mejor de la historia), nuevamente fue rey en 1974, al demoler en Zaire al temible noqueador George Foreman.
"Ali fue el más grande boxeador, pero también empleó la mente para acabar con sus rivales. Foreman sufrió con el famoso grito de los africanos de '¡Ali, bomaye!' (¡Ali, mátalo!), como antes le ocurrió a Liston, a quien llamo oso feo y pregonó que el campeón mundial de los pesados tenía que ser apuesto como él. Eso es sicología", comentó el cubanoamericano Ferdie Pacheco, médico que estuvo casi toda la carrera a su lado y quien le recomendó no seguir, años antes de que el mal de Parkinson, que hoy le aqueja, apareciera.
Diez defensas más y, a los 36 años, otra vez sin cinturón, al ser despojado por el joven León Spinks, en febrero de 1978. En septiembre de ese año toma desquite y se convierte en el primero en ganar en 3 ocasiones el fajín de los pesos completos. Y dice adiós. Pero terco, regresa 2 años más tarde. Larry Holmes, su antiguo ayudante del ring, lo noquea. Y después intenta de nuevo y también pierde, con el mediocre Trevor Berbick.
"Como boxeador casi siempre empleó la táctica de vuelo como la mariposa y pico como la avispa. Fue un campeón como ningún otro en cualquier deporte. Un campeón con personalidad asombrosa", comentó a este periodista su amigo de infancia, ayudante del ring y ex campeón mundial de la categoría, Jimmy Ellis, único en vencerlo como aficionado en Louisville.
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Muchos medios con prestigio mundial como Marca (España) y la BBC (Inglaterra) lo escogieron como Atleta del siglo XX, por encima del futbolista brasileño Pelé. En USA no hay discusión de ello. Y dicen que Ali, que hoy llega a sus 70 años de nacido y guarda la medalla que el Comité Olímpico Internacional le restituyó en Atlanta 96 cuando encendió el fuego olímpico, es más que una institución deportiva.
Soplará hoy sus 70 velitas en familia y con amigos en el Centro Cultural Muhammad Ali, un museo dedicado a su vida y carrera, en su ciudad natal de Louisville. Festejamos con ellos recordándo las frases más notorias de un boxeador inteligente, burlón, contestatario y de profundas convicciones que marcó la historia del noble arte de pelear:
> "Soy joven, hermoso, rápido y nadie me puede vencer" - El carácter de Ali le situó siempre en el ojo del huracán. Su autobombo creó admiración y animadversión a partes iguales: tanta gente vibraba con sus victorias como esperaba verle derrotado.
> "La gente no soporta a los bocazas, pero siempre les escucha" - En cambio, ninguno de sus seguidores se jugó un dólar en su primer asalto al título de los pesos pesados. Todas las apuestas daban como aplastante favorito a Sonny Liston. ¿En qué asalto finiquitaría Liston a ese charlatán de Louisville?
> "¡Vuelo como una mariposa y pico como una abeja!" - Ali sorprendió a Sonny Liston mientras se movía constantemente a su alrededor y evitaba la gran pegada del "oso feo", como llamaba a Liston mientras la desesperación del todavía campeón crecía.
> "¡Tráguense sus palabras! ¡Soy el más grande! ¡Soy el más grande!" - Liston tiró la toalla tras el sexto asalto por sus dolores en el hombro y Clay se proclamó por vez primera campeón del mundo de los pesos pesados. El joven boxeador de Louisville saboreó la sensación del hombre invencible al que nada ni nadie podría detenerle jamás.
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> "Cassius Clay es el nombre de un esclavo. Yo soy Muhammad Alí, un nombre libre" - Después de derrotar a Liston por KO en la revancha por el título -combate que concluyó en menos de 2 minutos tras un golpe memorable-, el campeón del mundo de boxeo se convirtió al Islam y cambió su nombre por el de Muhammad Ali.
> "Odio la guerra, odio los ejércitos: en esta vida solo amo combatir" - Ali se negó a servir a las Fuerzas Armadas de USA cuando fue reclamado en medio de la Guerra de Vietnam, decisión con la que se exponía a 5 años de prisión y US$ 10.000 de multa. Las autoridades le retiraron la licencia y dejaron vacante el título de los pesos pesados.
> "Detesté cada minuto de entrenamiento, pero me dije 'no renuncies, sufre ahora y vive el resto de tu vida como un campeón" - La sanción fue finalmente revocada por el Tribunal Supremo y Ali, después de derrotar a Joe Frazier en 1974, pudo aspirar de nuevo al título que perdió sin combatir. En Kinshasa (Zaire), Ali agigantó su leyenda al vencer a George Foreman cuando todos los expertos aventuraban una nueva derrota.
> "¿Qué voy a hacer esta noche?" - "¡Bailar, Ali, bailar!" - Consciente de que sus piernas ya no eran las de antaño, Ali desoyó a Angelo Dundee, su entrenador, y renunció al estilo que le había acompañado hasta entonces. Empujado por 60.000 gargantas que gritaban 'Ali bomaye' ('Ali, mátale'), resistió en las cuerdas y tumbó a Foreman mientras susurraba "¿eso es todo lo que tienes, George?". Ali volvía a ser el más grande.